La Fragmentación del Sistema Financiero Internacional: Entre la Geopolítica, la Tecnología y la Soberanía Monetaria

En las últimas décadas, el sistema financiero internacional avanzó hacia una integración creciente, impulsada por la globalización, la tecnología y el dominio de estructuras comunes como el dólar y SWIFT. Sin embargo, este orden está dando paso a una nueva era marcada por la fragmentación geopolítica, la emergencia de tecnologías soberanas y la divergencia regulatoria

 

Durante más de treinta años, el sistema financiero internacional se expandió bajo la lógica de la integración progresiva. Impulsado por el neoliberalismo, la liberalización del comercio y los flujos de capital, y la creciente interdependencia económica, el mundo vivió una era dorada de globalización financiera. En ese contexto, los mercados de capitales se entrelazaron como nunca antes, las empresas multinacionales establecieron arquitecturas de tesorería y pagos altamente optimizadas y centralizadas, y las instituciones financieras desarrollaron redes globales fundamentadas en una homogeneización creciente de estándares, prácticas regulatorias e infraestructuras tecnológicas. Esta tendencia consolidó la hegemonía del dólar estadounidense como moneda de reserva y de intercambio internacional, y fortaleció plataformas como SWIFT, las redes de corresponsalía bancaria, los sistemas de liquidación interbancaria globales y los marcos regulatorios compartidos por organismos como el FMI, el GAFI y el BIS.

No obstante, ese orden financiero está siendo sometido actualmente a profundas tensiones estructurales que amenazan con desintegrar el paradigma dominante y dar lugar a una nueva configuración del sistema financiero mundial. Esta transición se manifiesta en lo que muchos analistas denominan el surgimiento de un Arquipiélago Financiero, una metáfora que describe la fragmentación del espacio financiero internacional en clusters regionales y funcionales que operan con sistemas propios, marcos regulatorios divergentes y orientaciones estratégicas autónomas. En lugar de una arquitectura global unificada, emerge un conjunto de ecosistemas financieros paralelos, interconectados de manera selectiva y cada vez más influenciados por la geopolítica, la tecnología y la búsqueda de soberanía económica.

Las Fuerzas Motoras de la Fragmentación Financiera

La fragmentación del sistema financiero internacional no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una convergencia de factores que reflejan profundas transformaciones en el orden mundial. Entre ellos destacan:

El Desacoplamiento Geopolítico y la Financiarización del Conflicto

El uso creciente de herramientas financieras como instrumentos de poder geopolítico ha transformado al sistema financiero en un campo de batalla estratégico. Las sanciones económicas unilaterales impuestas por Estados Unidos y sus aliados a países como Rusia, Irán, Venezuela o Corea del Norte han demostrado que el acceso a las redes financieras globales puede utilizarse como palanca coercitiva. La exclusión de bancos rusos del sistema SWIFT en 2022, tras la invasión a Ucrania, marcó un punto de inflexión: países con tensiones estructurales con Occidente comenzaron a construir infraestructuras alternativas para reducir su vulnerabilidad.

En respuesta, China fortaleció el uso de su Cross-Border Interbank Payment System (CIPS), Rusia promovió su sistema SPFS, y numerosos países del Sur Global avanzaron en redes de pagos regionales autónomas. El fenómeno de la “weaponización” del sistema financiero global ha generado incentivos para desarrollar mecanismos paralelos, erosionando la universalidad que caracterizaba a las plataformas tradicionales.

La Carrera por las Monedas Digitales Soberanas

La emergencia de las Central Bank Digital Currencies (CBDC) representa una transformación profunda no solo en términos tecnológicos, sino también estratégicos. Más de 130 bancos centrales en todo el mundo están investigando o desarrollando CBDCs, lo que ilustra un impulso global hacia la digitalización de las monedas fiduciarias bajo control estatal. El yuan digital ya se utiliza en varias ciudades piloto en China y se ha probado en transacciones transfronterizas, mientras que el euro digital avanza hacia su fase de implementación institucional, y países como India, Brasil, Nigeria y Arabia Saudita están explorando aplicaciones específicas.

Las CBDCs podrían permitir a los Estados reducir su dependencia de los bancos comerciales, fortalecer la trazabilidad financiera, luchar contra la informalidad y el lavado de dinero, e incluso ejercer un mayor control sobre la política monetaria. En un mundo fragmentado, también facilitarán la creación de esferas monetarias regionales que funcionen de manera independiente a los sistemas tradicionales, como SWIFT o las redes de corresponsalía en dólares.

Divergencias Regulatorias y Soberanía de Datos

El régimen regulatorio financiero internacional se encuentra bajo una presión creciente por parte de gobiernos que priorizan sus agendas nacionales. La Unión Europea ha implementado regulaciones estrictas sobre privacidad de datos (como el GDPR), reglas de estabilidad financiera y regulaciones sobre criptomonedas con un enfoque proteccionista y orientado al consumidor. China, por su parte, apuesta por el control estatal de la innovación financiera, la centralización del flujo de datos y el aislamiento estratégico de empresas tecnológicas. En Estados Unidos, la política financiera se ha subordinado crecientemente a los objetivos de seguridad nacional, especialmente en lo que respecta al cumplimiento de sanciones y la lucha contra el financiamiento ilícito.

