África se encuentra en una encrucijada decisiva, marcada por un proceso acelerado de urbanización que transformará profundamente su paisaje social, económico y ambiental. Ante este escenario, el concepto de ciudades inteligentes y sostenibles emerge como una estrategia clave para enfrentar los retos del crecimiento urbano descontrolado y construir entornos más inclusivos, resilientes y eficientes

En el contexto del vertiginoso proceso de urbanización que atraviesa África, la planificación urbana sostenible e inteligente se ha convertido en una prioridad ineludible para garantizar un desarrollo equitativo, resiliente y eficiente. Las proyecciones indican que para 2040 más de la mitad de la población africana vivirá en entornos urbanos, y ciudades como Lagos se posicionarán entre los centros urbanos más densamente poblados del planeta. Esta realidad plantea desafíos monumentales, pero también abre una ventana de oportunidad para transformar estructuralmente la forma en que se conciben y gestionan las ciudades del continente. En este marco, la convergencia entre tecnología, sostenibilidad y planificación urbana se erige como un paradigma necesario, capaz de redefinir la vida urbana en África.
Durante la reciente Conferencia y Exposición Inmobiliaria de África celebrada en Ghana, Akin Opatola, presidente del capítulo nigeriano de la Federación Internacional de Profesiones Inmobiliarias (FIABCI), subrayó la urgencia de integrar tecnologías emergentes en el diseño de ciudades modelo. Bajo el lema «Proptech y transformación digital: desbloqueando el potencial de África para un crecimiento sostenible», el evento congregó a expertos del sector inmobiliario, empresarios, inversores y responsables políticos para explorar el papel del proptech —tecnología aplicada al sector inmobiliario— como catalizador del desarrollo urbano sostenible. El discurso de Opatola destacó la necesidad de acelerar la adopción de enfoques inteligentes, sostenibles e inclusivos en ciudades clave como Lagos y Accra, que ya muestran avances iniciales en este ámbito.
La ciudad inteligente, según Opatola, no debe entenderse como un espacio tecnológicamente sofisticado per se, sino como un entorno urbano que emplea estratégicamente la tecnología para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Esta visión holística prioriza el bienestar colectivo, la equidad y la eficiencia sistémica. En este sentido, las ciudades inteligentes y sostenibles integran innovación con inclusión social, promoviendo una gobernanza participativa y transparente, sistemas de transporte multimodal y de bajo impacto ambiental, redes energéticas limpias, edificios ecológicos y sistemas de gestión de residuos eficientes. Asimismo, ponen en el centro de su planificación la equidad territorial y social, asegurando que tanto las élites como las poblaciones marginadas tengan acceso equitativo a servicios urbanos básicos.
Uno de los conceptos más influyentes en la planificación urbana contemporánea, mencionado por Opatola, es el de la “ciudad de 15 minutos”, formulado por el urbanista franco-colombiano Carlos Moreno. Esta idea propone que todas las necesidades esenciales para una vida digna —trabajo, educación, salud, alimentación, ocio— se encuentren a un máximo de 15 minutos a pie o en bicicleta desde el lugar de residencia. Este modelo, que promueve la descentralización de servicios y la multifuncionalidad de los barrios, se alinea con los principios de sostenibilidad, inclusión, salud pública y resiliencia. En el contexto africano, su implementación supondría un avance notable para contrarrestar los efectos de la expansión urbana descontrolada, la congestión vial crónica y la exclusión social en las periferias urbanas.
La integración de tecnología en la gestión urbana no solo contribuye a una administración más eficiente de los servicios públicos, sino que también proporciona datos fundamentales para la formulación de políticas públicas basadas en evidencia. Tecnologías como el Internet de las Cosas (IoT), los sistemas de información geográfica (GIS), la inteligencia artificial y el big data permiten monitorear el uso del suelo, gestionar el tráfico en tiempo real, optimizar el consumo de energía y agua, y prever riesgos climáticos. La implantación de estas herramientas en contextos urbanos africanos podría generar beneficios económicos de alrededor de un billón de dólares anuales a nivel global, y reducir entre un 20% y un 30% el consumo de recursos esenciales como agua y energía.
No obstante, el camino hacia la construcción de ciudades inteligentes en África enfrenta obstáculos estructurales significativos. Entre ellos se encuentran las brechas de financiamiento, infraestructuras obsoletas, inconsistencias en las políticas públicas, escasa alfabetización digital de la población y la falta de continuidad institucional. Además, muchas tecnologías importadas no se adaptan de forma óptima al contexto africano si no se rediseñan considerando las especificidades culturales, económicas y climáticas locales. Ante estos desafíos, Opatola propuso como vía estratégica el fortalecimiento de las asociaciones público-privadas (APP), orientadas a movilizar recursos financieros, conocimiento técnico y capital humano. Asimismo, resaltó la oportunidad única que representa la elevada penetración de la telefonía móvil y las tecnologías financieras (fintech) en África, así como el potencial transformador de una juventud cada vez más capacitada y emprendedora.
En última instancia, la construcción de ciudades inteligentes y sostenibles no debe concebirse como una solución tecnocrática, sino como un proyecto político y social que articule equidad, innovación y resiliencia. África, al encontrarse en una fase crítica de urbanización, tiene la posibilidad histórica de diseñar desde sus propias realidades un nuevo modelo urbano que sirva como referencia global. La transición hacia este modelo requiere liderazgo visionario, planificación estratégica, inversión sostenida y, sobre todo, un compromiso firme con el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Las ciudades del futuro en África deben ser lugares donde la tecnología no sea un fin en sí mismo, sino una herramienta al servicio de una vida digna, inclusiva y sostenible para todos.