Alexa, ¿a qué hora es el siguiente tren para Chicago?

La humanidad y la información, privacidad y el uso adecuado de los datos que compartimos

En enero de 2019, la agencia Consumer Intelligence Research Partners (CIRP) estimó que el Echo/Alexa de Amazon controlaba el 70% del mercado estadounidense de altavoces inteligentes. Google Home poseía casi todo el resto, y solo un pequeño porcentaje iba al HomePod de Apple. Es un gran negocio que mueve millones de dólares al año y sigue creciendo sin parar.

Alexa, ¿a qué hora sale el próximo tren para Chicago?”. Y es que mientras que este tipo de preguntas empiezan a ser cada vez más comunes en miles de hogares de todo el mundo, especialmente estadounidenses donde ya la penetración del sector alcanza los millones de unidades de altavoces inteligentes vendidas, para otra parte de la población aún parece que tener un aparato en casa que pueda darte la información de aquello que buscas, los datos del tráfico o los resultados de tu equipo favorito está aún lejos de mirarse con buenos ojos. Reticencias a que, quizás, Alexa, el equivalente de Google, o cualquier otra marca que saque algo parecido al mercado, termine encerrándonos en casa, bloqueando la puerta del garaje o impidiendo que podamos abrir el agua caliente de la ducha si se “enfada” con nosotros.

Es cuestión de ver cuanta ficción prevalece en el inconsciente colectivo vs. cuan de útil son estos sistemas de inteligencia artificial, que cada vez están más de moda, pero también se llevan una gran parte del rechazo que suscita la posibilidad de un espionaje masivo de nuestros datos y vida privada hacia Amazon o Google, algo de lo que hablaremos más en detalle a lo largo de este capítulo.

Anuncios instantáneamente personalizados para ti

Y es que ¿Quién no ha probado lo siguiente? Te pones a hablar con tu pareja o tus amigos de algún tema en casa, con los móviles o la tableta o el ordenador cerca, no importa que estén encendidos o apagados, y aproximadamente en unos 10 minutos te pones a mirar cualquier página en internet y prestas atención a los anuncios. ¿Qué aparece? Efectivamente. Anuncios de los temas sobre los que has estado conversando minutos atrás.

Los miembros de este instituto hacen esta prueba regularmente. Si hace unas horas hablábamos de que la nueva marca de café que hemos comprado en el supermercado para nuestra pausa matinal no tiene tan buen sabor, ahora ya tenemos en la tableta donde consultamos las noticias del día anuncios y banners sobre una nueva marca de cápsulas de café recién llegada a nuestro hipermercado más cercano. No es broma. No es una casualidad. Es así como funcionan este tipo de sistemas desde hace años, pero aún no estamos tan atentos, la mayoría, como para darnos cuenta.

Los datos son el maní del presente, y del futuro

Empresas como Amazon, Facebook o Google viven de nuestros datos, es su verdadero negocio, así que venden y usan nuestros datos para hacernos llegar anuncios, de momento, lo más personalizados posibles. Y para poder analizar todo eso no hay un equipo de personas detrás de lo que le pedimos a Alexa o le preguntamos a Siri o le consultamos al Ok Google, sino que están varios algoritmos y sistemas de inteligencia artificial que analizan rapidísimamente, y con enorme eficacia, aquello que nuestros móviles o tabletas recogen por el micro, no importa que lo tengamos apagado (siguen funcionando), o que estén recogiendo del ambiente a través de los altavoces inteligentes que tenemos en medio de la cocina.

¿Es realmente así de sencillo “espiar” al usuario? Ninguna de estas compañías admite ni considera que este tipo de publicidad tan personalizada sea considerada espionaje, al fin y al cabo hemos aceptado todas sus políticas de privacidad sin leerlas y hemos metido un montón de micros en casa con los diferentes aparatos tecnológicos y móviles que tenemos, además de tener ya la casa conectada a internet a través de nuestros electrodomésticos. El robot escoba enviando los datos de nuestra vivienda y sus dimensiones y características a su central, y otros aparatos transmitiendo a través del wifi y del IoT (Internet de las Cosas) toda la información necesaria para que nuestra comodidad vaya en aumento, no tengamos que preocuparnos por hacer tantas cosas en la vivienda, y esta se autorregule y se autogestione cada vez más a sí misma sin intervención humana.

