Nepal, enclavado entre dos potencias regionales como China e India, se ha convertido en un actor estratégico clave en la creciente competencia geopolítica del sur de Asia. La intensificación de los vínculos bilaterales entre Katmandú y Pekín, impulsada por la Iniciativa de la Franja y la Ruta, está transformando profundamente las dinámicas regionales

La República Popular China (RPC) y la República Federal Democrática de Nepal mantienen una relación bilateral cada vez más estrecha que responde a una serie de intereses estratégicos y económicos que se inscriben dentro del proyecto chino de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Este vínculo, más allá de su dimensión bilateral, se proyecta sobre la compleja arquitectura geopolítica del sur de Asia, una región caracterizada por la rivalidad entre grandes potencias, la fragilidad de sus economías emergentes, y el dinamismo geoeconómico que proviene del reposicionamiento asiático en la economía global del siglo XXI.
Ubicado entre dos gigantes geopolíticos —India y China—, Nepal representa un caso singular en el tablero estratégico asiático. Su rol como Estado tampón no sólo deriva de su posición geográfica entre dos países con fronteras compartidas y una historia de tensiones armadas, sino también de su necesidad constante de equilibrar su soberanía nacional frente a la presión económica, política y cultural de sus vecinos. Desde el conflicto sino-indio de 1962, que enfrentó a Pekín y Nueva Delhi por territorios disputados en Aksai Chin y Arunachal Pradesh, el gobierno de Katmandú ha adoptado una política exterior caracterizada por la no alineación, la neutralidad activa y la búsqueda de reconocimiento internacional como “Zona de Paz”. Esta doctrina, aunque ambiciosa, enfrenta cada vez mayores tensiones debido a la expansión sistemática de la influencia china en todos los niveles del Estado nepalí.
El lanzamiento de la Iniciativa de la Franja y la Ruta por parte del presidente Xi Jinping en 2013 supuso un punto de inflexión en las relaciones bilaterales. Nepal fue rápidamente identificado por Pekín como un socio estratégico para consolidar su influencia económica y militar en el sur de Asia. Este interés se refleja en una serie de acuerdos bilaterales firmados entre ambos países que abarcan desde cooperación energética hasta asistencia militar. En este contexto, Nepal no sólo es visto como una vía de acceso a mercados del sur de Asia, sino también como una plataforma de apoyo logístico y diplomático para contrarrestar la hegemonía india en la región y reforzar el proyecto del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), que busca conectar el oeste de China con el mar Arábigo, reduciendo la dependencia del Estrecho de Malaca, una vía crítica para el comercio energético chino.
Desde el punto de vista geoeconómico, el involucramiento de China en Nepal ha seguido un patrón claro de inversiones en infraestructura crítica. Uno de los proyectos más emblemáticos es la central hidroeléctrica Upper Trishuli-1, que, con una capacidad estimada de 216 megavatios, forma parte del plan nepalí para diversificar su matriz energética y disminuir la dependencia del carbón y de importaciones energéticas. Este proyecto, gestionado localmente pero con un importante apoyo técnico de la Power Construction Corporation of China Ltd., se inscribe en una tendencia más amplia de inversión en sectores estratégicos como la energía, el transporte y las telecomunicaciones.
Del mismo modo, la construcción del Aeropuerto Internacional Regional de Pokhara por parte de la empresa China CAMC Engineering Co., con financiación del Eximbank de China, es un ejemplo claro de cómo Pekín utiliza la diplomacia de infraestructuras para extender su influencia. Este aeropuerto, inaugurado en 2023 con un coste cercano a los 216 millones de dólares, no sólo representa una mejora en la conectividad aérea de Nepal, sino también una manifestación tangible del poder blando chino, que combina préstamos preferenciales con proyectos visibles para aumentar su prestigio internacional.
No obstante, este tipo de cooperación plantea importantes riesgos. La creciente dependencia financiera de Katmandú respecto a Pekín podría derivar en una “trampa de deuda” similar a la observada en Sri Lanka con el puerto de Hambantota. En el periodo comprendido entre julio de 2023 y abril de 2024, el comercio bilateral alcanzó los 94.250 millones de rupias nepalesas (aproximadamente 709 millones de dólares), un incremento significativo frente a los 40.000 millones del mismo periodo del año anterior. Sin embargo, este aumento está marcado por una asimetría estructural: mientras que las importaciones nepalíes desde China (principalmente bienes de alta tecnología) se sitúan en torno a los 696 millones de dólares, las exportaciones de Nepal apenas alcanzan los 12,3 millones. Este desequilibrio comercial no sólo limita la capacidad de negociación de Nepal, sino que refuerza una lógica de subordinación económica con graves implicancias para su autonomía fiscal y soberanía industrial.
En paralelo al componente económico, China ha incrementado de forma sustancial su cooperación militar con Nepal. En 2017, entregó equipos por valor de 32,3 millones de dólares al ejército nepalí, y en 2023 se firmó un acuerdo por 45 millones con la corporación estatal China North Industries Corporation para la provisión de vehículos blindados, armamento y transporte táctico. Ese mismo año se formalizó el ejercicio conjunto “Amistad Sagarmatha”, orientado a fortalecer las capacidades de gestión de crisis, antiterrorismo y control fronterizo. Desde la perspectiva china, el fortalecimiento de las capacidades militares nepalíes no sólo ayuda a consolidar su presencia estratégica en el Himalaya, sino que también contribuye a limitar la penetración india en una región que Nueva Delhi considera históricamente como parte de su esfera de influencia natural.
Este tipo de cooperación multidimensional —infraestructura, comercio, defensa, cultura— encarna la estrategia china de “poder inteligente”, que combina herramientas duras y blandas para generar dependencia sin necesidad de intervención directa. En el contexto del sur de Asia, esta estrategia está alterando de forma significativa el equilibrio regional, donde India se ve cada vez más presionada para reaccionar ante el avance silencioso pero constante de China. Para Nueva Delhi, el fortalecimiento de los vínculos sino-nepalíes representa no sólo una amenaza en términos militares, sino también una señal preocupante sobre la pérdida de influencia diplomática en lo que históricamente ha sido su “patio trasero geopolítico”.
El caso de Nepal es, por tanto, paradigmático para entender las nuevas dinámicas geoeconómicas que están redefiniendo el sur de Asia en el siglo XXI. En un escenario global caracterizado por la multipolaridad, las economías pequeñas y medianas como la nepalí se ven obligadas a navegar entre alianzas estratégicas contradictorias, con el fin de maximizar beneficios sin comprometer su soberanía. Si bien la apertura hacia China ha permitido a Nepal acceder a recursos, tecnología y visibilidad internacional, también ha planteado dilemas importantes en cuanto a su modelo de desarrollo, su política exterior y su papel dentro del sistema regional de seguridad.
En conclusión, el fortalecimiento de las relaciones China-Nepal debe entenderse no sólo como un fenómeno bilateral, sino como parte de una reconfiguración más amplia del orden asiático. Pekín, a través de la BRI, busca convertir a Nepal en un nodo clave de su red continental, asegurando corredores logísticos, consolidando aliados militares y proyectando su influencia más allá del Tíbet y del corredor himalayo. Frente a este desafío, Nepal enfrenta una encrucijada histórica: aprovechar las rivalidades entre las potencias para reforzar su posición internacional, o convertirse en una pieza pasiva dentro de una competencia geopolítica cada vez más intensa. Su capacidad para mantener una política de no alineación efectiva dependerá en gran medida de su habilidad para diversificar sus alianzas, fortalecer sus instituciones democráticas y mantener una visión estratégica de largo plazo en un entorno regional en transformación.