El E-Yuan y la Transformación del Orden Financiero Global: ¿Una Amenaza para la Hegemonía del Dólar?

En un mundo cada vez más interconectado y digitalizado, la aparición del e-yuan —la moneda digital del banco central chino— marca un punto de inflexión en la evolución del sistema financiero global. Más que una simple innovación tecnológica, esta iniciativa representa una herramienta estratégica con la que China busca redefinir su papel en el orden económico internacional. Analizamos las implicaciones económicas, geopolíticas y sociales del e-yuan, así como su potencial para transformar la hegemonía monetaria vigente y alterar la forma en que las sociedades del futuro interactuarán con el dinero

 

Pekín tiene grandes esperanzas puestas en el e-CNY, que se ha puesto a prueba en todo el país y ha sido utilizado por decenas de millones de chinos. Foto: AP

La introducción del e-yuan, la moneda digital del banco central chino (CBDC por sus siglas en inglés), representa un hito fundamental no solo en la evolución de la economía digital, sino también en la reconfiguración del poder financiero y geopolítico global. A diferencia de las criptomonedas descentralizadas como Bitcoin o Ethereum, el e-yuan es una moneda estatal, emitida, regulada y controlada por el Banco Popular de China (PBOC), lo cual le confiere una legitimidad y una capacidad operativa completamente diferentes. Su diseño no solo responde a objetivos económicos internos, como la inclusión financiera o el aumento de la eficiencia de pagos, sino que también se inscribe en una estrategia más amplia para reconfigurar el sistema monetario internacional en favor de los intereses chinos.

Desde su lanzamiento piloto en 2019, el e-yuan ha sido probado en una serie de ciudades estratégicamente seleccionadas —entre ellas Shenzhen, Suzhou, Chengdu y Xiong’an— como parte de un plan de experimentación y expansión progresiva que comenzó a gestarse ya en 2014. Según datos del propio PBOC, la moneda digital ha alcanzado los 261 millones de billeteras registradas, lo que refleja no solo un grado significativo de adopción temprana, sino también el compromiso político y tecnológico del gobierno chino con la consolidación de su CBDC. Este desarrollo se da en el marco de una economía que ya se encuentra altamente digitalizada, con una población acostumbrada a utilizar plataformas como Alipay y WeChat Pay para la mayoría de sus transacciones cotidianas, lo que facilita la transición hacia un sistema financiero completamente digital.

Uno de los elementos más destacados del e-yuan es su potencial para transformar las dinámicas del comercio y las finanzas internacionales. La digitalización de la moneda nacional permite a China sortear, en parte, los mecanismos de control financiero global dominados por Estados Unidos, como SWIFT (el sistema internacional de pagos) y la dependencia del dólar como moneda de reserva. Actualmente, el renminbi ya se sitúa como la cuarta moneda más utilizada en transacciones globales, superando a monedas históricamente fuertes como el yen japonés y el dólar canadiense. Este crecimiento no es accidental, sino parte de una visión estratégica de largo plazo que busca colocar al yuan —y en particular a su versión digital— como una alternativa viable al dólar en el comercio internacional.

La implementación del e-yuan también lleva implícita una poderosa herramienta de vigilancia financiera. Al ser una moneda totalmente programable y trazable a través de la tecnología blockchain, permite al gobierno chino tener acceso en tiempo real a cada transacción realizada, lo cual amplía de manera sin precedentes la capacidad del Estado para monitorear y controlar el comportamiento económico de ciudadanos, empresas e incluso entidades extranjeras que operen con la moneda. Esta característica, que puede ser vista como una amenaza desde la perspectiva de los derechos individuales en democracias occidentales, es considerada en China como una herramienta legítima para garantizar la seguridad financiera nacional, prevenir el lavado de dinero y luchar contra la corrupción.

Desde un punto de vista geopolítico, el e-yuan se está integrando de forma progresiva en los grandes proyectos estratégicos chinos, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) y el Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos (CIPS). Estos marcos de cooperación económica y comercial brindan una plataforma para la expansión del uso del e-yuan en regiones clave de Asia, África y Europa del Este, desafiando directamente el rol del dólar en los mercados internacionales. Según un informe del Belfer Center de Harvard, el e-yuan podría actuar como un “instrumento transformador geoeconómico” que permita a China ampliar su influencia sobre zonas estratégicas del Pacífico y otras regiones emergentes.

Un ejemplo concreto de este proceso de internacionalización fue la primera transacción internacional de petróleo crudo realizada en e-CNY por la empresa PetroChina a través de la Bolsa de Petróleo y Gas Natural de Shanghái. Este hecho marca un cambio simbólico y práctico: vincular el yuan digital con el comercio de materias primas estratégicas —un ámbito históricamente dominado por el dólar— supone un paso crucial hacia la “desdolarización” de ciertas esferas del comercio mundial.

Este fenómeno no ha pasado desapercibido en Occidente. Intelectuales y analistas influyentes como el historiador Niall Ferguson han advertido sobre los riesgos de permitir que China “acuñe el dinero del futuro”, y centros de pensamiento como Policy Exchange (Reino Unido) y el Lowy Institute (Australia) han comenzado a elaborar propuestas de contención ante la expansión de esta arquitectura financiera alternativa. La preocupación radica en que, si el e-yuan gana suficiente tracción a nivel internacional, podría erosionar la hegemonía del dólar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos y sus aliados para ejercer poder financiero mediante sanciones, regulaciones de acceso al crédito y control de flujos de capital.

Desde una perspectiva social y cultural, el avance del e-yuan también plantea preguntas profundas sobre el tipo de sociedad que se está construyendo. La digitalización total del dinero puede traer beneficios como mayor eficiencia, reducción del crimen financiero y mejor distribución de subsidios estatales. Sin embargo, también implica un riesgo de erosión de la privacidad, concentración de poder en manos del Estado, y una mayor vulnerabilidad frente a ciberataques o fallas sistémicas. En sociedades democráticas, el uso de monedas digitales estatales deberá ser equilibrado con garantías legales robustas, mecanismos de transparencia y participación ciudadana para evitar abusos.

En resumen, la aparición y el avance del e-yuan no debe ser interpretado como un fenómeno aislado, sino como parte de una estrategia meticulosa de China para posicionarse como una potencia dominante en la economía del siglo XXI. Mientras que el dólar sigue siendo, por ahora, la piedra angular del sistema financiero global, la creciente adopción de la moneda digital china señala una posible transición hacia un sistema más multipolar, con implicaciones profundas para la gobernanza económica, la geopolítica y la vida cotidiana de millones de personas. El verdadero desafío no es simplemente tecnológico o monetario, sino civilizacional: ¿Qué tipo de orden financiero queremos construir como sociedad global en la era digital?

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Por Instituto IDHUS

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