La domótica y las casas inteligentes están, pues, en auge, y la demanda de sistemas que controlen por voz todo lo que se puedan controlar en la vivienda va en aumento. Es realmente cómodo entrar por la puerta y dar unas órdenes en voz alta “al aire” para que se encienda la calefacción, se active la ducha o se empiece a calentar el horno. Mientras, nosotros, vamos dejando nuestras cosas en su sitio, poniéndonos las zapatillas de casa y cuando llegamos al salón la televisión ya está encendida en nuestro canal preferido y con el volumen ajustado a lo que nos parece conveniente. No hay nada de ficción en esto. Hay decenas de modelos y tecnología para casas inteligentes que incluyen estas funciones y países en el Sudeste Asiático como Corea del Sur o Japón donde son realmente usuales, por no hablar del desarrollo en Estados Unidos o lugares tecnológicamente más avanzados y con una población más dispuesta a abrazar estas facilidades más rápidamente.

Inversión y desarrollo exponencial en inteligencia artificial

La inteligencia artificial, pues, sigue siendo una de las áreas de investigación de mayor impacto y crecimiento en la sociedad, y lo seguirá durante los próximos años. Google y Amazon poseen sus propias IAs que gestionan la logística de ordenar y coordinar todos los procesos de sus sistemas de envíos de paquetes o de búsquedas por internet. Facebook posee una IA que es capaz de segmentar las noticias por núcleo de población, mostrar esos anuncios de café en tu muro minutos después de haber hablado en voz alta de ello y cosas por el estilo. Todas estas IAs además comparten una característica, aprenden de sí mismas cuantos más datos reciben como entrada para sus operaciones y algoritmos, de manera que los conceptos de Machine Learning, Deep Learning y redes neuronales empiezan a quedarse cortos para describir el poder y la capacidad de computación y aprendizaje que están alcanzando cada día.

Es un campo científico y matemático del que aún no hemos llegado a ver si tiene límites y dónde podrá llevarnos. Las aplicaciones domésticas en electrodomésticos caseros con IA son cosa rutinaria y nos permiten simplificar un poco nuestra vida, aunque tampoco sea especialmente duro o complicado poner la calefacción o encender el horno tu mismo, pero, aun así, el ser humano siempre tiende a la comodidad, y por eso aceptamos de buen agrado esta tecnología que permite hacer todo por nosotros solo por comandos de voz. Quizás no en todos los hogares, y quizás no inmediatamente, pues bastantes casas y familias aún no se fían de una nevera que pueda mandar la orden a tu app del supermercado para añadir leche a la lista de compra cuando esta se acabe. Pero esas familias que ahora desconfían de perder el control de una parte de la logística doméstica, tarde o temprano terminarán teniendo una nevera conectada al IoT y ese altavoz inteligente que sabe todas las respuestas combinadas de todas las enciclopedias del mundo. Es cuestión de tiempo, porque la dinámica de estos cinco últimos años muestra un aumento masivo de la percepción positiva que el ser humano está teniendo de este tipo de asistencia doméstica, inteligente y robotizada.

Quizás es que no lo vemos aún como un peligro a nuestra integridad y capacidad de controlarlo todo. Y es que no lo son. No están diseñadas para controlar nada más que la pequeña función para la que están programadas, así que la nevera solo puede decir si falta leche o no falta, pero no puede hacer nada por tu ducha o por tu lavadora. Tampoco el Google Home o Alexa de Amazon pueden hacer nada más que contestar preguntas o dar información, pero eso es solo por qué ahora los tenemos programados solo para ello. Si deseamos que se amplíen sus prestaciones, una vez la penetración de estos equipos haya superado la barrera psicológica del rechazo por invasión de privacidad que estamos abocados a superar, es cuestión de montar el mismo tipo de IA en otros aparatos que controlen a través del wifi la tele, el horno, la ducha y la lavadora desde un único punto central.

