El ascenso del yuan digital en la nueva arquitectura financiera del mundo multipolar

La irrupción del yuan digital en el escenario internacional no es un simple avance tecnológico, sino un movimiento estratégico con profundas implicaciones geopolíticas y económicas. A medida que China amplía su red de colaboración con países del sudeste asiático y Oriente Medio, el e-CNY se perfila como una alternativa al orden financiero dominado por el dólar

El yuan digital gana terreno en el marco de las nuevas monedas CBDCs – Foto: Flicker

El avance de la moneda digital del banco central (CBDC, por sus siglas en inglés) de China, el e-CNY o yuan digital, se ha convertido en un elemento central en la transformación del sistema financiero internacional. Si bien otras grandes economías han avanzado lentamente en el desarrollo de sus propias CBDCs, China ha mantenido una estrategia decidida, tanto a nivel interno como externo, para posicionar su moneda digital como un actor clave en la redefinición del comercio, los pagos transfronterizos y el poder monetario en el siglo XXI. Recientes informes no confirmados por fuentes oficiales han señalado que el gobierno chino habría vinculado su CBDC con más de una docena de países de Asia y Oriente Medio, lo que, de ser cierto, representaría un paso significativo hacia la internacionalización del yuan y una posible reconfiguración del orden monetario global dominado históricamente por el dólar estadounidense.

Los informes en cuestión, cuya procedencia se rastrea mayoritariamente a medios y portales chinos y que en muchos casos han sido eliminados, indicaban que el Banco Popular de China (PBoC) habría establecido asociaciones para integrar el yuan digital con 10 países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y 6 países de Oriente Medio. Aunque no se especificaron los nombres de los Estados involucrados, el contexto actual sugiere que economías como Hong Kong, Tailandia, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita podrían estar entre las primeras candidatas. Estas naciones ya participan en la iniciativa mBridge, un proyecto internacional impulsado por el PBoC y otros bancos centrales, cuyo objetivo es facilitar las transferencias de fondos transfronterizas mediante el uso de CBDCs.

El proyecto mBridge (Multiple Central Bank Digital Currency Bridge) constituye uno de los ensayos más ambiciosos para establecer un sistema de pagos interbancario global alternativo al SWIFT. A diferencia de los canales tradicionales dominados por instituciones occidentales, mBridge busca utilizar tecnologías de contabilidad distribuida (DLT) para permitir transacciones directas y rápidas entre bancos centrales. Actualmente participan activamente el Banco Popular de China, la Autoridad Monetaria de Hong Kong, el Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos y el Banco de Tailandia. Además, el Banco de Pagos Internacionales (BIS), organismo con sede en Basilea que actúa como banco de los bancos centrales, participó en las fases iniciales del proyecto pero se retiró en noviembre de 2023, oficialmente por considerar que el proyecto había alcanzado suficiente madurez. Sin embargo, informes filtrados sugieren que existía una preocupación interna por la posible instrumentalización de mBridge como plataforma para los países del grupo BRICS, permitiendo a naciones como Rusia —altamente sancionada por Occidente— sortear las restricciones del sistema financiero global.

En este contexto, el yuan digital no es simplemente una herramienta tecnológica o financiera, sino un componente estratégico en la pugna por la hegemonía geoeconómica. La digitalización de la moneda nacional permite a China no solo ganar eficiencia en su sistema de pagos interno, sino también proyectar poder monetario en el exterior. A diferencia del dólar, cuya primacía se sostiene por instituciones como la Reserva Federal, el sistema SWIFT y el hecho de que más del 80% del comercio global se denomina en esta moneda, el yuan digital permitiría a Pekín ofrecer una alternativa tecnológica y soberana a países que deseen disminuir su dependencia del dólar o que busquen vías de comercio más seguras frente a posibles sanciones.

