África en la Encrucijada Mineral: ¿Motor del Futuro Verde o Nueva Era de Explotación?

En medio de la carrera global por la descarbonización y la transición hacia energías limpias, África emerge como un actor estratégico de primer orden. Su vastísima riqueza en minerales críticos ha captado la atención de potencias industriales, ávidas por asegurar el suministro de insumos esenciales para tecnologías verdes. Sin embargo, esta nueva ola de interés revive antiguas dinámicas extractivistas, ahora bajo un barniz ecológico. El continente enfrenta así una disyuntiva crucial: convertirse en un pilar de su propio desarrollo o repetir los errores del pasado

Un minero muestra cobalto recién extraído en la concesión de Mutoshi, en la República Democrática del Congo (diciembre de 2022). Cortesía de Dorothée Baumann-Pauly.

El actual impulso global por mitigar los efectos del cambio climático ha conferido a África una centralidad geoestratégica sin precedentes. En su territorio se encuentra una proporción significativa de los minerales considerados críticos para la transición energética: el continente alberga aproximadamente un tercio de las reservas mundiales conocidas de recursos minerales esenciales, incluyendo el 85 % del manganeso global, el 80 % de los metales del grupo del platino y el cromo, y alrededor del 70 % del cobalto, concentrado en la República Democrática del Congo. Estos recursos no solo son fundamentales para la fabricación de baterías de ion-litio y otras tecnologías asociadas a energías renovables, sino que también constituyen la infraestructura material sobre la cual se edifica la economía verde del siglo XXI.

La creciente competencia entre grandes potencias para asegurar el suministro de estos minerales está generando una dinámica que recuerda, de manera inquietante, al reparto colonial de África de finales del siglo XIX. Sin embargo, a diferencia de aquella época, el conflicto actual no se libra únicamente con fuerzas militares o dominio territorial, sino a través de mecanismos más sofisticados: inversiones estratégicas, acuerdos bilaterales asimétricos, control de tecnologías de procesamiento y dominancia en las cadenas de valor. China ha sabido capitalizar esta situación, consolidando durante décadas una posición de supremacía en la refinación de minerales críticos, incluso sin contar con grandes reservas internas. Más del 60 % del litio y el 85 % de las tierras raras se procesan en su territorio, resultado de una planificación industrial a largo plazo, subsidiada por el Estado y guiada por objetivos geopolíticos claramente definidos.

En este contexto, África se encuentra atrapada en una ecuación desigual: posee los recursos, pero no el control de los procesos industriales que realmente generan valor. La exportación de materias primas en estado bruto deja a las economías africanas con una fracción mínima del beneficio económico potencial. El caso de la cadena de valor del aluminio es paradigmático: mientras la exportación de bauxita genera menos de 100 dólares por tonelada, el aluminio refinado puede superar los 2.400 dólares, evidenciando una captura de valor más de 25 veces superior en las etapas industriales posteriores.

El potencial africano de minerales y recursos naturales es enorme. Infografía: Benchmark

La vulnerabilidad africana ante esta nueva ola extractiva no es solo económica, sino también estructural. Décadas de dependencia de las exportaciones primarias, gobernanza débil, corrupción sistémica y ausencia de políticas industriales coherentes han generado lo que se ha denominado la “maldición de los recursos”: una situación en la que la abundancia de recursos naturales no se traduce en desarrollo, sino en estancamiento, desigualdad y, en algunos casos, conflicto armado. La carencia de infraestructura eléctrica confiable, la baja calificación técnica de la mano de obra y la escasa inversión en investigación y desarrollo refuerzan un círculo vicioso que impide la transformación de las materias primas dentro del continente.

La transición energética global, aunque necesaria desde el punto de vista ecológico, podría reproducir viejas formas de dependencia y explotación si no se implementan cambios estructurales en las economías africanas. Políticas que prohíban la exportación de minerales sin procesar, como las adoptadas por Ghana y Zimbabue, representan pasos en la dirección correcta, pero deben ir acompañadas de inversiones sustanciales en capacidades industriales, educación técnica y desarrollo científico. Iniciativas como la colaboración entre la República Democrática del Congo y Zambia para la producción de componentes de baterías son indicios alentadores de una posible integración regional industrial.

Mirando hacia el futuro, el verdadero reto radica en anticipar los cambios tecnológicos que podrían modificar de forma drástica la demanda de ciertos minerales. La investigación acelerada en materiales alternativos, como las baterías de sodio-ion promovidas por China, plantea el riesgo de que algunos minerales hoy considerados estratégicos se conviertan en activos obsoletos. Si África no participa activamente en los procesos de innovación científica y tecnológica, corre el riesgo de que su ventaja actual se diluya rápidamente, dejándola con “activos varados” y estructuras económicas dependientes de tecnologías en retirada.

Por tanto, una estrategia africana de largo plazo no puede limitarse a una mejor administración de los recursos naturales, sino que debe orientarse hacia la construcción de soberanía tecnológica, fortalecimiento institucional y diversificación productiva. Esto implica fomentar una gobernanza transparente y participativa, con mecanismos efectivos de rendición de cuentas, y una profunda reforma del sistema educativo para formar una nueva generación de técnicos, ingenieros, científicos y administradores capacitados para liderar procesos industriales complejos. La cooperación regional, la construcción de corredores industriales interconectados y la participación activa en organismos internacionales que definen estándares y regulaciones también serán esenciales para negociar en igualdad de condiciones con actores globales.

En síntesis, África enfrenta una coyuntura histórica. La demanda explosiva de minerales críticos para la transición energética podría convertirse en el motor de un desarrollo transformador o, por el contrario, en el catalizador de una nueva era de dependencia estructural. El resultado dependerá de la capacidad de los países africanos para romper con los patrones del pasado, construir instituciones resilientes y pensar estratégicamente en su integración dentro de las cadenas de valor globales, no como meros proveedores de recursos, sino como protagonistas de una revolución industrial y tecnológica profundamente africana.

Por Instituto IDHUS