Tentando al consumidor poco a poco

Todo empieza siempre igual. Siempre se inicia la penetración en la sociedad de algo nuevo instalando pocas unidades de esa nueva tecnología en algo inocuo, beneficioso y que ayude un poco a los seres humanos que lo usen. De manera que se consiga acostumbrar a una serie de consumidores a ello para que sean el caballo de Troya para entrar hacia núcleos de la sociedad más reticentes. Se tiene que hacer así, de lo contrario se activarían una serie de factores psicológicos y miedos presentes en todos nosotros respecto a lo que pasaría si no podemos ni estar en control de lo que ocurre en nuestra vivienda, o si no podemos siquiera hablar en privado dentro de nuestra habitación conyugal.

Malas noticias, pues, para los que duermen con el móvil cerca de la cabecera de la cama, porque no hay manera de que el micrófono del mismo no esté escuchando la conversación y al día siguiente no te muestre los anuncios y las noticias más relevantes según el contenido de la misma. Y, de nuevo, no hay seres humanos “espiándote” detrás. Es un algoritmo conectado a programas de reconocimiento de voz, conectados y gestionados por una inteligencia artificial que controla y gobierna los diferentes segmentos de población y las diferentes secciones de las compañías que luego han de servirte esos anuncios. Si es un móvil, a través de los sistemas de Android de Google, si es un iPhone, lo mismo a través de Apple, si estás en el ordenador, entre Facebook y Amazon, Google y Microsoft, es difícil escapar de que las cápsulas de café “riquísimo” que han de sustituir a las “malas” que has comprado no estén presentes en anuncios bien grandes no importa que página de internet visites o por que parte de la red navegues.

Estas empresas han llegado a copar y dominar el mercado, y por esa razón tienen tanto poder en nuestras vidas todas las grandes tecnológicas que comercializan nuestros datos para ello y nos ofrecen las tecnologías necesarias para que nosotros mismos se los ofrezcamos gratuitamente.

Despreocupación total de la población sobre sus datos

Quizás la mayor ilusión de una gran parte de la población es creer que nos están “espiando” para saber quienes somos por si cometemos algo “ilegal”. Este tipo de percepción es la que lleva a la mayoría de seres humanos a no preocuparse por su privacidad, pues la mayoría de nosotros no solemos cometer ni estamos planeando nada “ilegal” y, por lo tanto, no nos preocupa que se sepa que hacemos, decimos, o preguntamos en la red, en casa o a través del móvil. No nos damos cuenta de que no es esa la función de todos los sistemas de gestión tecnológica que poseemos, sino la de crear un único perfil psicológico de la persona para conocernos mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. Es decir, tienen tantos datos las grandes tecnológicas del sector sobre nuestra vida privada, porque los vamos entregando en cada acción que hacemos, que saben y pueden predecir que harás, que necesitarás o que consumirás antes de que tu mismo hayas decidido consumirlo o comprarlo.

Y esto es así porque una gran parte de los componentes que forman nuestra personalidad son componentes subconscientes, y patrones de comportamiento basados en hábitos que repetimos sin prestar atención, por la costumbre y el aprendizaje sostenido en el tiempo de los mismos. De manera que, cuando un algoritmo ve que hemos pedido 50 veces el mismo producto, hemos pinchado 38 veces en el mismo tipo de noticia o hemos revisado 300 veces una determinada web en un determinado periodo de tiempo, hemos leído una serie de libros comprados en Amazon y hemos buscado en Google una serie de términos, aunque tu no recuerdes que hiciste hace un mes en estos mismos servicios, sus sistemas informáticos sí que lo recuerdan y lo tienen almacenado, creando un perfil de cada usuario con cada vez más datos que se refina y detalla con cada interacción nueva, llegando, pues, a saber con mayor exactitud que nuestra propia personalidad consciente aquello que deseamos de forma subconsciente o que estamos buscando, queriendo y deseando sin ni siquiera percatarnos de ello. Es cuestión de que luego aparezcan los anuncios adecuados en todas las páginas donde hayas iniciado sesión, por ejemplo desde tu navegador Chrome, para que la propia IA de Google te sirva los anuncios adecuados basados en el historial de navegación y el perfil que Google tiene de nosotros en todo momento.

