Francia lucha por remodelar sus relaciones en África

Francia lucha por remodelar sus relaciones en África

Lisa Bryant

Después de varios golpes de Estado, la restauración de tesoros históricos en antiguas colonias, la reducción de su presencia militar y el establecimiento de nuevos lazos en otros lugares del continente, la estrategia de Francia en África parece estar en un callejón sin salida, según algunos expertos.

Los golpes de Estado en media docena de antiguas colonias francesas de África Occidental y Central en tres años -incluidos dos, en Níger y Gabón, en poco más de un mes- están provocando un nuevo examen de conciencia sobre lo que salió mal y cómo, si es posible, volver a encarrilar relaciones e intereses de larga data.

Sin embargo, muchos sugieren que París ya no puede llevar la voz cantante, ya que algunos gobiernos africanos han cortado por completo sus lazos y han forjado otros nuevos con rivales extranjeros, incluida Rusia.

«La influencia francesa en el Sahel se ha derrumbado», escribía el influyente diario francés Le Monde la semana pasada. «En el resto del continente, está a la defensiva, y nada de lo que diga París podrá restaurarla».

Esta valoración se produce mientras el periódico y otros medios de comunicación informan de que se están manteniendo conversaciones entre París y el ejército de Níger sobre la retirada de algunos elementos militares del país africano.

Hasta ahora, las autoridades francesas se han negado a reconocer a la junta militar que tomó el poder en Níger a finales de julio, desoyendo los llamamientos para que salgan su embajador y los 1.500 soldados franceses estacionados allí.


ARCHIVO – Simpatizantes del Consejo Nacional de Salvaguarda de la Patria (CNSP) de Níger ante una base aérea nigerina que alberga tropas francesas en Niamey, el 3 de septiembre de 2023, exigiendo su salida de Níger.

La toma del poder en Niamey siguió un esquema ya conocido. No hace mucho, Níger, junto con sus vecinos Burkina Faso y Malí, cooperaba estrechamente con París en una alianza más amplia del Sahel que luchaba contra la insurgencia yihadista. Desde entonces, los tres países han visto cómo sus ejércitos derrocaban a sus dirigentes civiles, a lo que siguieron protestas, salpicadas de banderas rusas y lemas que pedían la expulsión de las fuerzas y los diplomáticos franceses.

El último golpe de Estado, la semana pasada en Gabón, país rico en petróleo y aliado incondicional de París desde hace mucho tiempo, ha seguido un camino diferente. A diferencia de lo ocurrido en Níger, no se ha producido el regreso a casa de plantillas de expatriados franceses ni manifestaciones masivas antifrancesas. Aunque París suspendió la cooperación militar -a pesar de que tiene 400 soldados en Gabón-, reaccionó de forma discreta al derrocamiento del líder Ali Bongo por su presunto primo, tras unas disputadas elecciones presidenciales.

ARCHIVO – Esta imagen de vídeo muestra a partidarios del golpe vitoreando a agentes de policía en Libreville, Gabón, el 30 de agosto de 2023.

El líder de la junta, el general Brice Oligui Nguema, ha restablecido la transmisión de las emisoras francesas France 24 y Radio France International, cortadas durante el gobierno de Bongo, mientras que los tres países golpistas del Sahel, Burkina Faso, Mail y Níger, siguen manteniendo a estas organizaciones de noticias fuera del aire.

¿Escuchar a los africanos?

Berges Miette, investigador asociado sobre África en la Universidad Sciences-Po de Burdeos (Francia), tiene una visión a largo plazo del sentimiento antifrancés latente. A finales de la década de 1980, Francia siguió apoyando a algunos regímenes de línea dura que se aferraron al poder, a pesar de una oleada de revueltas políticas.

Según Miette, los jóvenes africanos «han dejado de soñar» y prefieren ir a Europa.

Aunque hasta ahora ha guardado silencio sobre Gabón, el presidente francés Emmanuel Macron ha denunciado una «epidemia de golpes de Estado» en el Sahel.

