Con el auge de las inversiones tecnológicas y el impulso de proyectos urbanos inteligentes, Malasia se posiciona como un actor emergente en la economía digital del sudeste asiático. Sin embargo, la brecha entre visión y ejecución revela desafíos estructurales que amenazan con frenar ese impulso. Analizamos el papel crucial que juega la infraestructura —desde el diseño térmico hasta la gobernanza de datos— en la materialización de estas ambiciones. El éxito de las ciudades inteligentes malayas dependerá de su capacidad para escalar soluciones sostenibles, eficientes y coherentes a largo plazo

Malasia se encuentra en una coyuntura crítica de su transformación digital, marcada por una serie de desarrollos estratégicos que reflejan una visión ambiciosa de futuro. En los últimos años, el país ha comenzado a atraer inversiones significativas en infraestructura digital, particularmente en centros de datos de última generación, por parte de gigantes tecnológicos globales como Google, Microsoft y Nvidia. Estas inversiones, que se calculan en miles de millones de ringgit, se insertan en una estrategia más amplia que busca posicionar al país como un nodo clave dentro del ecosistema digital del sudeste asiático. Paralelamente, se están gestando iniciativas urbanas de gran envergadura en zonas como Cyberjaya, i-City e Iskandar Malaysia, concebidas como laboratorios urbanos donde se ensayan soluciones tecnológicas que, en teoría, podrían redefinir la gestión urbana, la movilidad, la salud y la sostenibilidad ambiental.
En este contexto, Malasia no carece de ambición ni de visión estratégica. Sin embargo, el verdadero reto reside en la capacidad del país para traducir esa visión en realidades tangibles y sostenibles. Ya no se trata únicamente de anunciar proyectos piloto o captar inversiones extranjeras, sino de consolidar una infraestructura tecnológica y regulatoria capaz de escalar y adaptarse a largo plazo. Las ciudades inteligentes, entendidas como entornos urbanos interconectados y gestionados a partir del análisis masivo de datos, requieren no solo de dispositivos y conectividad, sino de sistemas complejos que integren a múltiples actores y que respondan coherentemente a las necesidades sociales, económicas y medioambientales.
El Malaysia Smart City Framework (MSCF) 2019-2025 constituye un esfuerzo normativo para alinear las políticas públicas con estas nuevas exigencias. El marco establece prioridades como la movilidad inteligente, la gobernanza digital, la eficiencia energética, la planificación urbana sostenible y el acceso equitativo a los servicios digitales. No obstante, la implementación práctica del MSCF ha enfrentado múltiples desafíos. A pesar del entusiasmo inicial y de algunos avances puntuales, como los programas de monitoreo urbano en Iskandar Malaysia, la transición desde la planificación estratégica hasta la ejecución a gran escala ha sido desigual y fragmentaria.
Uno de los principales obstáculos estructurales es la disponibilidad y el uso del suelo urbano. En áreas metropolitanas como el Gran Kuala Lumpur y Johor Bahru, la presión sobre la tierra disponible limita la instalación de infraestructuras físicas críticas, como centros de datos, estaciones de transmisión 5G, redes de fibra óptica o estaciones de carga para vehículos eléctricos. A esto se suma una escasez persistente de profesionales altamente cualificados en campos como la inteligencia artificial, la ingeniería de datos, la ciberseguridad y la gestión de infraestructuras digitales. Este desajuste entre la oferta de talento y la demanda tecnológica representa un cuello de botella que puede comprometer la capacidad del país para competir en una economía digital global cada vez más exigente.
Asimismo, la existencia de cuellos de botella normativos y administrativos ralentiza considerablemente los procesos de implementación. El despliegue de infraestructura de conectividad, como la banda ancha fija y la red 5G, ha sido obstaculizado por procesos burocráticos lentos y descoordinados. Según el informe del Auditor General de 2024, aproximadamente el 60% de los proyectos de expansión de banda ancha experimentaron retrasos significativos debido a la lentitud en la aprobación de permisos de construcción y uso de suelo, que en algunos casos se extienden por más de medio año. Este fenómeno se ve agravado por la falta de estándares homogéneos entre los distintos niveles de gobierno local, lo que genera incertidumbre jurídica e inhibe la inversión privada.
