La mejora de la calidad del aire y una reducción en la emisión de gases contaminantes que debe mantenerse tras la pandemia para asegurar un resurgir económico limpio y más respetuoso con el medio ambiente

Las calles vacías de prácticamente todas las urbes del planeta están dando un respiro a la contaminación y la polución del aire que, hasta hace unas semanas, permeaba toda la atmósfera a niveles cada vez más preocupantes para el ser humano. Cuánto tiempo durará esta “limpieza” no lo sabemos, ya que en realidad no es que sea tal, sino que, al no haber tráfico en las calles, no haber industrias funcionando tanto como antes y no haber actividad humana por estar un tercio de la población mundial confinada en casa, las emisiones de gases contaminantes se han visto reducidas, y las lluvias y procesos naturales de limpieza de la atmósfera están haciendo su trabajo mostrando una ligera mejoría en la calidad del oxígeno que respiramos.
Esto, por supuesto, no es que sea una estupenda noticia de la que alegrarnos como consecuencia de la situación generada por el covid-19, en todo caso, es una consecuencia positiva que celebramos sin que la preocupación por el resto de la situación que el mundo está viviendo sirva para disminuir la gravedad del momento que la humanidad está atravesando.
A pesar de todo, sí que es verdad que, en muchos lugares, se ha visto un resurgimiento de la vida animal y marina cerca de zonas donde antes no se acercaban. Delfines en playas nadando tranquilamente cerca de la orilla y acercándose al interior de los puertos, animales en libertad campando mucho más cerca de las ciudades y zonas habitadas, y hábitats naturales que han visto disminuido (algo) el ritmo de deforestación, polución y degradación que venían sufriendo.
¿Repercutirá esta situación en un bienestar generalizado y en un incremento de la salud humana por respirar aire algo menos contaminado?
En general, no lo suficiente como para poder verlo reflejado en estadísticas, al menos así lo creemos si el confinamiento y el parón mundial de la economía solo dura estas pocas semanas anunciadas hasta la fecha, en la mayoría de lugares. Puesto que, en general, la mayor parte de los países que fueron golpeados en los primeros instantes de la pandemia ya están volviendo a abrir sus puertas a actividades económicas e industriales, volvemos poco a poco a contaminar otra vez mientras ponemos de nuevo en marcha el motor de la economía mundial. China, a mediados de Abril, ya reportaba estar funcionando al 80% de su capacidad productiva y países como Alemania, España o Italia empiezan tímidamente a dejar funcionar algunos sectores industriales y de servicios para ir poniendo en marcha la economía de nuevo.
¿Cómo podríamos aprovechar entonces esta reducción “temporal” de la contaminación que hemos sufrido para hacerla permanente?
Una cosa sí que parece que va a quedarse reducida durante un largo periodo de tiempo. Estamos hablando del sector de los viajes. Según datos de la web especializada FlightRadar24, que monitoriza los vuelos en tiempo real por todo el mundo, este mes de Abril se ha reducido hasta un 90% todo el tráfico de aviones en vuelos internacionales, y nuestros cielos están vacíos de aeronaves surcando las anteriormente congestionadas rutas comerciales entre países. Debido a la caída de la demanda del petróleo, que está en mínimos históricos que no se veían desde 1999, debido a la drástica reducción de la demanda de todo el transporte marítimo, aéreo y terrestre, estamos viendo que una de las fuentes de contaminación más importantes, el transporte aéreo, tardará en volver a recuperar su actividad pre-covid 19, y, por lo tanto, es posible que sigamos viendo cielos más limpios una temporada más, al menos en lo que respecta a las emisiones de Co2 que son emitidas por esta industria cada año, estimado en un 2% del dióxido de carbono total que se produce en el planeta y hasta un 5% si se suman el resto de gases que también son emitidos en el total de los vuelos.
Si a esta reducción le sumamos la disminución del tráfico debido a la restricción de uso del vehículo privado en nuestras ciudades y urbes, y la reducción de la contaminación acústica que eso también conlleva, los índices de calidad del aire (AQI- Air Quality Index) que se están midiendo estos días son sustancialmente mejores y prometedores de mantenerse así en el futuro. En Milán, por ejemplo, ha disminuido un 24% las emisiones de gases contaminantes respecto a las cuatro semanas anteriores. En la ciudad de Roma se han visto reducidas entre un 26-35%, en Barcelona ha bajado un 40% respecto a semanas anteriores, en Madrid un 56% y en Lisboa también un 40%, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA). Así, debido a las medidas y limitaciones actualmente en vigor, estos índices seguirán estables y en números aceptables por un tiempo, quizás varios meses, hasta que el mundo vuelva a la normalidad al 100% aunque quizás tardemos uno o varios años para ello.