Esta divergencia genera una complejidad creciente para las empresas multinacionales, que deben operar en entornos regulatorios dispares, a menudo contradictorios, lo que eleva el costo del cumplimiento y reduce los incentivos a la integración global.

Fragmentación Tecnológica

La arquitectura digital sobre la cual se construyen los sistemas financieros está experimentando una bifurcación estructural. Existen diferencias marcadas entre los protocolos de blockchain utilizados en Asia, Europa o América; estándares divergentes en infraestructura de pagos; y ecosistemas tecnológicos fuertemente influenciados por consideraciones geopolíticas. La elección entre usar tecnología financiera desarrollada por empresas occidentales (como Visa, Mastercard, Ripple) o alternativas chinas (como Alipay, WeChat Pay o la tecnología subyacente al yuan digital) no es solo una decisión técnica, sino también estratégica. Este fenómeno alimenta la formación de “arquipiélagos tecnológicos” con grados limitados de interoperabilidad.


El Modelo del Arquipiélago Financiero: Una Nueva Cartografía Económica

Frente a esta reconfiguración, se propone conceptualizar el sistema internacional como un conjunto de clusters financieros diferenciados. Cada uno de estos “arquipiélagos” se define por su moneda de referencia, su infraestructura de pagos, su modelo regulatorio y sus alianzas geopolíticas.

    • Cluster Atlántico (Occidente): Dominado por el dólar estadounidense, SWIFT y las reglas de Basilea. Se sostiene sobre redes de bancos globales, mercados financieros profundos, y un enfoque legalista basado en la transparencia y el cumplimiento normativo.
    • Sinoesfera (China): Articulada en torno a CIPS, el yuan digital, el financiamiento del BRI, Belt and Road Initiative, y un modelo de capitalismo estatal. Promueve alternativas al modelo de desarrollo occidental y busca liderar la infraestructura financiera en el Sur Global.
    • Red Euroasiática (Rusia, Asia Central): Con SPFS como alternativa a SWIFT, se enfoca en mantener operaciones financieras resilientes ante sanciones, con una fuerte orientación a los commodities, especialmente energía.
    • Clusters Regionales: Incluyen la integración financiera en ASEAN, los sistemas bancarios del Golfo, iniciativas como el AfCFTA en África o los proyectos de integración financiera sudamericana (como el SUR propuesto por Brasil y Argentina).

Implicaciones Estratégicas y Evolución Futura

El surgimiento del Arquipiélago Financiero implica un giro estructural para las organizaciones internacionales. Las multinacionales deberán rediseñar sus arquitecturas de tesorería, adaptarse a sistemas financieros paralelos, diversificar sus riesgos de forma más inteligente e invertir en capacidades que les permitan operar en múltiples marcos normativos y tecnológicos. Los bancos y gestoras de activos tendrán que adoptar modelos de operación multi-cluster, repensar sus portafolios de inversión y desarrollar capacidades sofisticadas de análisis de riesgo geopolítico-financiero.

A futuro, podemos anticipar varios escenarios posibles:

  1. Fragmentación Estable: Clusters regionales consolidados con interacción limitada y predecible. La eficiencia disminuye, pero la estabilidad relativa permite planificar a largo plazo.
  2. Fragmentación Dinámica: Cambio constante en las alineaciones financieras por razones geopolíticas. Implica alta volatilidad y requiere máxima adaptabilidad.
  3. Reintegración Parcial: Algunos clusters se reaproximan mediante acuerdos selectivos o tecnología interoperable. Otros se aíslan más.
  4. Desglobalización Financiera Profunda: Cada región opera con sistemas financieros autónomos. Las empresas deben elegir afiliaciones primarias y renunciar a la optimización global.

Estamos ante un cambio de época. La arquitectura financiera internacional, que durante décadas favoreció la eficiencia, la integración y la estandarización, se está disgregando en múltiples polos estratégicos, tecnológicos y monetarios. La economía política global se redefine, y con ella, las reglas del juego financiero. La navegación eficaz del Arquipiélago Financiero será una competencia clave del siglo XXI.

En este nuevo entorno, las organizaciones deberán abandonar los supuestos de interconectividad universal y desarrollar estrategias que equilibren resiliencia regional con visión global. La era de la hegemonía indiscutida del dólar y de la infraestructura financiera occidental ha dado paso a un sistema multipolar, complejo y fluido. La fragmentación, lejos de ser un fenómeno temporal, representa una tendencia estructural que marcará las finanzas internacionales en las próximas décadas.

Por Instituto IDHUS