Poniendo la ciudad al alcance de una app en tu móvil
El impacto que las nuevas tecnologías están empezando a tener en nuestra sociedad no es un tema nuevo de discusión, ni algo que haya sido nada revelador a aquellos que llevamos tiempo analizando como todo el desarrollo de elementos como el blockchain, las tecnologías de comunicaciones 5G y el incipiente desarrollo del 6G por parte de China, y los protocolos desarrollados para sostener las llamadas criptomonedas y su impacto en la economía global nos van a forzar a todos, como seres humanos y miembros de una sociedad que avanza a velocidades tremendamente elevadas para lo que estamos acostumbrados en las últimas décadas, a replantearnos la manera en la que vamos a vivir unos con otros y cómo van a ser nuestras ciudades del futuro.
Este futuro, por otro lado, se encuentra ya muy cerca, los nuevos modelos socioeconómicos se mezclan con las alternativas digitales para que podamos hacer casi de todo dentro del ámbito urbano en el que nos movemos. Ya podemos usar una app para prácticamente cualquier cosa que necesitemos conseguir en nuestro día a día, y podemos usar tecnologías de comunicación instantánea con los miembros de los gobiernos, autoridades locales y regionales para enviarles solicitudes de información, realizar trámites burocráticos o notificar problemas en los barrios donde vivimos. Todo lo que antes se tenía que hacer mediante largas colas presenciales, o donde el papeleo físico estaba involucrado, aunque este no haya desaparecido, ahora está a golpe de dedo en un teléfono móvil o en nuestro ordenador.
¿Podrá toda la sociedad hacer esta transformación tan radical sin verse sumida en el caos o la confusión?
Las nuevas generaciones pueden hacerlo, están acostumbradas, pues han nacido con la tecnología en brazos mientras iban creciendo, pero, ¿y aquellos que nacieron cuando no existían los móviles ni las tabletas? ¿Pueden adaptarse tan rápido a temas como la economía digital, a que los servicios de su barrio se tengan que solicitar vía email o vía app? ¿Qué pasará cuando consigamos implementar con éxito modelos de transporte urbano basados en la no-presencia de conductores humanos? Los early-adopters serán los primeros que se subirán a ellos, pero ¿cuánto tardará un adulto “medio” que aún ve con recelo los procesos que el progreso tecnológico le impone en ni siquiera aceptar una prueba para ver si puede adaptarse a estos?
Los retos de las ciudades son enormes para incorporar los ciudadanos a las nuevas facilidades que las tecnologías traen a pasos y ritmos agigantados, pues en una demografía en la que solo una pequeña parte de la población está dispuesta a lanzarse a usar todo lo que la era digital trae consigo, el resto la mira con preocupación, o al menos con indiferencia, pues es algo que no comprende. ¿Cómo conseguiremos involucrar a todos los ciudadanos para que se sientan parte del proceso de transformación de nuestra sociedad basándonos en modelos de desarrollo urbano donde se mezclan todo tipo de sistemas tecnológicos que la mayoría no comprendemos?
¿Más avance o más desigualdad?
El reto de las ciudades inteligentes y conectadas es doble en este aspecto, no solo hay que modificar la infraestructura de todos los servicios de comunicaciones, Internet, bases de datos, sistemas de computación basados en la nube y cadenas de bloques donde la información se almacena para que esté a la vista de todo el mundo simultáneamente, sino que hay que buscar la manera de vencer la resistencia de las personas que temen, o pueden temer, que todos estos avances traigan más desigualdad a la sociedad en la que viven, abriendo y profundizando en la brecha entre aquellos que usan y comprenden y adoptan rápidamente las nuevas tecnologías, y modelos de uso de las mismas, y aquellos que siguen sin comprenderlas, usarlas o adaptarse a estas por comodidad, por fiarse de lo ya establecido, por falta de interés o simplemente por desconocimiento.
Está claro que en toda sociedad siempre hay elementos que van a la cabeza del desarrollo impulsando proyectos y la puesta en marcha de sistemas de mejora, cambios en la organización y planificación de la ciudad o región, y activando y “probando” todo lo que la industria y las empresas tecnológicas van ofreciendo, desarrollando y promocionando, pero, la gran mayoría de personas, se encuentran en ese “long-tail” que va a un ritmo muy despacio de comprensión y adaptación a lo nuevo. ¿Nos falta pues educación tecnológica que tendríamos que empezar a desarrollar y ofrecer gratis a nuestros ciudadanos para que participen más activamente en todos los nuevos proyectos que nuestra ciudad pueda implementar? ¿O nos faltan formas de explicar y hacer entender fácilmente a la sociedad las ventajas (e inconvenientes) que estos desarrollos y cambios tan rápidos puedan aportarles a sus vidas?