Flexibilizando las reglas de no contaminación para permitir la activación económica
Lamentablemente las miles de muertes que se producen cada año debido a enfermedades respiratorias agravadas por la cantidad de toxinas que existen en nuestra atmósfera no tienen tanta incidencia en las noticias y agendas a corto plazo de la mayoría de gobiernos del planeta. Eso no quiere decir que no haya en marcha medidas puestas para paliar esta contaminación, que las hay y muchas, lo que queremos decir es que no están siendo implementadas a un ritmo mayor y forzando otras restricciones mayores que podrían poner a nuestras ciudades en un nivel de emisiones contaminantes mucho más adecuadas para el ser humano. Pero somos conscientes de que cuando la economía vuelva a ponerse en marcha se tendrán que incentivar todas las empresas y las formas de recuperar el tiempo, el empleo y los recursos perdidos, y, por lo tanto, posiblemente, quizás muchas restricciones, ahora en marcha para mantener y contener la emisión y contaminantes que generamos, se vean suavizadas para permitir mayor actividad laboral y empresarial que compense el daño sufrido.
Es cuestión de poner en la balanza las medidas que se pueden tomar para que las personas vuelvan a tener un estilo de vida “normal”, recuperen los ingresos y pérdidas que hayan tenido durante estos meses y las empresas puedan volver a contratar a todos aquellos que han tenido que despedir, aunque eso signifique la inversión y la intervención del estado en industrias y en prácticas que, para hacer lo que sea con tal de volver a generar empleo y beneficios, pierdan de vista las políticas medioambientales o estas queden temporalmente reducidas a meras indicaciones que vayan o no a cumplirse según la buena voluntad de cada empresa o industria implicadas en ello.
Con lo cual, quizás la buena noticia de que nuestros cielos ahora están algo más limpios se verá dentro de un periodo de entre 6 meses y un año opacada por un empeoramiento de los mismos a niveles de polución superiores a los existentes antes del Diciembre del año pasado, y, entonces, cuando todo arranque de nuevo y los dirigentes políticos y responsables locales vean con horror que se duplican los índices de polución y contaminación de nuestras ciudades, por el descontrol y el empeño en recuperar la economía como sea, vuelvan a poner en práctica y a forzar toda una serie de medidas para intentar reducir la contaminación de nuevo a niveles más o menos soportables por la ciudadanía, aunque siga siendo irrespirable por nuestros pulmones y causando de nuevo enfermedades y muertes que podrían haberse evitado de no haber aligerado las restricciones existentes ahora, y no haber permitido ningún abuso de los límites de polución con la excusa, y necesidad, de volver a poner en marcha los motores económicos de la sociedad.
Veremos que ocurre en las próximas cumbres internacionales
Parece una ecuación de difícil solución, pero no se tienen que tomar medidas ni decisiones apresuradas para intentar compensar a unos (empleados y trabajadores, empresas y negocios) a costa de otros factores (contaminación, salud general de la sociedad, nivel de calidad de vida en las ciudades). Será algo que estará encima de la mesa, creemos, en futuras reuniones de los gabinetes de gobierno de muchos países del planeta, pues no olvidemos que, si la situación va mejorando, en Noviembre del 2021 se celebrará el COP26 en Glasgow, otra nueva cumbre sobre el cambio climático y el futuro del planeta, tras el fracaso, digamos, del COP25 el pasado Diciembre en Madrid, donde no se llegó realmente a ningún acuerdo que pudiera hacernos pensar que el mundo está preparado para cambiar la manera en la que trata al medio ambiente, y que mientras los daños producidos por el hombre al ecosistema no sean tan dañinos, directos, preocupantes y alarmantes como los del virus del covid-19, no habrá medidas reales que se tomarán para cuidar el hábitat en el que vivimos y el ecosistema que nos proporciona todas las materias primas para hacerlo, incluido el oxígeno, que, por si nuestros dirigentes no se han dado cuenta, es lo único que nos hace seguir vivos.