Otros dos golpes de Estado -en Guinea y Chad- también han tenido lugar desde 2020, con una respuesta desigual por parte de Francia. Los franceses han mantenido lazos con Chad, un fuerte aliado militar en el Sahel, lo que ha provocado acusaciones de tener un doble rasero.


ARCHIVO – El presidente francés Emmanuel Macron gesticula mientras pronuncia un discurso tras una reunión por videoconferencia con los líderes de las naciones del Sahel del G-5 de África Occidental, en París, Francia, 16 de febrero de 2021.

En una larga entrevista en Le Monde, la ministra de Asuntos Exteriores, Catherine Colonna, defendió la estrategia de Francia en África. Diferenció el derrocamiento del presidente democráticamente elegido de Níger, Mohamed Bazoum, de la situación en Chad, donde dijo que París contaba con que el gobierno militar de Yamena cumpliera su promesa de restaurar el gobierno civil.

«No se pueden ver nuestras relaciones con el continente a través del prisma único» de las crisis del Sahel, añadió Colonna. «No son 3.000 o 5.000 personas manifestándose en un estadio de Niamey (…) las que pueden reanudar nuestras relaciones con 1,5 millones de africanos».

La posición de Francia, dijo, «es escuchar a los africanos, no decidir en su lugar.»

Durante un tiempo, Macron -nacido después de que la última colonia de Francia en África, Yibuti, obtuviera su independencia- pareció el hombre adecuado para el trabajo.

«Pertenezco a una generación que no dice a los africanos lo que tienen que hacer», dijo a los estudiantes que le aclamaban en Burkina Faso, poco después de su elección hace seis años.

Macron se comprometió a devolver los objetos saqueados de la época colonial, aunque sólo se ha devuelto una parte, y buscó nuevos lazos con otros países, como Kenia, Sudáfrica, Etiopía y Angola. Al igual que sus predecesores más recientes, mantuvo que la maraña de vínculos comerciales y políticos poscoloniales apodada Francafrique hacía tiempo que había muerto.

En febrero, Macron prometió reducir las fuerzas francesas en África y crear una nueva «asociación de seguridad», con bases en el continente transformadas en función de las necesidades africanas y gestionadas conjuntamente con personal africano.

Una política coherente

Los escépticos dicen que Macron no siempre ha predicado con el ejemplo. Señalan los numerosos rastros de la influencia francesa, desde los miles de soldados que siguen estacionados en África hasta una serie de concesiones mineras de larga duración que benefician a empresas francesas, pasando por el franco CFA, que obliga a los miembros de África Occidental y Central a depositar la mitad de sus reservas de divisas en el tesoro francés.

El sentimiento antifrancés va en aumento en los países más estables, como Senegal, debido a una población joven sin ataduras con el pasado, pero muy consciente de las dificultades para conseguir visados a Francia.

Los críticos señalan lo que consideran una serie de errores franceses, también en el Sahel. A pesar de las victorias iniciales, la operación antiterrorista que Francia lleva a cabo allí desde hace una década perdió la confianza de la población local, y finalmente se cerró el año pasado en medio de la expansión de la insurgencia islamista. Incluso cuando Francia promueve la democracia, los escépticos describen una aceptación tácita de algunos gobiernos autoritarios como el de Chad.

«Francia necesita tener una política coherente», afirma Miette, investigador de Sciences-Po, que sostiene que el sentimiento antifrancés no es la verdadera amenaza para París, sino «un profundo cuestionamiento de la política francesa en África».

Se cuenta entre los que creen que aún no es demasiado tarde para que París vuelva a pulsar el botón de reinicio. Con otros regímenes autoritarios potencialmente en riesgo de caer -en Congo Brazzaville, Camerún y Guinea Ecuatorial-, cuanto antes, mejor.

«Francia tiene todas las de ganar si cambia su política hacia África», afirma Miette. «Tiene que ir más allá de las palabras y ser concreta».