De urbe a Smart City
Cuando una ciudad inicia su transformación en Smart City con un plan a largo plazo, las instituciones y hubs tecnológicos, los ecosistemas de empresas y start-ups son los primeros que se ponen en marcha para exigir normativa que les permita montar y acelerar sus proyectos, investigaciones y desarrollos, pero, cuando la ciudad se va transformando en Smart City, la resistencia de una parte de la población que no quiere que nada cambie porque se ha habituado a una manera de hacer las cosas también está presente. ¿Cómo combinar y compaginar el trabajo para ayudar a las personas a perder el miedo ante el desarrollo tecnológico? ¿Cómo fomentar la creatividad e investigación de nuestras empresas pero evitar que vayan tan rápido que nadie pueda seguir el ritmo de los productos y sistemas tecnológicos que desarrollan y que no podemos implementar? Estamos iniciando el despliegue de tecnologías 5G en todo el mundo pero aún hay empresas, ecosistemas industriales y personas que siguen conectados a un 2G o un 3G, y les va bien, es más que suficiente para lo que necesitan y no tienen especial interés en cambiar de tecnología, a no ser que no haya más remedio porque la que usen se estropee o deje de ser funcional.
Pero, ¿es necesario entonces esperar a que los late-adopters dejen de usar lo “viejo” completamente para poder implementar lo “nuevo”? Sería más productivo insertar y crear procesos de acompañamiento y transformación en la sociedad hacia los modelos tecnológicos que se quieren y desean implementar, de manera que, sin dejar de usar aquello que, para una parte les funciona y les es suficiente, les permita iniciar un proceso de adaptación a lo nuevo, a lo que se plantea como la revolución de la vida urbana, en materia de comunicaciones, educación, sanidad, economía, transportes y todo el resto de áreas de vida en las que estos cambios tecnológicos van a tener un fuerte impacto en nosotros.
Aplicando las nuevas tecnologías para que nadie se quede atrás
El proceso que este último lustro ha visto en ese aspecto en el desarrollo y aparición de nuevos protocolos derivados del blockchain, derivados del trabajo con inteligencia artificial, con el llamado “machine learning”, con la creación de asistentes virtuales y chatbots que nos responden casi como si fueran humanos pero que pueden despertar un completo rechazo a aquellos que aún prefieren hablar con una persona cuando tienen un problema en cualquier servicio que hayan contratado o podido necesitar, se plantea más como una necesidad de comprensión y empatía y formación, que como una imposición de la industria hacia una transformación digital que no puede ir solo de la mano de los que empujan hacia adelante por un desarrollo más y más veloz y ágil, sino que tiene que estar acompañada por todo el conjunto de la población que no puede quedarse atrás. Como un cometa, que siempre tira de su cola a la misma velocidad a la que avanza su cabeza, sin dejar que ninguna de las partes que lo forman se rezague para dispersarse o perderse en el camino por el que avanza, igualmente, la transformación urbana de la sociedad no puede dejar atrás a la inmensa mayoría mientras esta se produce, sino que debe ir acompañando a las personas a entender los cambios que se van a dar a la vez que su ecosistema tecnológico permite y facilita esos cambios. Solo así nuestra sociedad dejará de “estirarse” como una goma elástica en la que hay cada vez más diferencia entre los que van en la cabeza y los que se están quedando rezagados, pues, prácticamente, al ritmo que estamos evolucionando, habremos conseguido en pocos años de progreso tecnológico lo que toda la humanidad no ha avanzado en el conjunto de su historia como civilización, y esto nos lleva al riesgo de que la parte que se queda muy retrasada lleguen a convertirse en “marginados” dentro de los procesos de transformación social y urbana que estamos llevando a cabo.
Para evitar esto, se proponen alternativas viables que es posible implementar desde este mismo momento, empezando por romper el miedo al cambio tecnológico con todo tipo de eventos sociales y culturales para aquellos que no se acercarán jamás a una conferencia sobre Internet, móviles o nuevas alternativas de transporte o comunicaciones. Acercar el progreso se hace indispensable a los que ahora mismo se encuentran buscando una manera de adaptarse a un ecosistema urbano que cambia constantemente y que llega al gran público siempre con varios años de retraso respecto al “último modelo” de aquello que la industria está investigando o lanzando en sus laboratorios y departamentos de investigación.
