El Índice de Secreto Financiero: herramienta clave para la gobernanza global y los desafíos del futuro

En un contexto global marcado por la creciente complejidad financiera, la evasión fiscal y los flujos ilícitos de capital, el Índice de Secreto Financiero (FSI) se posiciona como una herramienta clave para medir la opacidad jurídica y regulatoria de las jurisdicciones en el sistema financiero internacional. Este índice permite comprender el papel que juegan los países en la facilitación del secreto financiero, ofreciendo datos esenciales para la formulación de políticas públicas, el fortalecimiento de la transparencia y la rendición de cuentas. Su uso por parte de investigadores, instituciones financieras y organismos multilaterales lo ha convertido en un referente técnico de alcance global

El control del flujo económico global se ve cada vez más controlado y monitorizado para prevenir blanqueo de capitales y problemas en el sistema. Foto: Getty

En un mundo cada vez más interconectado y financieramente complejo, el rol de las jurisdicciones en permitir, promover o limitar el secreto financiero adquiere una relevancia crucial para las políticas públicas, la regulación global y la justicia económica. El Índice de Secreto Financiero (Financial Secrecy Index, FSI), desarrollado por la Tax Justice Network, se ha convertido en un instrumento esencial para comprender y combatir los mecanismos mediante los cuales individuos y corporaciones ocultan activos, evaden impuestos o canalizan flujos financieros ilícitos. Este índice no solo clasifica a los países según su grado de complicidad en la opacidad financiera, sino que también cuantifica el impacto global de esa complicidad, permitiendo medir cómo las regulaciones nacionales afectan la transparencia internacional.

El FSI mide, por un lado, la Puntuación de Secreto (Secrecy Score), que evalúa el grado de opacidad en las leyes e instituciones financieras de un país, y, por otro lado, el Peso en la Escala Global (Global Scale Weight), que indica la magnitud de servicios financieros que el país presta a no residentes. La combinación de ambos factores da lugar al valor FSI, que refleja el papel estructural del país en el ecosistema de secreto financiero mundial. Esta metodología permite no solo identificar a los grandes centros financieros tradicionales —como Suiza, Luxemburgo o las Islas Caimán— sino también evaluar cómo ciertos países con menor volumen económico pueden tener un impacto desproporcionado debido a su arquitectura jurídica y regulatoria.

Durante la última década, este índice ha sido utilizado extensamente por académicos, bancos, organismos internacionales, y gobiernos para fundamentar investigaciones, ajustar políticas de transparencia, evaluar riesgos regulatorios y realizar labores de vigilancia fiscal. En su dimensión más amplia, el FSI ha permitido documentar la manera en que el secreto financiero socava los sistemas tributarios, promueve la desigualdad global y obstaculiza el desarrollo sostenible. Al mismo tiempo, ha servido para trazar un mapa dinámico de cómo el capital ilícito encuentra refugio en las grietas de la regulación internacional, y cómo ciertas jurisdicciones, lejos de ser actores pasivos, participan activamente en el diseño y promoción de esos refugios.

Uno de los casos más ilustrativos del uso aplicado del FSI se encuentra en el análisis de las inversiones inmobiliarias en la ciudad de Liverpool, realizado por Rex, Atkinson e Ignianni (2024). Este estudio examina cómo los procesos de regeneración urbana —impulsados por el Estado en zonas históricamente empobrecidas— han atraído inversiones extranjeras opacas mediante estructuras offshore. En el caso de Liverpool, la revalorización del suelo y la rentabilidad creciente del alquiler han actuado como imanes para el capital anónimo proveniente de entidades registradas en jurisdicciones con altas puntuaciones de secreto financiero. A nivel de código postal, los investigadores trazan las estrategias de propiedad empleadas, revelando un patrón sistemático orientado a evitar la tributación local. Este fenómeno no solo desnaturaliza la intención redistributiva de las políticas públicas urbanas, sino que profundiza la exclusión socioeconómica al desplazar a la población local y reforzar la desigualdad de acceso a la vivienda.

De manera similar, el estudio de Duncan y Lord (2024) sobre la Premier League inglesa demuestra cómo el secreto financiero también permea el ámbito deportivo, particularmente en un sector tan globalizado y financieramente opaco como el fútbol de élite. Analizando las estructuras de propiedad de los 20 clubes principales de Inglaterra, los autores descubren que 14 de ellos están controlados, parcial o totalmente, por entidades offshore situadas en jurisdicciones con altos niveles de secreto financiero. El uso de múltiples capas corporativas, muchas veces diseñadas para evitar la identificación del beneficiario final, crea condiciones ideales para el lavado de dinero, la evasión fiscal y la manipulación contable. Esta situación plantea graves dilemas éticos y regulatorios en torno a la gobernanza del deporte profesional, y sugiere que la dimensión económica del fútbol ha sido cooptada por redes de interés cuya opacidad debilita la integridad institucional del deporte.

