En el contexto del mayor proceso de urbanización de la historia, China ha desarrollado un modelo de planificación urbana que combina modernización acelerada, sostenibilidad y un enfoque centrado en las personas. Analizamos cómo Shanghái, como ciudad emblemática, ha implementado políticas integrales que transforman el espacio urbano, mejoran la calidad de vida y preservan el equilibrio ecológico. A través de proyectos de renovación, gobernanza digital y una fuerte inversión en infraestructuras verdes, la metrópolis se convierte en referente nacional e internacional. Este proceso refleja una visión en la que la ciudad es concebida como un espacio inclusivo, resiliente y adaptado a las necesidades del siglo XXI

En las últimas décadas, la República Popular China ha protagonizado uno de los procesos de transformación urbana más intensos y acelerados de la historia contemporánea. El paso de una nación mayoritariamente rural a una potencia urbana avanzada ha redefinido su geografía social, económica y cultural, y ha convertido a sus principales metrópolis en laboratorios vivos de innovación en materia de gobernanza, planificación y sostenibilidad. Entre ellas, Shanghái, situada en la desembocadura del río Yangtsé y atravesada por el río Huangpu, constituye un caso paradigmático: un espacio urbano que ha sabido conjugar modernización acelerada, renovación de su tejido histórico y una apuesta por el desarrollo centrado en las personas.
El principio rector de este enfoque —enunciado de forma clara por el presidente Xi Jinping en 2019 durante una visita de inspección a Shanghái— establece que “las ciudades son construidas por el pueblo y para el pueblo” y que, por tanto, la urbanización debe orientarse a la mejora real de la calidad de vida de sus habitantes. Este enunciado se ha traducido en políticas concretas, como la rehabilitación de barrios antiguos, la transformación de áreas industriales en desuso, la mejora de los servicios públicos y la implementación de un modelo de “círculo de vida comunitario de 15 minutos”, que busca garantizar que los residentes tengan acceso a servicios esenciales —educativos, sanitarios, comerciales y recreativos— a una distancia caminable desde sus hogares. En Shanghái, estas iniciativas han mejorado directamente las condiciones de vida de unas 40.000 familias en los últimos años, un número significativo si se considera el tamaño de la urbe y la magnitud de los desafíos que afronta.
La estrategia shanghainesa no se limita a la renovación física de las infraestructuras; incorpora también un marco integral que combina desarrollo económico, cohesión social, preservación medioambiental y fortalecimiento de la seguridad urbana. Este enfoque sistémico ha llevado a la ciudad a liderar en el ámbito nacional la transición hacia modelos urbanos verdes y de baja huella de carbono, adoptando tecnologías avanzadas para optimizar el consumo energético, gestionar los residuos y ampliar los espacios verdes urbanos. De hecho, la planificación urbana actual en China se concibe como un proceso interconectado que no solo responde a necesidades presentes, sino que anticipa riesgos futuros, desde el cambio climático hasta la resiliencia frente a desastres naturales.
Un elemento diferenciador de la gestión urbana de Shanghái es su inversión en gobernanza digital. La ciudad ha desarrollado dos redes integrales: una que unifica todos los servicios administrativos bajo una única plataforma y otra que interconecta el funcionamiento operativo de la metrópolis. La primera —un servicio en línea pionero en China— integra 45 departamentos municipales, con un volumen medio de 1,1 millones de transacciones diarias, lo que ha reducido de manera notable la burocracia y los tiempos de gestión. La segunda permite una monitorización constante de los sistemas urbanos clave, mejorando la capacidad de respuesta ante incidentes y optimizando la asignación de recursos.
