Mali: el Azawad, hombres, terreno, aliados y tiempo

Mali: el Azawad, hombres, terreno, aliados y tiempo

Abdoulahi ATTAYOUB

La evolución actual de la situación en Malí hace prever una reorganización del dispositivo de seguridad en torno al destino de Kidal. Reforzado por la consolidación de su alianza con Rusia, Malí espera invertir el curso de la historia y frustrar las esperanzas de Azawad de federarse algún día con Malí o de ser autónomo en la gobernanza de su territorio.

La derrota de Famas y la estrategia rusa en África

Al aceptar servir de punto de apoyo a la nueva estrategia de Rusia en África Occidental, Malí se fija claramente como objetivo prioritario poner fin a los fracasos militares que sufre en Azawad desde 1963. Traumatizado por su debacle de 2014 en Kidal, el ejército maliense no tendría otro objetivo que lavar esta afrenta. En la ofensiva de mayo de 2014, Malí puso todo su potencial militar de entonces, en términos de equipos y hombres, para tomar la ciudad por la fuerza y esperar destruir el proyecto político que ahora simboliza. Tras haberse beneficiado de varios programas de formación impartidos por estadounidenses y europeos, los militares malienses se consideraron preparados para frenar definitivamente las ambiciones de los pueblos del Norte con el fin de preservar el sistema político que les legaron los franceses al final del periodo colonial.

Una nueva doctrina

La determinación y los conocimientos militares de los combatientes de Azawad se impusieron a la vehemencia mal calibrada de las autoridades malienses de la época. Esta aventura sigue siendo una mancha en el orgullo y el mito vendidos a la opinión pública de Bamako. Para hacer la guerra hace falta material, pero también dominio del terreno y, sobre todo, calidad guerrera y determinación de los hombres. En su nueva doctrina político-militar, Mali parece apostar por la cantidad de armas y la propaganda orquestada en las redes sociales para desvincularse de los acuerdos de paz de Argel y poner fin al proceso iniciado por la comunidad internacional. La comunidad internacional no siempre ha sido coherente ni proactiva en su patrocinio y gestión de los distintos acuerdos desde 1990. No se ha dotado de los medios necesarios para poner en marcha las salvaguardias necesarias para que los distintos actores respeten sus compromisos de aplicación de los acuerdos y permitan así aclarar las cuestiones de seguridad actuales.

En definitiva

Malí debe guardarse de sobrestimar el ascenso de su posición político-militar y el impacto que sus nuevas alianzas podrían tener sobre el terreno. La recomposición de las apuestas podría resultar más favorable al proyecto de Azawad de estabilizar y asegurar el Sahel. Las convulsiones de la geopolítica regional podrían dar lugar a acontecimientos inesperados, frustrando las fantasías de ciertos extremistas de Bamako. Por su parte, los movimientos político-militares del Azawad pueden dar la impresión de una actitud de espera que reduzca su credibilidad y la legibilidad de su proyecto político. Los movimientos firmantes deberían adaptar su estrategia operativa para responder de forma gradual y adecuada a las arriesgadas provocaciones de un ejército necesitado de una gesta militar. Se han dejado distraer por los demás actores de la lucha contra el yihadismo, que reducen los problemas del Sahel a una cuestión de seguridad, ocultando convenientemente los orígenes políticos de los conflictos entre los Estados centrales y ciertas comunidades de la región. Además, la participación de los movimientos firmantes en los órganos de transición parece estar dando resultados contrarios a los que cabría esperar. En lugar de servir a la paz y al acercamiento de las partes, esta participación ha sido hábilmente mal utilizada por el sistema en el poder en Bamako, absorbiendo a ciertos líderes de los movimientos firmantes y neutralizando su compromiso político, que les ha llevado hasta donde se encuentran hoy. Además de minar la credibilidad política de los así «recuperados», esta caza furtiva corre el riesgo de hacer cada vez más ilegible la estrategia del Azawad en sus relaciones con Malí. La pasividad de la comunidad internacional y la desconfiada actitud de espera de los movimientos firmantes podrían acabar descalificándoles y llevarles a conformarse con la «integración» como único consuelo a su fracaso político. Las reformas institucionales, que están en el corazón de los acuerdos y de las aspiraciones de los pueblos, así como el único camino hacia una paz duradera, corren el riesgo de quedarse en el camino, como ha ocurrido cada vez que se han aplicado acuerdos de paz sin una verdadera determinación por parte de los movimientos para llevar su lucha hasta el final.

Pogromos, pasado, presente y futuro

Malí puso fin a toda esperanza de reivindicar una legitimidad defendible sobre Azawad cuando, durante décadas, se entregó a pogromos étnicos dirigidos contra determinadas comunidades de esta zona. Prácticamente todas las ciudades y aldeas del Azawad han sufrido masacres. En total, miles de civiles han sido asesinados por el Estado maliense, movido por una tentación genocida hacia ciertas comunidades cuyos territorios sigue reclamando hoy en día.