El caso del despliegue de la red 5G es ilustrativo. Aunque la cobertura nacional alcanzó un 81,5% en abril de 2024, la implementación de una segunda red comercial ha sido pospuesta indefinidamente debido a disputas en torno a la gobernanza de Digital Nasional Berhad (DNB), el organismo estatal encargado del desarrollo de esta infraestructura. La ausencia de una coordinación efectiva entre los actores públicos y privados ha generado tensiones que ponen en riesgo el objetivo de alcanzar una cobertura completa y confiable, elemento fundamental para habilitar aplicaciones urbanas como el tráfico automatizado, los sistemas de seguridad inteligente o el monitoreo ambiental en tiempo real.
Otro aspecto crítico en la construcción de ciudades inteligentes es la gestión y protección de los datos. El sistema nacional Pangkalan Data Utama (PADU), concebido como una plataforma centralizada de datos socioeconómicos, ha generado controversias relacionadas con la privacidad, la seguridad y la transparencia en el manejo de la información ciudadana. Estas preocupaciones reflejan una tensión creciente entre el avance tecnológico y los derechos fundamentales, y evidencian la necesidad de marcos legales robustos que garanticen tanto la funcionalidad del sistema como la confianza pública.
En paralelo, el diseño de la infraestructura física debe adaptarse a las particularidades climáticas del país. En un entorno tropical como el malasio, la eficiencia térmica no es un lujo, sino una necesidad estratégica. Los centros de datos, esenciales para procesar grandes volúmenes de información, consumen enormes cantidades de energía y agua, especialmente si emplean sistemas tradicionales de enfriamiento por aire. Se estima que una instalación de 100 megavatios puede consumir más de cuatro millones de litros de agua al día. En este sentido, las tecnologías híbridas de refrigeración líquida emergen como una solución prometedora, al permitir reducciones del 40% en el uso de energía y del 90% en el consumo de agua. Más allá del ahorro de recursos, estos avances también contribuyen a aliviar la presión sobre los servicios públicos y a incrementar la viabilidad de los proyectos en zonas urbanas densamente pobladas.
El diseño térmico se ha convertido, por tanto, en un componente central de la competitividad digital. Su eficacia influye no solo en los costos operativos, sino también en la selección de emplazamientos, la obtención de licencias y la compatibilidad con marcos de sostenibilidad como las Directrices para el Desarrollo Sostenible de Centros de Datos, el Esquema Corporativo de Suministro de Energía Renovable (CRESS) y la Tarifa de Electricidad Verde (GET). En conjunto, estos instrumentos apuntan a un modelo de desarrollo digital que no sacrifica los objetivos ambientales en aras del crecimiento económico.
En términos regionales, la competencia por atraer inversiones digitales se intensifica. Singapur sigue liderando en cuanto a planificación y gobernanza, Indonesia ha optado por asociaciones público-privadas de gran escala, y Vietnam está integrando la infraestructura digital dentro de sus planes de industrialización. Malasia, por su parte, cuenta con ventajas competitivas como la disponibilidad de tierras, un entorno político relativamente estable y una creciente confianza de los inversores. No obstante, estas ventajas deben ser capitalizadas mediante una entrega eficaz de infraestructura que esté alineada con la velocidad de la demanda digital.
Para ello, será fundamental armonizar los procesos de planificación entre los niveles federal, estatal y local, incorporar estándares ambientales en las directrices de desarrollo urbano, institucionalizar mecanismos de coordinación intersectorial y promover el diseño de sistemas modulares e interoperables que sean capaces de adaptarse a las tecnologías emergentes. Solo mediante un enfoque holístico, en el que converjan la ingeniería, la política pública, la sostenibilidad ambiental y la participación ciudadana, podrá Malasia materializar su ambición de convertirse en una economía digital resiliente, inclusiva y competitiva a escala regional.