¿Y si el mundo girara en torno a solo tres potencias? Rusia, China y EE.UU.: el triángulo del poder global

Imagínate que el mundo se maneja como una partida de ajedrez, pero con solo tres jugadores. No hay muchas reglas claras, cada uno mueve sus piezas a su manera, y todos los demás países… bueno, solo miran o se adaptan como pueden. Eso, en pocas palabras, es lo que implicaría una concentración real del poder global en solo tres países: Rusia, China y Estados Unidos.

Tres visiones, tres agendas

Estados Unidos representa el orden liberal occidental: democracia, libre mercado y un sistema financiero global que gira en torno al dólar. China, en cambio, mezcla capitalismo de Estado con un control político férreo, y promueve una visión de un mundo multipolar… siempre que ese “multipolar” le permita dominar su esfera de influencia en Asia y más allá. Rusia, por su parte, opera desde una lógica más agresiva, basada en el poder duro y el revisionismo geopolítico.

Este trío de titanes no ve el mundo de la misma manera. Pero si se consolidaran como únicos centros de poder, las dinámicas globales cambiarían radicalmente. Pasaríamos de un mundo (más o menos) multilateral a un tablero dominado por tres agendas que no necesariamente buscan el beneficio colectivo.


¿Cómo se ve eso en números?

  • Población combinada: entre los tres países suman más de 2.200 millones de personas (aprox. el 28% de la población mundial).
  • PIB combinado (2024): Estados Unidos (26,5 billones USD), China (17,7 billones USD), Rusia (1,9 billones USD). En conjunto, dominan cerca del 50% del PIB mundial.
  • Gasto militar: EE.UU. lidera con 877.000 millones USD, China ronda los 292.000 millones y Rusia, aunque oficialmente reporta unos 86.000 millones, podría gastar mucho más fuera de los libros. Juntos superan el 70% del gasto militar global.

Con estos datos, no es difícil imaginar por qué podrían terminar por controlar la economía, la seguridad, las rutas tecnológicas, la información y hasta las narrativas culturales del planeta.


Implicaciones políticas: ¿adiós al multilateralismo?

Una concentración de poder de esta magnitud significaría, en la práctica, que las decisiones globales dependerían casi exclusivamente de los intereses y negociaciones entre estas tres potencias. El papel de Naciones Unidas quedaría aún más simbólico. Instituciones como el FMI o el Banco Mundial, ya bastante influenciadas por EE.UU., podrían terminar como herramientas de geopolítica directa.

Y ojo: no hablamos solo de guerras o tratados. Hablamos de quién define las reglas del comercio, qué tecnologías se permiten o prohíben y qué modelos educativos, culturales y sociales se promueven o marginan.


Economía: más dependencia, menos autonomía

Muchos países —especialmente los del sur global— podrían quedar atrapados entre zonas de influencia económica. América Latina, África y buena parte del sudeste asiático serían vistos como tableros de expansión para inversiones, acuerdos bilaterales y préstamos con condiciones estratégicas.

Ya lo vemos con las Nuevas Rutas de la Seda chinas, el intervencionismo económico de EE.UU. en América Latina, o la influencia rusa en energía y seguridad en África y Europa del Este. Si solo hay tres polos dominantes, la competencia se vuelve más intensa… y las opciones de los demás se reducen drásticamente.


Tecnología y cultura: guerras invisibles

En un mundo tripolar, las batallas no solo se libran con tanques. La inteligencia artificial, la computación cuántica, los semiconductores, el espacio y los medios de comunicación globales se convierten en campos de guerra fría 2.0.

  • China apuesta por su propio ecosistema digital: TikTok, WeChat, Alibaba…
  • EE.UU. sigue liderando con Google, Apple, Microsoft, OpenAI…
  • Rusia promueve su ciberseguridad (y ciberespionaje) como arma estratégica.

¿El riesgo? Que se termine dividiendo el planeta en esferas tecnológicas cerradas, donde no puedas usar libremente internet, acceder a ciertos contenidos o compartir datos, según dónde vivas o con qué potencia esté alineado tu país.


¿Y a futuro qué?

Si este “triángulo del poder” se consolida, podríamos ver:

  • Menos cooperación global en temas cruciales como el cambio climático o pandemias.
  • Mayor militarización de regiones estratégicas, como el Ártico, el Indo-Pacífico o el espacio.
  • Nuevas guerras proxy, como en la Guerra Fría, pero más sofisticadas y digitales.
  • Mayor desigualdad entre países con poder y países sin voz, lo que puede generar tensiones sociales internas y olas migratorias.

También hay un riesgo muy real de que se erosione el concepto de “derechos universales”. Si las normas las dictan solo tres, el mundo se vuelve más pragmático y menos ético. Y eso no suele ser buena noticia para las democracias frágiles o las minorías.


En resumen

Un mundo dominado por EE.UU., China y Rusia no es ciencia ficción. Es una posibilidad cada vez más real. Pero, lejos de traer orden, estabilidad o progreso global, podría abrir la puerta a una era de competencia permanente, inestabilidad crónica y división profunda.

El reto, entonces, no es solo entender cómo piensan estas potencias, sino encontrar formas de fortalecer las voces que aún quedan fuera del podio. Porque un mundo de tres es, a fin de cuentas, un mundo demasiado pequeño para tanta diversidad.

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Por David González

Ingeniero de profesión y con formación en cooperación internacional, nuevas tecnologías y administración de empresas, es actualmente el director del Instituto IDHUS, en el que coordina todos sus proyectos y actividades.

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