Además, es necesaria la búsqueda de protocolos para reducir el impacto psicológico que pueda tener en la sociedad la transformación digital de la misma, hacia un modelo donde todo esté computerizado, donde todo se haga por Internet o a través de sistemas de interacción humano-máquina, donde vayas a pedir un café y te sirva un sistema automatizado que está diseñado para preparártelo exactamente como tú lo deseas, o que la lista de la compra que haces cada semana en el supermercado esté ya grabada en alguna app de tu móvil y solo tengas que darle a un botón para que esta te llegue a casa sin que medie ninguna otra interacción entre tú y aquellos que se han encargado de preparártela y traértela. El miedo que puede suscitar la pérdida de interacción entre personas, el toque “cálido” que puede impregnarse cuando alguien tiene un problema y empáticamente otra persona te lo puede resolver desde cualquier servicio de atención al cliente, posiblemente desaparecerá si todo lo que nos atienden en 10 o 20 años son chatbots e inteligencias artificiales que navegarán entre todas las opciones de todos los menús de todos los sistemas y productos que tenemos contratados para solucionarnos las preguntas, dudas o reclamaciones que podamos llegar a hacer, de forma tan perfecta y objetiva, que será difícil descargar ningún tipo de frustración ante este tipo de sistemas de ayuda o respuesta.
Cuando podamos irnos al parque y desde una app abrir la fuente de agua para poder refrescarnos informar de que un árbol se ha caído en medio de una calle por fuerte viento directamente al servicio de bomberos (algo que ya se puede hacer en muchas ciudades), o cuando se pueda solicitar una cita médica y atendernos por vídeo consulta estemos donde estemos (algo que ya es posible también en ciertos lugares con buena conectividad), la sociedad dejará de estar sujeta a espacios y ubicaciones físicas y a límites operativos, pues los servicios para los ciudadanos se podrán proporcionar a cientos de kilómetros de distancia de la residencia “física” de estos dentro del perímetro “físico” que la misma urbe tenga.
Ciudadano digital, residente virtual
Así, se expande la llamada “operatividad digital” al ciudadano que no necesita la presencia física para formar parte de lo que su Smart City le permite hacer, se expande el concepto de “residente” en una ciudad pues pudiendo controlar toda tu casa a miles de kilómetros de distancia con sistemas domóticos y tecnológicos, es difícil diferenciar si uno vive en ella o si solo la mantiene remotamente. En definitiva, se hace extensivo el concepto de ciudadanía al mundo de la identidad digital donde un pasaporte o documento físico con una dirección escrita en él no será del todo indicativo de la realidad de esa persona, ni de su condición de habitante de esa urbe de forma permanente. Por otro lado, el teletrabajo, y la conexión remota a las empresas de la ciudad pueden convertirse en un reto que ya está en proceso de amplia implementación en numerosos lugares, ciudades y países, y no importa donde vivas para poder decir que trabajas en Barcelona o en Sao Paulo, pues tu residencia no es indicativo de que no estés llevando a cabo tu profesión en una empresa cuya sede se encuentre a miles de kilómetros de ti, contando como empleado y registrado en esa localización, pero llevando tu vida en otro punto muy lejos de la misma.
Finalmente, la posibilidad de que las interacciones humanas cambien con los desarrollos tecnológicos es ya un hecho y, por lo tanto, una realidad implementada en muchos ámbitos de nuestra sociedad moderna. Nos acostumbraremos a hablar con máquinas que tendrán todas las respuestas que necesitemos y será de poca o nula ayuda llamar a algún compañero de trabajo para verte con ellos porque tus compañeros de trabajo están repartidos por cinco países distintos cada uno, pero todos dentro de una ubicación digital única que pertenecerá a una empresa dentro de una ciudad conectada a la red y, desde la cual, también podremos llevar a cabo cosas que ahora resultan poco menos que ciencia-ficción.
Veamos cómo asistir a toda la población para que nadie se quede atrás, que consigamos romper las barreras psicológicas de rechazo al cambio, que encontremos formas y elementos integradores para acompañar ese cambio y que se haga de forma progresiva y paulatina, sin dejar de asistir y apoyar a los que van años por delante en conocimiento, inventiva y desarrollo, para que los que estos ecosistemas tecnológicos, hubs de empresas y start-ups desarrollan, llegue lo más rápidamente y cómodamente posible a todos los demás, y nos permita abrazar la asistencia que la tecnología nos brinda sin perder el sentido de sociedad humana que nos une y nos hace cohesionarnos entre todos para el bien mayor común de nuestra civilización.