Por Komlan Avoulete
Para el Centre for African Conflict and Development (CACD)
Traducción: Instituto IDHUS
El intento de golpe de Estado en la República Democrática del Congo (RDC) del 19 de mayo de 2024 no fue sólo otro intento fallido de hacerse con el poder. Expone una tendencia preocupante con implicaciones a largo plazo: el papel de la diáspora africana en la exacerbación de la inestabilidad en Estados africanos ya de por sí frágiles. Aunque África encierra un inmenso potencial, su estabilidad futura depende de cómo sus expatriados e inmigrantes, con sus complejas motivaciones y diversas lealtades, pueden impedir o acelerar el progreso. La persistente erosión de las instituciones democráticas en el continente, manifestada a través de golpes militares, manipulación electoral y enmiendas constitucionales respaldadas desde el extranjero, se convierte en una oportunidad para que estas comunidades ejerzan su influencia en los conflictos internos.
Un arma de doble filo: el impacto de la diáspora africana en la estabilidad
La diáspora africana, una población dispersa por todo el mundo, presenta tanto oportunidades como retos para la búsqueda de la estabilidad del continente. Dentro de la diáspora africana mundial, hay expatriados africanos que residen fuera del continente, a menudo por motivos temporales de trabajo o estudio, e inmigrantes africanos que se han trasladado permanentemente a otro país no africano, convirtiéndose normalmente en ciudadanos. Aunque factores como los conflictos, las dificultades económicas y los estudios impulsan esta emigración, los destinos más populares siguen concentrándose en Europa, Asia y Norteamérica. A pesar de la distancia, muchos mantienen fuertes lazos con sus países de origen y siguen de cerca la evolución política y social.
Recientemente, expatriados e inmigrantes africanos celebraron protestas en Europa y Estados Unidos. En Bélgica y Francia mostraron su solidaridad con la población de Kivu Norte, provincia del este de la República Democrática del Congo (RDC) atacada por el grupo rebelde M23. En Nueva York, personas con raíces en África Occidental protestaron contra la influencia de Estados Unidos y Francia en África Occidental. Todas estas protestas demuestran lo mucho que estas comunidades se preocupan por sus países de origen, aunque ahora vivan en otros lugares.
Por un lado, la diáspora africana inyecta valiosos recursos -inversiones financieras, Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y esfuerzos de promoción- que refuerzan los lazos entre sus países de adopción y sus tierras de origen. Esto fomenta la colaboración en iniciativas de desarrollo y refuerza las relaciones, sentando las bases para la cooperación presente y futura entre sus países de origen y su nuevo país.
Sin embargo, un segmento de la diáspora, en particular la procedente de regiones asoladas por la guerra o políticamente inestables, puede convertirse en una fuerza desestabilizadora. Al ser testigos de la corrupción y la represión que perciben, algunos se sienten obligados a apoyar a los movimientos de oposición, incluso a los que emplean tácticas violentas, contra regímenes considerados apoderados de las potencias occidentales. Esto alimenta las insurgencias, como ejemplifican los separatistas ambazonianos de Camerún, que reciben financiación y liderazgo del extranjero.
Los recientes golpes de Estado en Malí, Burkina Faso y Níger ponen de relieve la complejidad de la seguridad regional en el Sahel. Miembros de la diáspora africana, motivados por ideales panafricanos y críticos con la influencia histórica de Francia, han expresado su apoyo a la recién creada Alianza de Estados del Sahel (AES).
Esto pone de relieve una posible tensión: la aspiración de la diáspora a una mejor gobernanza en sus países de origen puede divergir de las prioridades de política exterior de sus naciones de adopción, creando un enigma de lealtad.
Veteranos de combate expatriados: ¿Una nueva fuerza desestabilizadora?
Los africanos que adquieren experiencia de combate en el extranjero, especialmente en zonas de conflicto, suscitan una nueva preocupación. La actual guerra en Ucrania se ha convertido en un nuevo campo de entrenamiento para combatientes de varios países. Los combatientes africanos que participan en uno u otro bando del conflicto corren el riesgo de regresar a casa con conocimientos avanzados de armamento e ideologías potencialmente radicalizadas. Sus motivaciones pueden ser diversas: desilusión con los regímenes respaldados por Occidente, apoyo a milicias étnicas o alineamiento con líderes panafricanos o prorrusos.
Los individuos con formación militar occidental y amplia experiencia de combate, aunque motivados por un deseo genuino de cambio, pueden aprovechar sus habilidades para socavar democracias frágiles. Esto crea una situación compleja: una confluencia de actores y acciones bienintencionados que debilitan inadvertidamente las instituciones estatales y los procesos democráticos.
