Actores en el Sahel (II): la presencia regional

Actores en el Sahel (II): la presencia regional

¿Qué operaciones regionales se están llevando a cabo y quiénes son los grupos armados?

Diego Urteaga
Atalayar

Si la presencia internacional se antoja clave para la estabilidad de la región del Sahel, la presencia de otros organismos y actores regionales es, incluso, mucho más importante. La labor que realizan es susceptible de una mayor aceptación que la de otros actores, cuya presencia empieza a ser prolongada y la sensación de una nueva forma de colonialismo se extiende. Así sucede ahora mismo en Mali, donde el rechazo a la presencia francesa e incluso de la MINUSMA, empieza a ser una constante. Sin embargo, las capacidades de estas organizaciones y proyectos de cooperación regional, como la ECOWAS/CEDEAO o el reciente G5 – Sahel, son aún limitadas y dependen del apoyo y asesoramiento de otras misiones, países y organismos. El objetivo es, indudablemente, el fortalecimiento del sector de la seguridad de estos países. El camino no será fácil, pues depende de muchos factores: el aumento de medios materiales y capacidades, una mayor profesionalización de sus cuerpos y fuerzas de seguridad, la integración de la mujer y la representación de todas las sensibilidades étnicas, algo vital en el funcionamiento de muchas sociedades africanas, el desarrollo económico y social de regiones altamente empobrecidas y el aumento de la presencia estatal en ellas, etc. El avance en estas materias, permitirá la progresiva disminución de la presencia internacional otorgando más protagonismo al propio Estado y a las organizaciones regionales.

En el ámbito de las operaciones regionales, hay varias zonas de actuación, focalizándose éstas en la zona del lago Chad y en la que concurren las fronteras de Mali, Níger y Burkina Faso. Las operaciones que se están llevando a cabo, aun siendo supervisadas y apoyadas por la Unión Africana, parten de diversas iniciativas regionales. Es el caso de la Fuerza Multinacional Conjunta, que surge a mitad de la década de los 90, a iniciativa de la Comisión de la cuenca del lago Chad (LCBC) o el G5 Sahel, creado en 2014 por decisión de los cinco países que lo conforman – Mauritania, Mali, Niger, Burkina Faso y Chad – y que es apoyado por otras organizaciones como la Unión Europea, desde sus inicios.

A pesar de la antigüedad de la existencia de la Fuerza Multinacional Conjunta su actividad venía siendo bastante reducida. Tras el auge del grupo terrorista Boko Haram en el norte de Nigeria, la MNJTF por sus siglas en inglés, se reactiva en 2014 con el apoyo de la Unión Africana, ampliando su mandato a la lucha contra el terrorismo islamista. Aunque el número de países que pertenecen a la Comisión de la cuenca del lago Chad es amplio, tan solo son cuatro los miembros de pleno derecho participantes en la Fuerza Multinacional Conjunta: Nigeria, Níger, Camerún y Chad. Con una fuerza de alrededor de 10.000 efectivos, se despliega en torno a cuatro sectores ubicados cada uno en un punto de los países participantes: Baga en Nigeria, Diffa en Níger, Bagasola en Chad y Mora en Camerún, situándose el cuartel general en Djamena, la capital chadiana. A esta operación contribuye con personal otro país de la región, Benín, con 150 efectivos, además de otras contribuciones económicas entre las que se incluyen 700 millones de la Unión Europea, que tienen el objetivo de fomentar los programas de desarrollo que se realizan en paralelo a las operaciones militares.

De forma más reciente, aunque coincidente con la reactivación de la MNJTF en 2014, surge el grupo del G5–Sahel con el objetivo de afianzar la seguridad fronteriza de los países que lo integran, cuya debilidad permite los movimientos transfronterizos de grupos armados y el tráfico de armas, drogas y personas. Para lograr ese objetivo, sus pretensiones pasan por el aumento de la cooperación en materia fronteriza, la creación de sinergias en cuanto a los protocolos de actuación y la inversión y desarrollo de aquellas regiones más vulnerables.

