Fuerzas mixtas FAMA-Wagner se hicieron este martes con el control de la capital del independentismo de Azawad, tras meses de cruentos combates
Por Alfonso Masoliver
La Razón
La distancia que separa Moscú de Kidal en línea recta es de 5.136,23 kilómetros exactos. Y si las distancias sirvieran de referente en el siglo XXI, no tendría sentido que decenas de mercenarios rusos se encuentren desde este martes en la mítica ciudad del norte de Mali, pero este es el mundo que nos ha tocado vivir. Rusos y malienses combaten hoy codo con codo contra la resistencia tuareg en el corazón del Sáhara, y en la tarde del martes se hizo público que fuerzas combinadas del ejército maliense (FAMA) y mercenarios Wagner se habían hecho con el control de Kidal, un mes y medio después de que un convoy formado por más de 100 vehículos militares abandonara la localidad de Gao.
Gao-Bourem-Anefif-Kidal sería el itinerario escogido por este convoy dirigido a “decapitar a la serpiente” del independentismo de Azawad con el fin de cambiar las tornas en un conflicto que enfrenta hoy al norte de Mali con la junta militar que gobierna desde Bamako. Un conflicto que estalló nuevamente durante este mes de agosto y donde las victorias iniciales de los independentistas obligaron al Jefe de Estado maliense, Assimi Goita, a escoger esta arriesgada apuesta, enfocando el grueso de sus fuerzas en Kidal a cambio de dejar desprotegidas otras áreas del territorio nacional.
Mientras la columna FAMA-Wagner avanzaba hacia Kidal, los ataques yihadistas en Tombuctú y Mopti se han multiplicado hasta alcanzar niveles similares a los registrados cuando se hizo necesaria la intervención francesa en el país. Sólo desde el 31 de octubre se han registrado en Mali hasta 28 ataques perpetrados por el grupo yihadista conocido como JNIM, ya sean emboscadas contra fuerzas de la ONU, FAMA o Wagner, destrucciones de propiedad, secuestros de civiles, atentados con artefactos explosivos o asesinatos de civiles en zonas remotas del país. Pero Kidal ha caído: he aquí una victoria pírrica que alimentará los engranajes de propaganda del régimen de Goita, sediento de victorias con que engatusar al pueblo maliense. El golpe asestado, consideran algunos tuareg, es temporal. Así lo especifica Baye Ag Mahmoud, hombre político tuareg que confirmó a LA RAZÓN la presencia de mercenarios Wagner en la ciudad, pero apuntando que “no será durante demasiado tiempo”, convencido de que la victoria definitiva de Azawad llegará en los meses que vienen.
El Gobierno de Assimi Goita no ha querido perder el tiempo y ya han comenzado a instaurarse en Kidal las instituciones estatales de Mali, tras casi una década apartadas de la ciudad. La primera medida ha consistido en restaurar la fuerza policial para garantizar el orden ciudadano.
Capturar la capital de los independentistas, pese a su evidente peso militar y propagandístico, ofrece un logro relativo para Assimi Goita. Las comunidades de Azawad, muchas de ellas sujetas a una tradición nómada (aunque crecientemente sedentarizada por las dinámicas urbanitas y climáticas del siglo XXI), suponen una formidable fuerza de combate de guerrillas en términos históricos. Prueba de ello serían las sublevaciones de 2012 y de los años 90 del siglo pasado, donde la rápida capacidad de movimiento de los tuareg pudo debilitar al ejército central gracias a los ataques a menor escala en donde el gigantesco escenario de arena apenas conoce límites. Combatir a este movimiento subversivo será el mayor reto de Goita, una vez se haga con el control de las principales localidades.
La presencia rebelde se extiende ahora a partes de la región de Menaka y los marcos del río Níger que llevan hasta Tombuctú, así y como la comuna de Aguelhok, que sirve como barrera para separar la ciudad de Tessalit (ubicada al norte, controlada por Bamako y muy próxima a la frontera argelina) con el resto del país. La estrategia de Goita precisará de tomar ahora Aguelhok, si pretende controlar las localidades más relevantes del norte de Mali y aprovechar al máximo su victoria obtenida en Kidal.
Una bocanada de aire para los militares
La colaboración del Grupo Wagner en la toma de Kidal supone además un motivo de alegría para las naciones del Sahel gobernadas por juntas militares y que pretenden mostrar a sus ciudadanos que la victoria contra los grupos armados, ya sean yihadistas o rebeldes, es posible con la colaboración de nuevos socios que salgan de la ayuda europea. Tal es el caso de Burkina Faso, que recientemente firmó un nuevo tratado de partenariado militar con Moscú y cuyo dirigente, el capitán Ibrahim Traoré, quiso felicitar este martes mediante un comunicado a su homólogo maliense: “El Gobierno de Burkina Faso acoge con satisfacción esta recuperación de la ciudad de Kidal y rinde vibrante homenaje a los hombres y mujeres que se comprometieron en cuerpo y alma para hacer posible esta victoria […]. Esta importante victoria, un hito hacia la liberación total del país, es un nuevo día que amanece para las poblaciones del norte de Malí y para Malí en su conjunto […] y ofrece perspectivas felices para los Estados del Sahel, comprometidos en la lucha contra los terroristas que invaden sus soberanías”.
La victoria en Kidal trae así consecuencias que salen del ámbito territorial maliense para reforzar los ideales impuestos por los líderes militares del Sahel y aumentar su interés en intercambiar un partenariado europeo por uno ruso, asentando la figura de Assimi Goita en el poder y reafirmando el papel del Kremlin en el escenario africano. En términos indirectos, es una victoria que significa una derrota para Francia… que ve alejarse el sueño africano cada día un metro más. Y las distancias tradicionales ya no sirven en Mali.