No es ciencia ficción ni ideas sobre conspiraciones de ningún tipo de gobiernos (aunque también algunos gobiernos hacen algo parecido a través de otros sistemas). Pero, en este caso, es la lucha por los datos de miles de millones de consumidores para conseguir conocerlos mejor que ellos se conocen a sí mismos, pues son el motor de la economía mundial, y solo sabiendo que puedes ofrecerles exclusivamente a estos para que acepten comprarlo porque está perfectamente alineado con sus gustos, intereses y necesidades, se puede hacer que el consumidor esté siempre consumiendo y que consuma aquello que quiere o necesita, o se le induce a desear, con la mayor facilidad posible.

Saben más de nosotros que nosotros mismos

Quizás aún nos sorprende ser el blanco de una enorme campaña publicitaria al nivel en el que puedan oírte decir que se acabó el papel del baño en casa y tengas anuncios en el móvil para comprar el nuevo rollo que huele a pino, pero es que se trata de eso. La mayoría de marcas no pueden permitirse lanzar campañas publicitarias a gran escala y genéricas para llegar a la población por medios convencionales como anuncios de televisión o vallas publicitarias. Lo siguen haciendo, por supuesto, pero el dinero y los ingresos se consiguen solo segmentando a la población, individualizando por completo al consumidor y dándole persona a persona solo aquello que está claro que va a comprar porque acaba de decirlo, o lo ha buscado veinte veces en el último mes en internet.

Mientras no nos importe que esto sea así, que no tiene porqué ser algo “negativo”, (aunque realmente desde el IDHUS creemos que tendría que preocuparnos), no hay ninguna regulación, ley o norma que pueda poner freno al papel de las grandes tecnológicas en la transformación económica de la sociedad por la manipulación de la psique colectiva y la segmentación individual de lo que somos como personas, y lo que nos mueve como seres humanos, ofreciéndonos los productos que contribuyen a sostener esa imagen que tenemos de nosotros mismos, y que van entrando por nuestros sentidos con cada anuncio en cada periódico que leemos en la tableta, o con cada búsqueda que hacemos en el navegador.

A medida que estos algoritmos se hagan cada vez más eficientes, y las IAs crezcan en poder de análisis y en capacidad para diferenciar incluso nuestras voces cuando están siendo recogidas por un único altavoz inteligente ubicado en el centro del salón en casa, entonces incluso se desviarán al móvil anuncios que no aparecerán en el móvil de nuestras parejas, ya que fui yo quien expresó el deseo de comprar o tener algo y no la otra persona. Este último punto aún requiere, por parte de las grandes empresas, refinamiento y desarrollo tecnológico que está en marcha, pero no del todo implantado, por lo que no llegamos a tener esta segmentación tan privada por individuo, quizás solo por núcleo familiar en estos momentos, pero todo llegará.

Explorando hasta el último centímetro cuadrado

Mientras que los robots que aspiran la casa ya conocen que elementos hay en ella, cuantos metros cuadrados tiene, que disposición tienen las habitaciones y cuanto sitio queda disponible para nuevos muebles, los anuncios que irán llegando al teléfono o a la pantalla nos irán ofreciendo muebles que son perfectos para ese hueco entre el sofá y la columna donde no cabe nada más que justo el armario que Ikea acaba de diseñar, pues los datos se comparten, hay mercado para ello, y las empresas que los recogen tienen artimañas legales para poder ofrecérselos entre ellas sin violar las mil cláusulas de privacidad que, de nuevo, ninguno de nosotros hemos leído ávidos de instalar esa nueva aplicación y de ponernos con ella sin importarnos que nos estuviera diciendo que vamos a dar nuestro consentimiento para el tratamiento de nuestros datos personales como la empresa que los recoge considere oportuno. Es simplemente una forma de cumplir con leyes y normas legales, pero nada que les impida seguir recogiendo datos sin parar, para poder luego revertirlos en beneficios de todo tipo para sus negocios.