En 2017, el G5S lanza su Fuerza Conjunta, que se despliega en tres sectores – Oeste, Central, Este – con la autorización tanto de la Unión Africana como de Naciones Unidas con su Resolución 2359. Su estructura se basa en un Secretariado que se mantiene de forma permanente en la capital mauritana, un Cuartel General ubicado en Bamako – tras la destrucción del anterior situado en Sévaré – y tres puestos de mando en Nema, Niamey y Djamena.

Actualmente cuenta con 5.000 efectivos – siendo Mali y Burkina Faso los principales contribuyentes – divididos en 7 batallones. La FC – G5S se despliega en torno a varias franjas fronterizas entre los cinco países, en las que el Sector Central es el más actividad aglutina. La capacidad de actuación se limita al propio territorio nacional en el que están desplegados, aunque con la posibilidad de adentrarse en países vecinos hasta cincuenta kilómetros, en determinadas situaciones, como puede ser la persecución de grupos armados. La cooperación del G5 con otros actores como Barkhane es plena, reduciéndose geográficamente en el caso de EUTM – Mali y MINUSMA al territorio maliense.

La necesidad de toda esta presencia, regional e internacional, viene provocada por la proliferación de numerosos grupos terroristas de etiología yihadista además de otras milicias armadas cuyo ámbito de actuación es más reducido y sus pretensiones tienen un cariz más político que religioso. Los grupos yihadistas se pueden dividir por su afiliación a las dos grandes ramas del terrorismo global que representan Al Qaeda y el Daesh. En la región fronteriza de Mali, Niger y Burkina Faso están presentes ambas. La coalición denominada Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM), ligada a Al Qaeda, es un conglomerado de grupos más pequeños entre los que destacan Ansar al-Din, Al Qaeda en el Magreb Islámico y Al Mourabitoun.

El territorio en el que actúan estos grupos es en conjunto el más extenso, concentrándose sus ataques en la zona central y noreste de Mali. Por su parte, el Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS) distribuye su presencia y ataques en la franja fronteriza de Burkina Faso y Mali con Níger. A estos dos grandes grupos, con una mayor actividad transfronteriza, se le debe sumar la presencia de Ansarul Islam cuya actividad se focaliza en la zona norte de Burkina Faso.

De la misma forma que gran parte de los grupos yihadistas, muchos de los grupos armados se integran en plataformas que actúan de paraguas. De esta forma, tenemos como predominantes la Coalición de Movimientos de l’Azawad y la Plataforma, ambas integradas por varias milicias de ámbito geográfico reducido. Estas dos coaliciones son firmantes de los Acuerdos de Paz de Argel de 2015, en los que se recogieron muchas de las reivindicaciones políticas y sociales que reclamaban y que estimularon su levantamiento armado al inicio del conflicto en 2012. El objetivo del gobierno maliense es no solo cumplir su parte de los acuerdos firmados hace cuatro años, sino integrar progresivamente a estos combatientes en las Fuerzas Armadas y la policía malienses, algo que se está llevando a cabo de forma muy lenta dentro del proceso de desarme, desmovilización y reintegración.

La otra zona caliente de la región, la del lago Chad, es la segunda región de África donde más muertes por yihadismo se producen, solo por detrás de Somalia. En ella, aunque hasta hace poco actuaba casi en solitario el grupo Boko Haram, vinculado a Daesh, ha aparecido recientemente una escisión denominada Estado Islámico para la provincia de África Occidental (ISWAP). La rama histórica de Boko Haram se concentra en la zona sur dentro del área del lago Chad, en la frontera con Camerún, siendo ISWAP la que mantiene los ataques en la zona limítrofe con Chad y Níger del norte de Nigeria.

Pese a la progresiva reducción en el número de eventos violentos y muertes desde 2015, en 2019 se ha producido un repunte en la mortandad y agresividad de los ataques, principalmente en la región fronteriza de Mali con Burkina Faso y Níger. Para lidiar con él, las organizaciones internacionales deben seguir incidiendo en la necesidad de una aproximación integral, que no solo se centre en el ámbito de la seguridad, sino también en el económico, jurídico y sociocultural. Por su parte, se debe avanzar en el cumplimiento de los acuerdos de paz ya firmados aprovechando la disposición al diálogo de parte de los grupos armados. Y, por último, aprovechar la fricción existente entre los propios grupos yihadistas por sus vínculos internacionales para poder combatirlos de forma individual.