La guerra civil en Myanmar ha dado lugar a un fenómeno sin precedentes: la creación y utilización de una moneda digital soberana, el Kyat Digital (DMMK), para financiar la resistencia armada y la administración civil en territorios opositores. Este caso pionero revela cómo la tecnología blockchain redefine los mecanismos de poder en contextos de conflicto y anticipa transformaciones profundas en el orden financiero global. El análisis de esta experiencia ofrece claves esenciales para comprender hacia dónde evolucionan las monedas digitales y su impacto en la sociedad futura.
El conflicto civil en Myanmar, desatado tras el golpe de Estado militar de 2021, ha evidenciado nuevas dinámicas en la intersección entre tecnología financiera, insurgencia y geopolítica global. En este escenario tan volátil, las monedas digitales emitidas por entidades no tradicionales, como el Kyat Digital (DMMK) desarrollado por el Gobierno de Unidad Nacional (NUG), representan no solo una innovación en el financiamiento de guerras, sino también una señal de transformaciones mucho más profundas en el orden internacional y en el futuro de los sistemas monetarios.
Desde el inicio de la insurrección, grupos armados de diferentes regiones y etnias de Myanmar se han aliado para intentar derrocar al Tatmadaw, las fuerzas armadas que consolidaron su control mediante violencia y represión. El NUG, formado por antiguos parlamentarios y activistas prodemocráticos, busca establecer una federación democrática inclusiva que sustituya a la estructura autoritaria actual. Para 2025, el NUG y sus aliados armados, las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDFs), habían logrado controlar aproximadamente dos tercios de los municipios del país, un hecho de gran relevancia que ha llevado a organismos internacionales, como la Unión Europea, a reconocerlo como el legítimo representante de Myanmar.
En contraste, la Junta Militar enfrenta numerosas acusaciones de crímenes de guerra y violaciones sistemáticas de derechos humanos, incluyendo bombardeos a escuelas, violencia sexual contra la población civil y ataques indiscriminados a áreas afectadas por desastres naturales, como el devastador terremoto de marzo de 2025. Bajo este contexto de hostilidad y aislamiento internacional, diversas jurisdicciones, entre ellas Estados Unidos, Reino Unido y Singapur, han endurecido las sanciones económicas, cerrando aún más el acceso a recursos financieros para la Junta.
El nacimiento del Kyat Digital: Innovación en tiempos de guerra
Frente a las dificultades de financiamiento provocadas por el control militar de los canales financieros tradicionales, el NUG optó en 2022 por una medida inusitada: la tokenización de su moneda nacional, el Kyat de Myanmar. Así nació el Kyat Digital (DMMK), alojado en la blockchain Stellar y distribuido a través de NUGPay, una aplicación móvil que permite a usuarios locales y de la diáspora realizar pagos y transferencias mediante códigos QR y nombres de usuario, emulando modelos de pagos populares en Asia como Alipay y WeChat Pay.
El DMMK mantiene una paridad 1:1 con el tipo de cambio del Kyat en el mercado negro, garantizada directamente por el NUG. Posteriormente, en respuesta a la depreciación del Kyat, se creó también el nUSDT, un token equivalente al dólar estadounidense, basado en el popular stablecoin Tether (USDT). Esta estrategia convierte al DMMK en una forma operativa de moneda digital emitida por un «banco central» alternativo, uno no reconocido universalmente, pero efectivo en territorios bajo control opositor.
Hasta marzo de 2025, las transacciones en DMMK han alcanzado los 2,3 billones de unidades, equivalentes a casi 500 millones de dólares en el mercado negro. Sin embargo, su uso sigue limitado a una comunidad de unos 38.000 usuarios registrados, lo que demuestra tanto su potencial como sus límites estructurales en un contexto de guerra civil.
Financiar una revolución mediante blockchain
La principal utilidad del DMMK y del nUSDT ha sido la recaudación de fondos para financiar la resistencia armada. A través de creativas campañas en redes sociales —que incluyen memes de gatos, concursos de canciones juveniles y loterías que sortean automóviles Tesla y joyería— los grupos de la diáspora y las PDFs han recolectado más de 11,5 millones de dólares en más de 53.000 transacciones desde noviembre de 2023.
Estas donaciones, aunque modestas en comparación con los más de 100 millones de dólares en criptoactivos donados a Ucrania tras la invasión rusa de 2022, son fundamentales para sostener la logística militar de la oposición. Además, reflejan una tendencia preocupante y fascinante: la consolidación de blockchain como herramienta fundamental no sólo para la transferencia de valor en situaciones de emergencia humanitaria, sino también para la financiación de conflictos armados prolongados.
