El yihadismo pone en jaque la educación y el futuro del Sahel

El yihadismo pone en jaque la educación y el futuro del Sahel

“Las escuelas son objetivo de los yihadistas simplemente porque consideran que en ellas se debe enseñar el Corán y el árabe a los niños, no las cosas de blancos”

AFP/OLYMPIA DE MAISMONT – Mujeres y niños frente a una escuela utilizada como refugio para los desplazados internos del norte de Burkina Faso, el 13 de junio de 2019

MARÍA RODRÍGUEZ/EFE
Atalayar

El cierre de miles de escuelas en el Sahel por los incesantes ataques de los grupos yihadistas ha puesto en jaque no solo la educación de cientos de miles de niños, sino el propio futuro de esa región africana. Ese drama lo viven muy de cerca docentes como Pierre Ouédraogo, que siempre tuvo claro que quería ser profesor en el norte de Burkina Faso para ayudar a esos niños y niñas que lo tenían más difícil para ir a la escuela. Cuando se le decía que era muy peligroso, el respondía que no importaba, que el futuro de esos niños era lo más importante. Pero cuando terminó sus estudios y comenzó allí su primer año no pudo ni concluir el curso académico, debido al aumento de la inseguridad por los ataques de los grupos yihadistas que, además, tienen a las escuelas entre sus objetivos. “Había tanta inseguridad, que nos vimos obligados a dejar nuestro puesto y huir”, explica por teléfono a Efe este profesor, cuyo nombre es ficticio por razones de seguridad.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), a finales de abril de este año 2.410 escuelas permanecían cerradas en Burkina Faso, lo que afecta a 318.000 niños, a causa de la amenaza yihadista.

Más de 5.400 escuelas cerradas


Pero Burkina Faso no es el único país que se enfrenta a este problema en la región, en la que más de 5.400 escuelas están cerradas y 700.000 estudiantes sin educación por este motivo, además de la propia Burkina Faso, Mali, Níger y Nigeria. En Mali, en conflicto desde 2012, hay 1.261 escuelas cerradas por la inseguridad, con más de 378.000 niños afectados, siendo la región de Mopti (centro) donde se clausuró el 60% de los centros la más afectada, según los últimos datos recopilados por Unicef en marzo pasado.

En el noreste de Nigeria, Boko Haram y sus facciones han ocasionado desde el inicio de la violencia en 2009 el cierre de más de 1.500 colegios, 910 han sido dañados o destruidos, 19.000 profesores han tenido que desplazarse y 611 han sido asesinados, de acuerdo con datos facilitados a Efe por Unicef en este país. Además, en la región de Tillabéri, en Níger, que comparte frontera con Mali y Burkina Faso, la inseguridad ha provocado el cierre de 263 escuelas que acogen a 23.148 niños, según cifras de principios de marzo de su Dirección Regional de Enseñanza Primaria.

Deben enseñar el Corán


“Las escuelas son objetivo de los yihadistas simplemente porque consideran que en ellas se debe enseñar el Corán y el árabe a los niños, no las cosas de blancos”, asegura Ouédraogo desde el país más afectado de la región, donde las primeras amenazas a las escuelas comenzaron en febrero de 2017 y se hicieron efectivas en marzo de ese año con el primer asesinato de un maestro, de tan solo 28 años.

Cecilia Meynet, coordinadora de Educación de Unicef en Mali, explica que se trata de amenazas “principalmente a los directores de las escuelas y los profesores”, y que suelen estar relacionadas con la percepción de éstas “como símbolos del Estado” por parte de terroristas que buscan instaurar la sharía (ley islámica). “Estos grupos creen que atacar las escuelas afectaría al Estado, ya que son propiedad del Gobierno y representan el sistema de administración pública”, indica a Efe el equipo de Unicef en Nigeria por correo electrónico. “Cuando estás allí, la vida es otra cosa. No puedes hablar como quieres. Cuando dices algo, desconfías; y cuando sales, también. Y como apuntan a los profesores, no estábamos estables psicológicamente. Fue una mala experiencia y no se la deseo a nadie”, rememora Ouédraogo, que en 2019 fue trasladado a otra región de Burkina Faso.

Cierre preventivo

En la mayoría de los casos, las aulas se cierran “como medida preventiva debido a la inseguridad en la región; muy pocas escuelas fueron atacadas por grupos armados en comparación con el número de escuelas cerradas”, aclara a Efe Elena Locatelli, encargada de la educación en situación de urgencia en la oficina de Unicef para África occidental y central. A veces, “el colegio puede estar cerrado por falta de profesores que, por miedo, no quieren servir en las zonas afectadas”, matiza Meynet.

Y es que, más allá de la inseguridad causada por el yihadismo, África occidental y central acoge al mayor número de niños no escolarizados del mundo, estimado en 41 millones de entre 6 y 15 años antes de la pandemia del coronavirus, que también ha obligado a cerrar las escuelas, complicando aún más la situación.

Mendicidad, drogas o matrimonios precoces

Con la clausura de colegios en el noreste de Nigeria, algunos niños continúan su educación en centros coránicos donde aprenden de memoria el Corán, mientras otros se dedican a mendigar o a ayudar a sus padres en las tareas del hogar. A un sistema educativo que era, en palabras del equipo de Unicef en Nigeria, “desigual y de bajo rendimiento” se aúna el retraso escolar que, según Locatelli, “puede influir sobre su capacidad para volver al sistema escolar”.

Faltar a la escuela hace que los niños y niñas sean más vulnerables al trabajo infantil, la migración, la mendicidad, el matrimonio precoz, los embarazos precoces, la prostitución, las drogas o la adhesión a grupos yihadistas. “La gran cantidad de niños y jóvenes no escolarizados, en su mayoría de familias extremadamente pobres, ofrecen un terreno fértil para el reclutamiento en grupos extremistas armados”, subrayan los expertos desde Nigeria.

Para el profesor burkinés, el cierre de escuelas supone un problema porque “el desarrollo de un país viene de la educación”. Algo que ya decía el expresidente de Sudáfrica Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Sin embargo, Locatelli advierte que “en las comunidades afectadas por conflictos, violencia e inestabilidad, la educación suele ser el primer servicio que se interrumpe y el último que se restablece”.

La oportunidad de prosperar


Que los escolares no puedan ir a la escuela tiene un impacto inmediato en sus vidas debido a que ésta juega también un rol de protección, pues proporciona estabilidad, un marco para ayudarles a hacer frente a los traumas que han experimentado, protección contra cualquier tipo de explotación o su comida del día. Pero también lo tiene en el largo plazo al haber “una correlación muy clara entre la pobreza, la violencia armada, el matrimonio infantil y la inmigración irregular, como resultado de la falta de educación”, advierte Unicef en Nigeria.

Para Meynet, que recuerda que más de la mitad de la población de Mali tiene menos de 18 años, “las niñas y los niños que reciben una educación de calidad tienen la oportunidad de prosperar, perseguir sus sueños y alcanzar su pleno potencial”. Por eso, el ataque a las escuelas del Sahel pone en peligro no solo el presente, sino el futuro de estos países.