En un mundo cada vez más interconectado y diverso, los horarios para cenar fuera reflejan profundas diferencias culturales, sociales y climáticas. Mientras en algunas ciudades se puede pedir un plato caliente pasada la medianoche, en otras la cocina cierra incluso antes del anochecer. Un extenso estudio internacional que revela dónde es más fácil disfrutar de una cena tardía y qué factores determinan estas variaciones. Un recorrido por los hábitos nocturnos del planeta que revela mucho más que simples costumbres gastronómicas

En el contexto de la creciente globalización de las costumbres alimentarias y del desarrollo urbano, un reciente estudio internacional ha revelado un panorama sorprendentemente diverso respecto a los hábitos horarios para cenar fuera de casa en distintas ciudades del mundo. Esta investigación, publicada originalmente por el portal especializado Chef’s Pencil bajo el título The World’s Late Night Dining Capitals: The Cities Where Booking a Late Night Meal is Easiest, y retomada por el diario italiano Corriere della Sera, analizó datos de plataformas de reserva y sitios web de restaurantes de 89 urbes de todos los continentes con el objetivo de establecer un ranking global de los lugares donde resulta más sencillo encontrar un establecimiento que sirva cenas a altas horas de la noche.
El estudio se fundamenta en el análisis de más de 4.400 restaurantes, recurriendo a servicios como opentable.com, thefork.com, resy.com y otros portales regionales de reservas. El criterio principal fue identificar la hora más tardía a la que puede efectuarse una reserva durante los fines de semana (viernes y sábado), lo que permite inferir no solo la disponibilidad horaria de la cocina, sino también las tendencias culturales relacionadas con el ritmo de vida, la sociabilidad nocturna y el consumo gastronómico.
Los resultados revelan patrones que, en gran medida, reflejan la diversidad cultural y climática de cada región. Las ciudades del sur de Asia y del Medio Oriente destacan por su marcada orientación hacia la vida nocturna, favorecida en muchos casos por factores climáticos —altas temperaturas durante el día que empujan la actividad social hacia la noche—, por la tradición del “late dining” (cena tardía) y por estructuras urbanas donde la comida callejera y la hospitalidad comercial forman parte integral del tejido social. En este contexto, El Cairo, capital de Egipto, encabeza el ranking mundial, con restaurantes que permanecen abiertos hasta la medianoche, fenómeno común tanto en barrios residenciales como en zonas comerciales y turísticas. Le siguen dos grandes metrópolis indias, Mumbai y Nueva Delhi, donde el carácter vibrante y denso de la vida urbana, sumado a la omnipresencia del street food, facilita el acceso a opciones gastronómicas incluso entrada la madrugada. Asimismo, Yeda, en Arabia Saudita, refleja un patrón similar, especialmente en zonas de gran afluencia como Corniche o Al-Balad, donde los restaurantes operan hasta pasadas las 23:30.
Entre los países del Golfo, ciudades como Dubái (Emiratos Árabes Unidos), Doha (Catar) y Mascate (Omán) también exhiben horarios prolongados de atención, con cierre de cocina en torno a las 23:00. Estos núcleos urbanos, caracterizados por una modernización acelerada y una fuerte presencia de expatriados, muestran una adaptación cosmopolita en sus horarios de cena, alineándose con las expectativas de una clientela diversa y de alto poder adquisitivo.
En el ámbito europeo, el estudio destaca a Madrid y Atenas, donde la cena tardía constituye una práctica social profundamente arraigada. En España, es habitual que las comidas principales se desplacen en horario, siendo frecuente cenar entre las 21:00 y las 23:00. Atenas comparte esta tendencia, reflejo de una cultura mediterránea donde las temperaturas, la vida familiar y el ocio nocturno estructuran el tiempo de manera distinta respecto al norte europeo. Otras ciudades europeas que se aproximan a este modelo, aunque con horarios algo más moderados, son Estambul, Bucarest, Zagreb, Belgrado, Limassol, Milán, París y Bruselas, donde la hora promedio de cierre de cocina se sitúa en torno a las 22:00. En el extremo contrario se ubica Luxemburgo, con una de las horas de cierre más tempranas del continente (20:45), lo que refleja un ritmo de vida más sobrio y regulado.
En América Latina, la tradición de la cena tardía también está muy presente, sustentada por una vida urbana extendida, altos niveles de interacción social y un clima que favorece las actividades al aire libre en horas nocturnas. Así, Ciudad de México, Buenos Aires y Montevideo figuran entre las ciudades americanas mejor posicionadas, con horarios de cierre que alcanzan las 23:00, aunque el inicio de la cena suele situarse alrededor de las 20:00 o más tarde. En Estados Unidos, si bien las normas sociales tienden a favorecer horarios más tempranos, ciudades como Miami y Las Vegas destacan por su dinamismo turístico y su oferta nocturna, con cocinas abiertas hasta las 22:30. Nueva York, a pesar de su fama de ciudad que nunca duerme, muestra un cierre promedio a las 22:00, mientras que en Los Ángeles y Chicago, las cocinas suelen cerrar en torno a las 21:45. San Francisco, en cambio, es la ciudad estadounidense con la política más restrictiva en este sentido, con la última orden permitida hacia las 21:00, lo que responde a una mentalidad más conservadora y a patrones de vida más estructurados.
Finalmente, el estudio señala a las ciudades donde resulta más difícil encontrar una cena tardía. Auckland, en Nueva Zelanda, es el caso más representativo: allí los restaurantes cierran a las 20:30 y el horario habitual de la cena se sitúa entre las 17:30 y las 19:00. Esta tendencia se repite en las capitales bálticas —Vilna, Riga, Tallin— y en Helsinki, donde el cierre de cocina ronda las 21:00. Sorprendentemente, metrópolis de gran tamaño y sofisticación como Tokio, Seúl, Sídney y Melbourne también presentan horarios relativamente restrictivos, con cierre de cocinas entre las 21:00 y 21:30, y cierre general de los restaurantes alrededor de las 22:00, reflejando quizás una preferencia cultural por cenar temprano y una vida laboral exigente que modula las actividades sociales.
Este análisis permite comprender cómo los horarios de cena no solo responden a hábitos individuales, sino que están profundamente entrelazados con factores sociales, económicos, culturales y climáticos. Así, el acto de cenar tarde se revela como un reflejo de valores comunitarios, estilos de vida y adaptaciones históricas, ofreciendo una lente reveladora sobre las costumbres urbanas contemporáneas a escala global.