Así que, volvemos a la pregunta. ¿Es esto negativo? Si, lo es, diríamos la mayoría. Pero resulta que hay otra mayoría que no lo cree así. Si yo necesito un mueble y solo tengo 30 cm de espacio entre el sofá y la columna, ¿Qué hay de negativo en que al abrir el móvil ya tenga el anuncio de ese armario esperando para que lo pueda comprar a solo un clic? Para algunos, es una sociedad idílica en la que, lo que necesito, lo obtengo de inmediato, así que es un beneficio para todos que no tenga que pasarme horas visitando tiendas de muebles por todo mi barrio o buscando en catálogos de internet hasta encontrar lo que deseo.

Y es que este razonamiento también es válido. No somos en el IDHUS realmente contrarios a ninguna tecnología, estamos encantados con el desarrollo de las aplicaciones que vemos y el potencial de las mismas, igual que cuando hemos explorado las nuevas posibilidades que el 5G, el IoT o el blockchain traen consigo. Lo que tratamos de advertir son de las consecuencias que esto tiene en otras áreas de nuestra vida, principalmente, la privacidad, y la desaparición del anonimato entendido como la imposibilidad de desaparecer de la red, y de desconectarse del uso de los productos de las grandes empresas tecnológicas para lo que tenemos que hacer en nuestro día a día.

Vivir sin depender de los gigantes tecnológicos es imposible

Se han llevado a cabo experimentos en los que se ha intentado por parte de algunos periodistas concienciados con el tema de la publicidad “encubierta” de desconectarse y vivir sin usar Google, Amazon, Microsoft o Facebook. Es imposible. No se puede a no ser que vivas en algún pueblo remoto y tu vida se produzca fuera del ecosistema social y empresarial en el que habitamos la mayor parte de la población del planeta. No hay forma en estos momentos de poder hacer un mínimo de cosas sin tener que depender, en algún momento u otro del día, de algunos de los servicios que estas empresas nos brindan. Microsoft controla todos los ordenadores Windows, Google todo internet y todos los móviles Android, Apple todos los Mac y todos los iPhones, Amazon todas o casi todas las compras, igual que Alibaba en China, y Facebook la mayoría de las noticias y contactos sociales. Puedes pasar un par de días sin que interactúes con todo eso, pero no puedes llevar a cabo una vida profesional y social “normal” sin su uso.

Por lo tanto, el sistema ha “ganado” la batalla, al menos de momento. Todo el peso del control ahora recae en el usuario final, en lo consciente que sea o no de lo que expone cuando interactúa con la tecnología que estos gigantes empresariales han introducido sutilmente en todos los hogares. Que luego estos datos también pasen a manos de gobiernos es otra cosa, que lo hacen, y por lo tanto siguen siendo el primer paso para que todo el mundo en cualquier sociedad del planeta esté controlado de una manera o de otra. De nuevo, no hay ideas de conspiración en ningún aspecto. Es pura rutina de como funciona el sistema bajo el que vivimos y la serie Black Mirror no está basada en cosas que no existen, sino en lo que ya está siendo usado o implantándose pero no es tan obvio como para que podamos asustarnos o rebelarnos contra los sistemas de vigilancia establecidos.

Mientras se mantenga este nivel de consciencia de la sociedad respecto a la privacidad y lo que representa el hecho de que se conozca todo lo que hacemos o dejamos de hacer, y no haya un debate profundo en la población sobre si nos parece bien, mal, regular o no nos importa lo que esté sucediendo con nuestros datos, no habrá opciones para que cambie un ápice la manera en la que los intereses económicos detrás de estas tecnologías de reconocimiento de voz, de inteligencia artificial casera, de electrodomésticos conectados a internet, etc., no sigan proliferando. Nos hacen la vida más fácil, más cómoda, pero nos restan siempre un poco de privacidad y de control sobre esta, pues, al final, las grandes marcas y empresas se anticipan a nuestros deseos y tenemos lo que hemos pedido antes de que ni siquiera supiéramos que lo íbamos a pedir.

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