El eje Rabat-Seúl: un nuevo pacto estratégico en torno al Sáhara con impacto global

En un contexto de transformaciones geopolíticas aceleradas, Marruecos y Corea del Sur han dado un paso decisivo hacia una alianza estratégica más profunda. El respaldo oficial de Seúl al plan marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental marca un cambio significativo en la política exterior surcoreana y consolida a Rabat como un socio clave en África. Esta nueva sintonía diplomática no solo refuerza la legitimidad internacional de Marruecos, sino que también abre nuevas perspectivas en el entramado geoeconómico afroasiático

Nasser Bourita, ministro de Asuntos Exteriores, Cooperación Africana y Residentes de Marruecos, e Inkyew Chung, ministro de Comercio de la República de Corea, durante la firma de nuevos acuerdos de comercio e inversión – PHOTO/X/@MarocDiplomatie

Las relaciones diplomáticas entre Marruecos y la República de Corea han experimentado en los últimos años un notable proceso de consolidación, reflejo de una estrategia más amplia por parte de ambas naciones de proyectar su influencia en espacios geográficos clave. En este marco, la reciente decisión de Seúl de expresar oficialmente su apoyo a la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental, presentada por Rabat en 2007 ante las Naciones Unidas, representa un giro significativo en la tradicional postura de neutralidad que Corea del Sur había mantenido históricamente en relación con este contencioso. Este respaldo no sólo marca un punto de inflexión en la diplomacia bilateral, sino que también introduce nuevas variables en el tablero geopolítico afroasiático, con potenciales consecuencias a medio y largo plazo.

El conflicto del Sáhara Occidental, que enfrenta desde hace décadas al Reino de Marruecos con el Frente Polisario —una organización independentista apoyada principalmente por Argelia— constituye una de las disputas territoriales más complejas y prolongadas del continente africano. Desde 2007, Marruecos promueve un plan de autonomía bajo soberanía marroquí, que ha sido calificado por múltiples actores internacionales como una propuesta «seria, creíble y realista». Este plan busca ofrecer una solución política duradera, basada en la descentralización administrativa, el respeto de los derechos culturales y sociales de la población saharaui, y la integración regional. Hasta la fecha, más de 113 países han expresado su respaldo, parcial o total, a dicha propuesta, lo que la posiciona como la opción con mayor aceptación internacional frente a las alternativas de independencia o referéndum impulsadas por el Polisario.

El reconocimiento surcoreano de esta iniciativa, aunque formulado con el lenguaje diplomático habitual —“tomar nota” del plan y saludar los esfuerzos “serios y creíbles” de Rabat— representa un respaldo político implícito que rompe con la equidistancia anterior. Corea del Sur, uno de los principales actores económicos y tecnológicos de Asia Oriental, ha optado así por alinearse de forma más explícita con el enfoque promovido por las Naciones Unidas en la resolución del conflicto, en particular con los parámetros establecidos por la resolución 1754 del Consejo de Seguridad, que aboga por una solución negociada y realista.

Este cambio de postura debe interpretarse en el contexto de la reconfiguración de las alianzas globales. Corea del Sur, consciente de la creciente competencia geopolítica en África entre actores tradicionales (Francia, Estados Unidos) y emergentes (China, Turquía, Rusia), busca reforzar su presencia en el continente mediante la consolidación de vínculos con socios considerados estables, proactivos y geoestratégicamente posicionados. Marruecos cumple con todos estos criterios: es un país con estabilidad institucional, un modelo de diplomacia activa tanto en África como en el mundo árabe, y una plataforma logística clave gracias a su cercanía con Europa y su proyección hacia África subsahariana.

A nivel económico, las relaciones entre ambos países ya venían desarrollándose con dinamismo. Corea del Sur ha incrementado su inversión en sectores estratégicos en Marruecos como la automoción, las energías renovables, la industria electrónica y la logística portuaria. Destaca, por ejemplo, la participación de empresas coreanas en el desarrollo del puerto de Tanger Med y en proyectos de infraestructura energética. La extensión de esta cooperación hacia las regiones del sur marroquí, en particular el Sáhara Occidental, confirma una voluntad política de anclar estas relaciones en una perspectiva de largo plazo, que trasciende lo meramente comercial para situarse en una lógica de asociación estructural.

Desde el punto de vista geopolítico, esta inflexión diplomática de Seúl también debe ser leída como parte de un pragmatismo estratégico orientado a la estabilidad regional. Marruecos, al consolidar su control sobre las provincias del sur mediante inversiones en infraestructuras, educación, salud y conectividad, se presenta como garante de orden y motor de desarrollo en una zona tradicionalmente marginada. Al excluir al Frente Polisario del reciente foro Corea-África celebrado en Seúl en 2024, el gobierno surcoreano ha enviado una señal clara: su apuesta pasa por la colaboración con actores estatales reconocidos y por el rechazo a protagonismos que generen fragmentación o incertidumbre regional.

Este alineamiento con la posición marroquí no solo refuerza la legitimidad del Reino en el plano internacional, sino que también puede repercutir en el comportamiento de otros países asiáticos que observan con atención el nuevo posicionamiento surcoreano. Japón, India e incluso naciones del sudeste asiático podrían seguir esta tendencia si se confirma que el enfoque marroquí permite acceder a oportunidades económicas sin incurrir en riesgos geopolíticos elevados.

Asimismo, el fortalecimiento de las relaciones entre Rabat y Seúl se inscribe en una lógica de recomposición de los equilibrios internacionales, donde las potencias intermedias desempeñan un papel cada vez más relevante en la estructuración de nuevas rutas comerciales, tecnológicas y políticas. Marruecos se proyecta como un eje geoeconómico entre África, Europa y Asia, una especie de “hub” logístico, financiero y energético que se beneficia de su situación geográfica, su red de acuerdos comerciales (que incluyen tratados con la UE, EE. UU. y múltiples países africanos) y su creciente capacidad industrial.

En conclusión, el reciente respaldo de Corea del Sur al plan marroquí de autonomía en el Sáhara no es un gesto aislado, sino el reflejo de una estrategia más ambiciosa de posicionamiento global y diversificación de alianzas. En este proceso, Marruecos se beneficia de una legitimación creciente de su propuesta política, mientras Corea del Sur afianza su inserción en África a través de un socio fiable. Este eje emergente Rabat-Seúl se perfila así como un vector importante de transformación en las dinámicas geoeconómicas y geopolíticas del siglo XXI, especialmente en lo que respecta a la interconectividad entre continentes, la gestión de conflictos regionales y la promoción de un desarrollo económico inclusivo y sostenible.

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Por Instituto IDHUS

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