El contagio yihadista del Sahel a la costa ha pasado de la teoría a la práctica

El contagio yihadista del Sahel a la costa ha pasado de la teoría a la práctica

Benín, Togo, Costa de Marfil... La violencia yihadista que asola desde hace años la región del Sahel se extiende cada vez más a los países costeros del Golfo de Guinea, un fenómeno que va a continuar y que plantea un desafío urgente a los gobiernos.

Afriquinfos

Varios expertos y funcionarios entrevistados por AFP en el Foro Internacional de Dakar sobre la Paz y la Seguridad en África advierten de que la tendencia se está extendiendo desde el caldo de cultivo formado por Mali, Burkina Faso y Níger.

«No ha hecho más que empezar, va a continuar, se va a acelerar», declaró un alto responsable africano bajo condición de anonimato. «La metástasis ha comenzado, y probablemente más de lo que sabemos, y más de lo que las autoridades de estos países están dispuestas a admitir, al menos públicamente», afirma un diplomático europeo, también bajo condición de anonimato.

«El riesgo que vemos cada vez más es el de que lo que ocurre en el Sahel se traslade a los países costeros», declaró al Foro el chadiano Annadif Mahamat Saleh, Representante Especial encargado de la Oficina de las Naciones Unidas para África Occidental y el Sahel (UN-UNOWAS).

Desde hace varios años, los atentados atribuidos a los yihadistas se suceden con regularidad en países situados fuera del corazón de la lucha que se libra en el Sahel.

Este recrudecimiento «se refleja desde hace varios meses en enfrentamientos armados en el norte de Costa de Marfil y en los últimos días en los primeros enfrentamientos con las fuerzas armadas de Benín», explica el general Michel Delpit, jefe de los elementos franceses en Senegal (EFS).

«Estamos viendo signos concretos de estos avances, como el reciente atentado en Benín, aunque todavía no se haya identificado al grupo que lo perpetró. También hace unas semanas, un atentado en el norte de Togo, unido a rumores sobre la presencia de elementos del EIGS (Estado Islámico en el Gran Sáhara) en la zona, puso de manifiesto el riesgo de expansión de la amenaza yihadista en el país», explica Pierre-Elie De Rohan Chabot, investigador sobre el Sahel en International Crisis Group.

«Al comienzo de la crisis del Sahel, en torno a 2014, los países ribereños se consideraban fuera de la zona donde podía extenderse el yihadismo», recuerda Bakary Sambe, director regional del Instituto de Tombuctú. «Por desgracia, han adoptado una cultura de negación», sobre todo para seguir atrayendo inversiones extranjeras y ganancias turísticas, añade.

Fase avanzada

El problema es que el auge yihadista, aunque no se traduzca en atentados masivos, se encuentra ya en una fase avanzada.

«La violencia es la fase final del ciclo de implantación», explica Alain Antil, director del Centro de África Subsahariana del Ifri. «Cuando la vemos estallar, en realidad llevan allí al menos un año, han tratado de encontrar aliados.

Han estudiado la zona, visto sus fragilidades, los resentimientos entre ciertas comunidades o hacia el Estado central».

«Por ejemplo, a los pastores que no se sienten protegidos por las autoridades, les ofrecerán protección contra el uso de sus tierras por otras comunidades, que se benefician de la protección del Estado».

Ante la creciente amenaza, los Estados ribereños se organizan, sobre todo con la iniciativa de Accra, lanzada en 2017 por Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana y Togo, para reforzar su cooperación en materia de seguridad.

«Togo adoptó recientemente su primera Ley de Programación Militar, Costa de Marfil y Burkina Faso han llevado a cabo varias operaciones militares conjuntas en los últimos meses, y Costa de Marfil acaba de comprar dos aviones para aumentar su capacidad», señala Rohan Chabot.

Pero para Bakary Sambe, estos países «han perdido el tren de la prevención». «En el Sahel, nos hemos centrado en la lucha contra el terrorismo utilizando medios militares para eliminar objetivos, olvidando que pueden regenerarse, mientras que la prevención significa abordar las causas estructurales» aportando soluciones económicas, sociales y jurídicas a los problemas de ciertos sectores de la población.

En esta propagación, «hay, por supuesto, grandes cuestiones geopolíticas, corrientes wahabíes, etc., pero también hay microconflictos que se contaminan entre sí, hablamos de zonas locales, insurgencias yihadistas, y en algunos casos, si el Estado interviniera a tiempo, la situación se resolvería», añade Antil.

Para estos grupos, uno de los beneficios de extenderse hacia la costa de esta forma es tener acceso al mar. «La expansión hacia los Estados del Golfo también responde a la necesidad de disponer de corredores logísticos, para abastecerse de mercancías y suministros», explica Antil, «una oportunidad para conectar mejor con otras formas de economía criminal», según Sambe.

Ante este panorama, el diplomático europeo cree que «2022 es el momento de discutir y conseguir crear una especie de “barrera social”» contra estos movimientos.