En paralelo, Shanghái ha impulsado la digitalización de la atención sanitaria, incluyendo consultas médicas virtuales, reservas de citas y facturación electrónica, así como el reconocimiento mutuo de historiales médicos entre distintos hospitales. Una dimensión social importante de estas reformas es la accesibilidad: la ciudad ha trabajado para adaptar todos los servicios públicos a las necesidades de personas mayores y con discapacidad, lo que responde a la tendencia demográfica nacional hacia un envejecimiento progresivo de la población. Iniciativas recientes, como la instalación de sistemas inteligentes de control de acceso y aparcamientos vigilados para bicicletas eléctricas, forman parte de un programa preventivo de seguridad que conecta en tiempo real estos dispositivos a plataformas de gestión urbana, permitiendo la detección temprana de riesgos.
El modelo de renovación urbana que Shanghái impulsa se enmarca en un movimiento más amplio que atraviesa todo el país. Desde la Conferencia Central de Trabajo Urbano de 2015, el gobierno central ha desplegado políticas específicas para fortalecer la planificación, mejorar la gestión constructiva y acelerar la modernización de comunidades antiguas. Entre 2019 y 2023 se han renovado cerca de 280.000 complejos residenciales en China, beneficiando a unos 120 millones de ciudadanos. Estas mejoras incluyen la instalación de más de 130.000 ascensores, la creación de 3,8 millones de plazas de aparcamiento y la adición de 31 millones de metros cuadrados destinados a usos culturales, recreativos y deportivos. En paralelo, se han construido más de 127.000 kilómetros de corredores verdes y 48.000 “parques de bolsillo”, pequeñas áreas públicas diseñadas para mejorar la habitabilidad de los barrios y fomentar la interacción social.
Estos avances se inscriben en un contexto demográfico y territorial sin precedentes: la tasa de urbanización de China ha pasado del 11 % en 1949 al 67 % en 2024, lo que significa que más de dos tercios de la población vive hoy en entornos urbanos. El número de ciudades ha crecido de 129 a 694 en ese mismo periodo, y las grandes concentraciones urbanas —29 de ellas con más de 5 millones de habitantes y 11 con más de 10 millones— ejercen una influencia económica y cultural de alcance nacional e internacional. Incluso regiones históricamente menos desarrolladas, como el oeste del país, han comenzado a experimentar un dinamismo urbano notable, con la creación de nuevas ciudades de nivel prefectura y un mejor equilibrio territorial.
La urbanización acelerada plantea retos de integración social, especialmente para la población migrante procedente de áreas rurales. En respuesta, China ha flexibilizado de manera significativa las restricciones del sistema de registro de residencia (hukou) en ciudades con menos de tres millones de habitantes, facilitando la incorporación estable de estos grupos al tejido urbano. Además, desde 2018 se ha puesto en marcha el sistema de “chequeo de salud urbana”, que examina de forma sistemática las condiciones de las ciudades y detecta problemas estructurales o de servicios. En 2024, este programa se ha expandido a todas las ciudades de nivel prefectura o superior, abarcando más de 290 urbes, con el objetivo de generar diagnósticos precisos y planes de mejora a largo plazo.
El último impulso normativo se produjo el 15 de mayo de 2024, cuando el gobierno central presentó directrices que refuerzan el apoyo político y financiero a los proyectos de renovación urbana, desde la modernización de redes de gas hasta la reconversión de fábricas obsoletas en centros comerciales o culturales. Estas medidas forman parte de una estrategia a horizonte 2030, orientada a mejorar la seguridad, aumentar la eficiencia de los servicios, elevar la calidad ambiental, diversificar la base económica urbana y preservar el patrimonio histórico y cultural como elemento integrador de identidad y cohesión social.
En conjunto, el caso de Shanghái y, por extensión, de la política urbana china en las últimas décadas, refleja un cambio de paradigma en el que la urbanización deja de ser únicamente un indicador de crecimiento económico para convertirse en un proceso deliberado de construcción social. La ciudad, concebida como organismo vivo, se planifica, adapta y transforma no solo para albergar a una creciente población, sino para ofrecerle un marco de vida que combine prosperidad, equidad, sostenibilidad y resiliencia ante un futuro incierto.