Nuevo descubrimiento de gas en el Mar Negro: un hito estratégico para la autonomía energética y el reposicionamiento geopolítico de Turquía

El reciente descubrimiento de una importante reserva de gas natural en el Mar Negro marca un momento crucial para Turquía, tanto en términos de seguridad energética como de proyección geopolítica. Este hallazgo refuerza los esfuerzos del país por reducir su dependencia de las importaciones y posicionarse como un actor clave en el comercio energético regional. En un contexto internacional marcado por la crisis energética y la reconfiguración de alianzas, Turquía avanza hacia una mayor autonomía estratégica

Turquía ha incrementado en los últimos años las actividades de prospección de petróleo y gas en alta mar. Crédito: Kristina Kasputienė de Pixabay.

El reciente anuncio del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan sobre el hallazgo de una nueva reserva de gas natural en el Mar Negro representa un punto de inflexión no solo para la política energética del país, sino también para su posicionamiento geopolítico en una región marcada por tensiones estratégicas, rivalidades energéticas y reconfiguraciones de poder. Con un volumen estimado de 75.000 millones de metros cúbicos (bcm), esta reserva —ubicada en el pozo Göktepe-3, a una profundidad de 3.500 metros y a 165 kilómetros de la costa— refuerza significativamente el potencial energético de Turquía, cuya dependencia histórica de las importaciones ha sido uno de los principales lastres para su balanza comercial y su autonomía estratégica.

Este descubrimiento fue llevado a cabo por el buque de perforación Abdülhamid Han, una nave de séptima generación equipada con tecnología de punta, que simboliza el avance técnico y operativo que ha experimentado la nación en materia de exploración offshore. El pozo Göktepe-3 se encuentra dentro del denominado Campo Göktepe, próximo al campo gasífero Sakarya, el cual ya es considerado como el proyecto energético más ambicioso de la historia moderna de Turquía. La integración técnica y geológica entre ambos campos permitirá, según estimaciones preliminares, una optimización de los costos de explotación y una rápida conexión con la infraestructura de producción existente.

Ubicación de los pozos de gas en el Mar Negro – Grafico: Daily Sabah

El presidente Erdoğan subrayó que esta nueva reserva, valorada en aproximadamente 30.000 millones de dólares al tipo de cambio actual, podría abastecer las necesidades domésticas de gas natural durante 3,5 años. Esta cifra, si bien impresionante en términos cuantitativos, debe interpretarse dentro de un marco temporal escalonado, ya que la producción no será inmediata ni se explotará de manera total en un solo periodo. Tal como indicó Oğuzhan Akyener, presidente del Centro de Investigación de Estrategias y Políticas Energéticas de Turquía (TESPAM), el desarrollo se realizará progresivamente, previéndose una producción máxima de entre 5 y 6 bcm por año. Esto representaría entre un 7% y un 8% del consumo anual de gas del país, que ronda los 60 bcm, según datos del Ministerio de Energía y Recursos Naturales.

Desde una perspectiva geoeconómica, este hallazgo se inscribe en una estrategia nacional de largo plazo orientada a disminuir la dependencia estructural de Ankara respecto a sus proveedores tradicionales de energía, entre los que destacan Rusia, Irán y Azerbaiyán. Actualmente, Turquía importa alrededor del 99% de su gas natural, situación que la expone a las fluctuaciones del mercado internacional, las presiones geopolíticas y las crisis regionales. En este contexto, cada metro cúbico de gas producido en territorio turco o en su plataforma continental representa no solo un ahorro económico, sino también un activo estratégico que reduce la vulnerabilidad externa del país.

Pero más allá del ahorro directo en la balanza comercial, el gas del Mar Negro tiene implicaciones geopolíticas profundas. Turquía se encuentra en una posición privilegiada como nexo energético entre Asia Central, Oriente Medio y Europa, y este descubrimiento le permite consolidarse como un nodo clave en la seguridad energética del continente. A medida que Europa busca diversificar sus fuentes de suministro para reducir su dependencia del gas ruso tras la invasión de Ucrania en 2022, Turquía emerge como un socio estratégico, tanto en términos de tránsito como de abastecimiento. Ya se han establecido corredores de exportación hacia los Balcanes y el Cáucaso, y recientemente se anunció la intención de extender estos flujos hacia Siria y Najicheván, lo que convertiría a Turquía no solo en un importador neto más autónomo, sino en un actor exportador con influencia regional.

Este reposicionamiento energético se ve reforzado por las crecientes inversiones en tecnología de perforación y desarrollo de infraestructura, así como por los acuerdos estratégicos con países como Azerbaiyán, Libia y Somalia, donde Turquía ha incrementado su presencia en exploración de hidrocarburos. El enfoque multidimensional de Ankara no se limita a la producción interna, sino que busca articular una política exterior energética que le permita extender su influencia en regiones clave mediante cooperación técnica, participación en consorcios internacionales y presencia física a través de sus empresas estatales como TPAO (Turkish Petroleum Corporation).

El Mar Negro, históricamente considerado como un espacio secundario en las rutas energéticas globales, se está transformando en un escenario de competencia estratégica entre potencias regionales y globales. La actividad de Turquía en esta zona se produce en paralelo a los intereses de Rusia, Ucrania, Rumanía y Bulgaria, todos con reivindicaciones y proyectos en curso. En este contexto, la capacidad de Ankara para consolidar sus descubrimientos y traducirlos en proyectos de exportación sostenibles será determinante para su liderazgo regional.

El hallazgo también debe ser analizado a la luz de las tensiones internas y externas que enfrenta el gobierno turco. En un momento de elevada inflación, déficit en cuenta corriente y presiones económicas derivadas de los mercados internacionales, los éxitos energéticos constituyen una narrativa potente que refuerza el discurso político del presidente Erdoğan y legitima su política de industrialización nacional. Asimismo, le otorga mayor margen de maniobra frente a actores como la Unión Europea, Estados Unidos o el FMI, al reducir su exposición a condicionamientos externos.

Por último, en términos medioambientales y de sostenibilidad, la explotación de gas natural —aunque más limpia que el carbón o el petróleo— sigue siendo parte del modelo de combustibles fósiles. Turquía, que se ha comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono para 2053, enfrenta el desafío de equilibrar su política de seguridad energética con sus compromisos climáticos. La inversión paralela en energías renovables, particularmente en solar y eólica, será clave para garantizar una transición energética coherente con los objetivos globales de descarbonización.

En conclusión, el nuevo descubrimiento de gas en el Mar Negro no es un episodio aislado, sino un capítulo dentro de una estrategia nacional ambiciosa que busca redefinir el papel de Turquía como potencia energética y eje geopolítico regional. Su impacto se extenderá no solo al ámbito económico y energético, sino también a la arquitectura de poder en Eurasia, reforzando el papel de Ankara como mediador, proveedor y actor soberano en un mundo cada vez más interdependiente y tensionado por la competencia por los recursos.

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