Otra dimensión reveladora del FSI es su capacidad para explicar patrones históricos en el desarrollo de ciertos paraísos fiscales, como muestran Hakelberg, Ahrens y Crasnic (2024) en su estudio sobre el Caribe anglófono. A través de una lectura histórica de la colonización británica en la región, los autores argumentan que las economías marítimas, carentes de una base agrícola sólida, se vieron favorecidas por la ausencia de impuestos directos y, por ende, evolucionaron hacia modelos financieros basados en la atracción de capital externo mediante regímenes de secreto. Por el contrario, las economías de plantación, habitadas mayoritariamente por poblaciones afrodescendientes empobrecidas, impulsaron antes procesos de autogobierno y presión fiscal. Este análisis histórico revela que el secreto financiero no es solo un producto de decisiones políticas contemporáneas, sino también un legado colonial que moldea la arquitectura actual de las finanzas globales.

Desde una perspectiva de políticas públicas, el estudio de Eberhartinger, Speitmann y Sureth-Sloane (2024) muestra que las reformas normativas pueden tener un efecto tangible en la reducción del secreto financiero. Al analizar el impacto de la normativa de información país por país (CbCR, por sus siglas en inglés) obligatoria para los bancos europeos, los autores constatan una disminución significativa de hasta un 33% en la presencia de filiales bancarias en paraísos fiscales. Este dato resulta alentador, pues indica que mayores exigencias de transparencia regulatoria tienen un efecto disuasorio sobre las estructuras financieras abusivas. También sugiere que la lucha contra el secreto financiero no está condenada al fracaso, siempre y cuando exista voluntad política, coordinación internacional y acceso público a datos robustos.

El FSI también ha sido incorporado como componente esencial en numerosos índices y bases de datos internacionales. El Índice Basel de Lavado de Dinero, el Conjunto de Datos RIFF sobre flujos financieros ilícitos, el Índice de Compromiso con el Desarrollo (CDI) del Center for Global Development, y el Sistema de Evaluación de Riesgos de Gobernanza (GRAS) del Banco Mundial utilizan indicadores del FSI para medir exposición al riesgo, eficacia institucional o responsabilidad fiscal. Esta adopción por parte de actores globales demuestra el grado de consolidación y legitimidad que ha alcanzado el índice como herramienta empírica de evaluación.

En el ámbito bancario, empresarial e inversor, el FSI desempeña un papel crucial en la gestión de riesgos financieros, éticos y regulatorios. Bancos de primer nivel, agencias de calificación, empresas de tecnología financiera y fondos de inversión sostenible utilizan el índice para clasificar riesgos jurisdiccionales, fortalecer los protocolos KYC y EDD, y aplicar criterios de exclusión en carteras de inversión ESG. Asimismo, el FSI ha sido integrado en plataformas tecnológicas de Software como Servicio (SaaS), alimentando paneles de riesgo y sistemas automatizados de diligencia debida. Esta transversalidad en su aplicación refuerza su utilidad práctica y lo posiciona como uno de los pilares de la arquitectura global contra el abuso fiscal y la corrupción financiera.

De cara al futuro, la evolución del secreto financiero estará determinada por múltiples factores convergentes. Por un lado, el avance de la digitalización financiera, las criptomonedas y las estructuras descentralizadas de valor plantea nuevos desafíos para la regulación del capital. Por otro, la creciente presión social, impulsada por movimientos ciudadanos, ONGs y organismos multilaterales, exige mayor rendición de cuentas y equidad fiscal. En este contexto, el FSI puede desempeñar un papel aún más relevante, no solo como herramienta de diagnóstico, sino como palanca de transformación estructural. La transición del índice a un sistema de actualización continua desde 2025 refuerza esta capacidad de adaptación, permitiendo que las reformas legislativas nacionales se reflejen en el índice en cuestión de meses, no años, y dotando a las instituciones usuarias de un instrumento dinámico y responsivo.

A medida que los estándares globales de transparencia enfrentan el desafío de mantenerse a la par de la innovación financiera y la creciente sofisticación de los flujos ilícitos, el Índice de Secreto Financiero se consolida como un faro de claridad analítica. Su existencia permite a la sociedad civil, al periodismo de investigación y al mundo académico acceder a datos comparativos de calidad sin coste para fines no comerciales. Al mismo tiempo, el modelo de licencias para usuarios comerciales garantiza su sostenibilidad y potencia la producción de conocimiento aplicado con impacto público.

En última instancia, el FSI no es solo un índice: es una infraestructura de rendición de cuentas global. Es una herramienta que ayuda a visibilizar lo invisible, a rastrear el dinero que escapa a la justicia fiscal, y a construir una gobernanza financiera alineada con principios de equidad, transparencia y sostenibilidad. En un mundo marcado por la volatilidad, la desigualdad y la fragmentación normativa, el FSI ofrece una brújula ética y técnica para repensar el futuro del sistema financiero global.

Por Instituto IDHUS