La creciente atención que el yuan digital ha recibido en Occidente no es casual. Diversas voces, tanto en el ámbito político como en el financiero, han advertido que esta estrategia china constituye uno de los desafíos más serios al orden monetario establecido desde el final de la Guerra Fría. Algunos analistas han llegado a calificar al yuan digital como “la mayor amenaza para Occidente en las últimas tres o cuatro décadas”, en tanto podría erosionar el monopolio del dólar en el comercio internacional, debilitar la capacidad de sanción económica de Estados Unidos y reconfigurar las rutas financieras globales hacia un sistema más multipolar.

No obstante, desde Pekín se ha insistido reiteradamente en que el objetivo de la internacionalización del yuan —y por extensión de su versión digital— no es reemplazar al dólar ni confrontar a Occidente, sino permitir una transición natural hacia un sistema financiero más equilibrado. Li Bo, exsubgobernador del Banco Popular de China, lo expresó claramente hace algunos años: “La internacionalización del renminbi es un proceso natural, y nuestro objetivo no es sustituir al dólar estadounidense ni a otras monedas internacionales”.

Más allá de las intenciones declaradas, lo cierto es que la expansión del yuan digital podría tener profundas implicaciones para países en vías de desarrollo, especialmente en Asia, África y Oriente Medio. En muchos de estos países, los sistemas financieros son frágiles, la bancarización es limitada y el acceso a monedas fuertes es restringido. La posibilidad de acceder a un sistema de pagos rápido, seguro y desvinculado del dólar podría ser vista como una oportunidad estratégica, tanto para aumentar su autonomía financiera como para integrarse en las nuevas cadenas de valor impulsadas por China a través de iniciativas como la Franja y la Ruta (BRI).

Mientras tanto, otras economías también se están moviendo para establecer marcos regulatorios que les permitan incorporar activos digitales sin comprometer la seguridad nacional. Tal es el caso de Pakistán, donde la Agencia Federal de Investigación (FIA), principal organismo de inteligencia y seguridad del país, ha propuesto un marco regulatorio alineado con las directrices del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI/FATF). Este marco busca establecer normas estrictas en materia de lucha contra el lavado de dinero, financiamiento del terrorismo, protección al consumidor y requisitos prudenciales para las plataformas que operan con activos digitales, incluyendo casas de cambio y monederos electrónicos.

Con al menos 15 millones de poseedores de activos digitales, según estimaciones locales, Pakistán representa uno de los mercados emergentes con mayor potencial en el ámbito de las finanzas digitales. Sin embargo, la falta de un marco normativo integral ha limitado el desarrollo del ecosistema. El Consejo Cripto de Pakistán, una organización formada en 2024 para fomentar la adopción tecnológica, ha pedido que se establezcan regulaciones habilitantes que permitan a los proveedores de servicios de activos virtuales (VASPs) competir a nivel internacional.

Esta iniciativa pakistaní no puede desvincularse del contexto más amplio en el que países del Sur Global están tratando de posicionarse en la nueva economía digital. Para naciones que han sido históricamente dependientes de centros financieros occidentales, la emergencia de nuevas plataformas, monedas digitales soberanas y arquitecturas de pagos descentralizadas representa tanto un desafío como una oportunidad. Por un lado, estas innovaciones podrían dar lugar a nuevas formas de inclusión financiera y desarrollo económico. Por otro, también plantean interrogantes sobre la soberanía monetaria, la seguridad digital y el riesgo de fragmentación del sistema financiero global.

En definitiva, tanto la expansión del yuan digital como la adopción regulada de criptoactivos en países emergentes reflejan un momento de transición profunda en el orden monetario internacional. La digitalización de las finanzas, liderada por actores estatales y respaldada por tecnologías disruptivas, está acelerando la multipolaridad económica. En este nuevo escenario, el equilibrio entre innovación tecnológica, intereses geoestratégicos y gobernanza financiera global será clave para evitar un mundo fragmentado por bloques financieros rivales. La manera en que estas dinámicas se desarrollen en los próximos años determinará no solo el futuro del dinero, sino también el grado de cohesión o conflicto en el sistema internacional.

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Por Instituto IDHUS

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