Las donaciones se han mantenido relativamente constantes en el tiempo, a diferencia de otros conflictos donde el flujo de fondos disminuyó rápidamente tras la fase inicial. Esta estabilidad sugiere una sofisticación creciente en las redes de apoyo a la resistencia birmana y una integración paulatina del DMMK en la economía paralela creada por el NUG.
La diáspora: un apoyo fundamental
El comité parlamentario del Pyidaungsu Hluttaw en el exilio ha consolidado casi 300 campañas de donación verificadas en países tan diversos como Australia, Estados Unidos, Reino Unido, Singapur, Tailandia, Corea del Sur, Canadá y Japón. Las organizaciones con sede en Singapur lideran en volumen de recaudación, con más de 3 millones de dólares, seguidas por Australia y el Reino Unido.
Estos flujos internacionales demuestran cómo la diáspora birmana ha transformado sus recursos y su organización en un auténtico motor de resistencia, estableciendo redes de solidaridad transnacional que se sustentan en tecnologías emergentes.
Drones, armas impresas en 3D y la automatización de la guerra insurgente
Parte importante de los fondos recaudados se ha destinado a la adquisición de drones y la fabricación de armas impresas en 3D. Grupos como la Fuerza de Defensa de las Nacionalidades Karenni (KNDF) han innovado en el campo de batalla con el desarrollo casero de sistemas de armamento, una tendencia que redefine el concepto tradicional de capacidades militares insurgentes. Esta accesibilidad tecnológica descentralizada podría cambiar la naturaleza de los conflictos modernos, permitiendo que grupos armados no estatales compitan tecnológicamente contra ejércitos tradicionales.
El lado oscuro: la guerra y el crimen organizado
El rastreo de las transacciones del DMMK también es vital para entender la relación ambigua entre algunos grupos armados y redes de fraude cibernético. Regiones como Myawaddy, en el Estado Karen, se han convertido en epicentros de tráfico laboral forzado y estafas digitales masivas, conocidas como «pig butchering». Algunos informes locales sugieren conexiones contractuales y financieras entre grupos insurgentes y estos centros de crimen organizado.
Aunque hasta el momento no se ha detectado un uso del DMMK en estas actividades, la capacidad de monitoreo basada en blockchain ofrece herramientas para detectar y prevenir futuros vínculos, abriendo una ventana de análisis anticipado sobre el crimen transnacional.
Más allá de la guerra: administración y ayuda humanitaria
En áreas bajo control opositor, el DMMK también ha servido para recaudar fondos destinados a la administración pública y a la ayuda en casos de desastre. Ministerios como Educación, Salud y Asuntos Humanitarios del NUG utilizan billeteras NUGPay para recibir donaciones y financiar sus actividades. Durante el tifón Yagi en 2024 y el terremoto de 2025, fondos especiales recaudaron cientos de miles de dólares en pocos días, demostrando la eficiencia de las monedas digitales en entornos de crisis humanitaria.
No obstante, la penetración del DMMK es desigual: en zonas con presencia limitada del NUG o alta inestabilidad, su adopción sigue siendo marginal, lo cual pone de manifiesto los retos estructurales de construir un sistema financiero paralelo en un país fragmentado y en guerra.
¿Hacia dónde evoluciona este fenómeno?
El caso del Kyat Digital es un hito: es el primer ejemplo documentado de una CBDC plenamente operativa utilizada para financiar un conflicto armado. Mientras tanto, más de 100 países —entre ellos Noruega, Ucrania, Australia y Bután— exploran sus propios proyectos de CBDCs, aunque de momento sólo en fases de prueba conceptual.
El futuro apunta hacia un mundo donde las monedas digitales soberanas y semi-soberanas no solo transformarán el comercio y las finanzas, sino que también reconfigurarán el poder político, la soberanía estatal y la naturaleza de los conflictos. La posibilidad de que otros movimientos insurgentes o gobiernos en el exilio repliquen este modelo es real, lo que plantea cuestiones urgentes sobre el control, la regulación y la ética en el uso de las CBDCs.
Más aún, la trazabilidad inherente a las blockchains podría convertirse en una herramienta tanto para la transparencia en la ayuda humanitaria como para el control de actividades ilícitas o violaciones de derechos humanos. Sin embargo, también podría ser utilizada para la vigilancia masiva o para restringir libertades en regímenes autoritarios.
Lo que está ocurriendo en Myanmar es, por tanto, mucho más que un episodio aislado: es el preludio de una transformación estructural en la forma en que las sociedades gestionan la moneda, el poder y el conflicto en el siglo XXI.