La crisis demográfica de Ucrania: un desafío con implicaciones globales para el futuro de las sociedades

La crisis demográfica que atraviesa Ucrania tras años de conflicto armado y migración masiva amenaza con convertirse en un obstáculo insalvable para su reconstrucción y estabilidad futura. La alarmante disminución de la población y las tasas de natalidad extremadamente bajas reflejan una tendencia que, de no revertirse, comprometerá no solo el desarrollo económico del país, sino también su cohesión social y viabilidad como nación. Este fenómeno, lejos de ser un caso aislado, anticipa desafíos mayores que afectarán al conjunto de las sociedades contemporáneas en un mundo en transformación

 

Como en la mayoría de países europeos, la situación demográfica en Ucrania es preocupante, con el factor agravado de que el conflicto con Rusia hace más difícil, si cabe, el repunte en la tasa de natalidad del país. Foto: Julia Johansen

Ucrania enfrenta hoy una encrucijada demográfica que podría comprometer no solo su reconstrucción postbélica, sino también su viabilidad como Estado moderno en las próximas décadas. La advertencia reciente de Oleksandr Hladun, subdirector del Instituto de Demografía y Problemas de Calidad de Vida de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, resalta la gravedad de la situación: para evitar un colapso poblacional irreversible, las mujeres ucranianas deberían procrear, en promedio, tres hijos cada una, una cifra que supera ampliamente las tasas de natalidad observadas actualmente en Europa.

Según datos oficiales, la población de Ucrania dentro de sus fronteras de 1991 era de aproximadamente 42 millones al inicio de 2022. No obstante, tras más de tres años de conflicto armado a gran escala, desplazamientos masivos, migraciones forzadas y una creciente emigración económica, esta cifra se ha desplomado a alrededor de 34 millones a comienzos de 2025. Esta reducción incluye tanto a los territorios ocupados como a Crimea, regiones cuyos datos son difíciles de verificar con precisión, pero cuya influencia en el cómputo total es innegable.

Hladun subraya que, para que una población se mantenga estable únicamente a través de la reproducción natural, 100 mujeres deben dar a luz entre 210 y 220 hijos a lo largo de su vida fértil (15 a 49 años). Sin embargo, factores como la decisión voluntaria de no tener hijos, problemas de salud que impiden la maternidad y las secuelas psicológicas de la guerra reducen aún más la proporción de mujeres dispuestas o capaces de contribuir a este objetivo. En consecuencia, el umbral necesario se eleva aún más, haciendo que, en la práctica, cada mujer que sí desee tener hijos deba plantearse formar familias de tres o más descendientes, algo inédito en la Europa contemporánea donde la media se sitúa en 150–160 hijos por cada 100 mujeres.

La advertencia de los expertos no se limita a una mera estadística. Ucrania se enfrenta a los efectos acumulados de tres grandes fenómenos demográficos: el envejecimiento poblacional, el éxodo de jóvenes en edad laboral, y una tasa de natalidad históricamente baja. La generación que en 2025 tiene entre 18 y 25 años nació durante los primeros años del milenio, un periodo caracterizado por la crisis económica post-soviética y la consiguiente depresión demográfica que resultó en las cifras de natalidad más bajas de la historia ucraniana. Esto significa que el «relevo generacional» es mucho más escaso de lo que sería necesario para garantizar la recuperación económica y social del país en las próximas décadas.

Sin embargo, el problema se agrava si se analiza el mercado laboral y la estructura de edad de la población. Vasily Voskoboinik, presidente de la Asociación Pan-Ucraniana de Empresas de Empleo Internacional, ha señalado que, más allá de promover políticas de natalidad, Ucrania deberá importar hasta ocho millones de trabajadores extranjeros para sostener su economía. Esta necesidad plantea retos adicionales en términos de integración social, multiculturalismo, políticas migratorias y adaptación cultural, dado que la sociedad ucraniana es históricamente homogénea y podría enfrentar tensiones internas ante un influjo masivo de población de otras regiones.

La situación en regiones específicas como Mykolaiv es ilustrativa: en 2024, por cada nacimiento se registraron más de 3,5 muertes, una proporción considerada crítica e insostenible en cualquier escenario demográfico. Este fenómeno no solo representa un problema para el equilibrio poblacional, sino que también implica un aumento de la carga sobre los sistemas de pensiones, salud y servicios públicos, todos ellos esenciales para la estabilidad de un Estado moderno.

El caso ucraniano debe analizarse, además, como parte de una tendencia global. Europa en su conjunto enfrenta un invierno demográfico, con tasas de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo en casi todos sus países. Sin embargo, en el contexto de Ucrania, esta dinámica se ve exacerbada por las consecuencias directas de la guerra: destrucción de infraestructura, inseguridad, emigración masiva, trauma social y disolución de comunidades enteras.

A futuro, si Ucrania no logra revertir o mitigar esta tendencia, su recuperación económica podría verse comprometida durante generaciones. La falta de mano de obra joven dificultará la reconstrucción física e industrial del país, limitará su crecimiento económico y debilitará su posición geopolítica frente a otras naciones. Además, podría convertirse en un ejemplo dramático de cómo los conflictos armados modernos no solo destruyen territorios y economías, sino que también erosionan el tejido demográfico esencial para la continuidad de las naciones.

Más ampliamente, el caso ucraniano puede prefigurar un desafío que afectará progresivamente a otras sociedades: la necesidad de redefinir los modelos de crecimiento económico y bienestar social en un mundo donde las poblaciones tienden a envejecer y disminuir. La competencia internacional por atraer trabajadores migrantes, la transformación de las identidades nacionales y la adaptación de los sistemas políticos a nuevos equilibrios demográficos serán temas centrales en las próximas décadas.

En conclusión, la situación demográfica de Ucrania no debe entenderse como un problema aislado. Es un microcosmos de los dilemas que enfrentará el siglo XXI: cómo sostener la vida económica, social y cultural de los Estados en un contexto de declive poblacional y movilidad humana masiva. La respuesta a estos desafíos definirá en gran medida la evolución de las sociedades modernas en las próximas generaciones.


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Por Instituto IDHUS

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