Plataformas digitales y seguridad vial en África: el caso de las mototaxis en Kampala

En muchas ciudades africanas, las mototaxis se han convertido en un componente esencial del transporte urbano, combinando agilidad y accesibilidad en contextos de alta congestión y precariedad infraestructural. En Kampala, Uganda, plataformas digitales como SafeBoda surgieron con la promesa de profesionalizar el sector y mejorar la seguridad vial mediante la tecnología. Analizamos cómo, pese a estas intenciones, el modelo económico de las plataformas genera nuevas formas de vulnerabilidad laboral y reproduce dinámicas que comprometen la seguridad de los conductores. Esta reflexión invita a repensar críticamente el papel de la innovación digital en la transformación del transporte informal en el Sur Global

 

Los conductores de mototaxis esperan a sus clientes en Kampala, la capital de Uganda. Michele Spatari/AFP vía Getty Images

En las últimas dos décadas, la urbanización acelerada y el crecimiento demográfico en muchas ciudades africanas han generado una presión considerable sobre los sistemas de transporte urbano. En este contexto, las motocicletas tipo taxi, conocidas comúnmente como boda bodas en Uganda, han emergido como una solución informal pero eficaz para responder a las necesidades cotidianas de movilidad. En Kampala, capital de Uganda y una de las ciudades más congestionadas del continente, las mototaxis representan uno de los medios de transporte más accesibles, rápidos y adaptables a las realidades físicas y económicas de la ciudad. Sin embargo, esta aparente eficiencia tiene un alto costo: la inseguridad vial.

Según datos de la policía de Kampala, aunque las boda bodas representan aproximadamente un tercio de los desplazamientos en transporte público dentro de la ciudad, estuvieron involucradas en el 80% de las muertes por accidentes viales registradas en 2023. Esta desproporción refleja no solo la precariedad estructural del sistema de transporte informal, sino también la falta de regulación efectiva y la presión económica sobre los conductores, quienes operan en condiciones laborales extremadamente vulnerables.

En este escenario, surgieron las plataformas digitales de transporte como una promesa de modernización, eficiencia y, sobre todo, de mejora en la seguridad vial. Empresas como SafeBoda, pionera en Uganda desde 2014, ofrecieron una propuesta innovadora que articulaba tecnología móvil, principios de economía de plataforma y una narrativa orientada a la seguridad. El modelo propuesto consistía en integrar a los conductores en un sistema digitalizado que no solo optimizara la asignación de viajes, sino que también impusiera estándares mínimos de conducta profesional, incluyendo el uso obligatorio del casco, la capacitación en normas de tránsito y la supervisión por parte de agentes de campo.

En sus primeros años, la propuesta generó entusiasmo tanto en medios de comunicación como en la comunidad académica. Diversos estudios, como uno realizado en 2017, sugirieron que los conductores afiliados a plataformas digitales tendían a mostrar comportamientos más seguros que sus pares no afiliados. Estos resultados fueron utilizados para sustentar la idea de que las plataformas digitales podrían ser instrumentos eficaces para profesionalizar y formalizar el caótico y peligroso sector del transporte informal en África urbana.

No obstante, investigaciones más recientes han puesto en cuestión esta narrativa optimista. Un análisis más profundo, basado en entrevistas cualitativas a 112 conductores y una encuesta a 370 trabajadores del sector en Kampala, revela que la lógica estructural del modelo de plataformas digitales puede entrar en conflicto directo con los objetivos de seguridad que proclama. En efecto, el modelo de negocios basado en la economía de plataformas no ofrece salarios fijos ni beneficios laborales tradicionales; en su lugar, se sustenta en un esquema de trabajo por encargo (gig economy) donde los ingresos dependen exclusivamente del número de viajes realizados, es decir, del rendimiento individual.

Este modelo genera una suerte de “trampa de velocidad”: por un lado, se imponen códigos de conducta y protocolos de seguridad; por otro, se establece una presión implícita para maximizar la cantidad de viajes en el menor tiempo posible, como único medio de alcanzar ingresos dignos. La competencia feroz entre conductores y la disminución progresiva de las tarifas por viaje —debido a la saturación del mercado y las altas comisiones impuestas por las plataformas (entre 15% y 20%)— fuerzan a los conductores a conducir más rápido, asumir riesgos innecesarios y extender sus jornadas laborales, a menudo sin pausas ni descansos adecuados.

Este fenómeno no es exclusivo de Uganda, sino que se inscribe en una tendencia más amplia observada en los sistemas de transporte informal en África subsahariana. Múltiples investigaciones han documentado cómo la presión financiera sobre los trabajadores del transporte, combinada con la falta de marcos regulatorios estables y la inexistencia de redes de seguridad social, contribuye a comportamientos de riesgo que incrementan la incidencia de accidentes. El exceso de velocidad, la conducción temeraria, las largas jornadas laborales y la falta de mantenimiento adecuado de los vehículos son prácticas frecuentes derivadas de una estructura económica que prioriza la rentabilidad inmediata sobre la sostenibilidad del trabajo y la seguridad vial.

En el caso concreto de SafeBoda y otras plataformas similares en Kampala, aunque los ingresos brutos semanales de los conductores digitales pueden superar en promedio un 12% a los de sus pares tradicionales, esta aparente ventaja se diluye cuando se consideran los costos adicionales que deben asumir: datos móviles para mantener la conexión a la plataforma, mayor consumo de combustible debido al incremento en la cantidad de viajes, desgaste de los vehículos, y el uso de equipos obligatorios como cascos y uniformes que son propiedad de la empresa. El resultado es que, al final del día, el esfuerzo adicional requerido para mantenerse competitivo en la plataforma no se traduce en un ingreso neto superior.

Además, el estatus legal de los conductores como contratistas independientes los excluye de cualquier derecho laboral básico, incluyendo seguro de salud, licencias por enfermedad, o indemnización por accidentes. Esta situación profundiza su vulnerabilidad y reproduce una lógica de precariedad estructural disfrazada bajo el discurso de la innovación y el emprendimiento.

Desde una perspectiva crítica, es necesario repensar el rol de las plataformas digitales en la transformación del transporte urbano en el Sur Global. Aunque estas pueden ofrecer soluciones parciales a problemas estructurales, como la falta de organización del transporte informal y la ausencia de estándares de calidad, su lógica empresarial orientada a la maximización del lucro puede entrar en contradicción con objetivos de interés público como la seguridad vial, la equidad laboral y la sostenibilidad urbana.

En el caso de Kampala, las plataformas como SafeBoda no han modificado sustancialmente las condiciones estructurales de precariedad en el sector, y en algunos aspectos pueden incluso haberlas intensificado. Si bien no son responsables de haber creado dichas condiciones, al insertarse en ellas sin modificar sus fundamentos, terminan por perpetuarlas e incluso exacerbarlas.

La evaluación reciente de uno de los primeros inversionistas de SafeBoda lo expresa de forma clara: en lugar de considerar a las plataformas como vehículos seguros para la reforma del transporte urbano en África, es necesario reconocerlas como instrumentos riesgosos, cuyo impacto debe ser evaluado cuidadosamente antes de ser promovido como solución de política pública. La experiencia de Kampala nos recuerda que la tecnología, por sí sola, no basta para transformar realidades sociales complejas. Sin un marco regulador robusto, una institucionalidad sólida y un enfoque centrado en los derechos laborales y la justicia social, cualquier intento de modernización del transporte urbano corre el riesgo de reproducir, bajo una nueva fachada, las mismas lógicas de exclusión y riesgo que pretende superar.

Por Instituto IDHUS

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