La presencia de combatientes biafranos localizados en Ucrania ejemplifica esta preocupación. La posibilidad de que adquieran una formación de combate avanzada podría reforzar significativamente los movimientos secesionistas en Nigeria u otros países africanos. Además, la exposición a las narrativas prorrusas podría alimentar el sentimiento antioccidental, incitándoles a alinearse con regímenes prorrusos en África, lo que complicaría o reconfiguraría aún más el panorama geopolítico del continente.
Con el creciente aumento de la influencia rusa en el continente, sus relaciones militares con países africanos, especialmente con la Alianza de Estados del Sahel, los fuertes sentimientos antioccidentales y el rechazo de las democracias a las órdenes de detención de la Corte Penal Internacional (CPI) contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y otros dirigentes israelíes, que se considera otra manifestación del doble rasero de Occidente, esos veteranos combatientes africanos podrían tener la condición de ayudantes más que de desestabilizadores cuando vuelvan a luchar junto a su pueblo.
Contrarrestar la marea: un enfoque polifacético
La tendencia de la influencia de la diáspora en los conflictos internos de África supone un reto importante, pero existen estrategias para mitigar su impacto. Es crucial un enfoque multifacético que aborde las causas profundas de la inestabilidad y fomente un cambio positivo.
La piedra angular de este enfoque reside en promover democracias sólidas y un desarrollo integrador en toda África. La reciente oleada de acontecimientos preocupantes -intentos de prolongar los mandatos presidenciales, elecciones amañadas y retroceso de las reformas democráticas- crea un terreno fértil para la inestabilidad. Fortalecer las instituciones democráticas, garantizar unas elecciones libres y justas y defender el Estado de derecho son los primeros pasos esenciales.
Al mismo tiempo, es fundamental promover un desarrollo económico que beneficie a toda la población. La pobreza generalizada, la falta de oportunidades y el sentimiento de marginación pueden crear un caldo de cultivo para el descontento, haciendo a los individuos más susceptibles a las ideologías radicales o al reclutamiento por parte de grupos insurgentes y empresas militares privadas.
Los actores internacionales deben adoptar un enfoque matizado. Las intervenciones anteriores en la región del Sahel han dado resultados desiguales, lo que sugiere que las soluciones puramente militares son insostenibles. Cualquier intervención futura debe formar parte de una estrategia global que aborde las causas subyacentes de la inestabilidad, como la pobreza, las tensiones étnicas, los fallos en la gobernanza y, lo que es más importante, el respeto de la soberanía de los países y una asociación que no se base en la intimidación y el acoso de sus aliados occidentales. Es crucial centrarse en la capacitación de los ejércitos africanos y las fuerzas de seguridad regionales para que puedan hacer frente a las amenazas internas, fomentando al mismo tiempo un sentimiento de propiedad sobre las soluciones de seguridad.
Los africanos occidentales y los observadores consideran que la CEDEAO, que supuestamente debería desempeñar un papel de liderazgo en África Occidental, es una entidad sustituta de Estados Unidos y Francia y una institución poco fiable. La Alianza de Estados del Sahel, aunque frágil en la actualidad, puede convertirse en la piedra angular de un enfoque más sólido de la inseguridad que conduzca al desarrollo y la estabilidad de la región del Sahel. La reciente maniobra militar denominada «Tarhanakal» o «Amor a la Patria», cuyo objetivo es reforzar las capacidades de resistencia de las fuerzas de la Alianza de Estados del Sahel (AES) frente a todas las amenazas potenciales, así como fortalecer la interoperabilidad y la cooperación» entre los ejércitos de los países participantes -Burkina Faso, Malí, Níger, Chad y Togo- es un gran ejemplo para el desarrollo de capacidades dentro de la región.
El compromiso constructivo con toda la diáspora africana es otro elemento crucial. Muchos miembros de la diáspora poseen valiosos conocimientos y experiencia que pueden aprovecharse para un cambio positivo. Fomentar el diálogo entre la diáspora y sus gobiernos de origen puede crear oportunidades de colaboración en iniciativas de desarrollo, resolución de conflictos y reformas democráticas. Países africanos como Ghana y Ruanda son ejemplos clave al tender puentes entre la diáspora y sus países de origen para crear mejores condiciones para las inversiones y el desarrollo. Las comunidades de la diáspora pueden ser una poderosa fuerza para el cambio positivo, pero sólo si sus energías se canalizan de forma productiva.
Ignorar la tendencia de los expatriados e inmigrantes a influir en los conflictos africanos sería un grave error. Reconociendo el potencial de desestabilización y tomando medidas de iniciativa, los líderes pueden contribuir a garantizar un futuro más pacífico y próspero para África. Para ello se requiere un enfoque múltiple que combine la promoción de la democracia y el desarrollo, el fomento de un diálogo constructivo con la diáspora y la garantía de un compromiso internacional responsable. Sólo mediante una estrategia global podrán los países africanos mitigar los riesgos que plantean algunos de sus propios habitantes y crear un futuro más estable y seguro.