El Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) se ha consolidado como una pieza estratégica dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, redefiniendo las dinámicas de conectividad, inversión y cooperación en Asia. En un escenario global marcado por tensiones geopolíticas, guerras comerciales y una creciente polarización entre bloques de poder, el CPEC emerge no solo como infraestructura crítica, sino como símbolo de un nuevo modelo de desarrollo multipolar

En el complejo entramado de la economía global contemporánea, el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC, por sus siglas en inglés) se ha convertido en un nodo estratégico de primer orden, tanto por su valor como infraestructura de integración regional, como por su simbolismo dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) promovida por China desde 2013. Este megaproyecto, valorado inicialmente en más de 62 mil millones de dólares, articula múltiples inversiones chinas en sectores críticos de Pakistán, incluyendo energía, transporte, telecomunicaciones, agricultura y manufactura. En este contexto, el CPEC no sólo busca revitalizar la economía pakistaní, sino que forma parte de una visión más amplia para reconfigurar el equilibrio económico mundial mediante una red alternativa a los centros de poder occidentales tradicionales.
Sin embargo, esta ambiciosa iniciativa se ha convertido en blanco de intensas críticas y sabotajes políticos y mediáticos, especialmente en el marco del actual realineamiento geopolítico global y el endurecimiento de las tensiones entre Estados Unidos y China. En un contexto marcado por guerras comerciales, inflación persistente, crisis de suministros y conflictos bélicos regionales, el proyecto ha sido objeto de campañas de desprestigio tanto dentro como fuera de Pakistán. Lamentablemente, ciertos sectores de la élite intelectual y mediática pakistaní han amplificado estas narrativas, alineándose con intereses foráneos que buscan desestabilizar el eje emergente China-Pakistán, mediante cuestionamientos sobre la viabilidad financiera del CPEC, acusaciones de endeudamiento y alegatos de opacidad administrativa. Este discurso, promovido por think tanks occidentales, se encuadra dentro de una estrategia más amplia que busca frenar el ascenso de China y sus aliados a través de mecanismos de presión económica, aislamiento diplomático y conflicto indirecto.
Estados Unidos ha adoptado una política agresiva de tarifas unilaterales como herramienta geopolítica para frenar el desarrollo tecnológico y económico de China, violando en muchos casos las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La imposición de aranceles de hasta el 27% sobre productos clave de exportación afecta no solo a China, sino también a países interdependientes, como Pakistán, que integran su ecosistema de comercio e inversión. Esta estrategia forma parte de una agenda neoconservadora del capitalismo contemporáneo que, lejos de fomentar la cooperación global, tiende a desmantelar marcos multilaterales, propiciando un modelo centrado en el poder unipolar, la autosuficiencia forzada y el proteccionismo sistemático.
La ASEAN, bloque económico clave del sudeste asiático, enfrenta hoy dilemas estructurales ante esta creciente polarización global. Mientras China refuerza su diplomacia económica mediante visitas de alto nivel, como las del presidente Xi Jinping a Vietnam, Malasia y Camboya, y propone modelos de desarrollo compartido basados en la interdependencia y la infraestructura, Estados Unidos y sus aliados presionan para establecer alianzas militares y económicas excluyentes como el QUAD (Japón, India, Australia, EE.UU.) o AUKUS (Australia, Reino Unido, EE.UU.), que buscan contener la expansión china en el Indo-Pacífico. Esta dinámica ha llevado a una militarización progresiva de zonas críticas como el Mar de China Meridional, el Estrecho de Malaca, el Mar Rojo, el Canal de Panamá y el Ártico.
En medio de esta disputa sistémica, el CPEC representa una alternativa geoestratégica vital. Con inversiones directas chinas superiores a los 25.400 millones de dólares y la creación de más de 236.000 empleos en Pakistán, el proyecto ha contribuido significativamente al desarrollo de infraestructuras esenciales como autopistas, centrales eléctricas, zonas económicas especiales y, especialmente, el puerto de Gwadar. Este último, localizado estratégicamente en la provincia de Baluchistán, ha adquirido un valor geoeconómico y logístico clave como posible ruta alternativa al congestionado y vulnerable Estrecho de Malaca. La entrada en operación del Aeropuerto Internacional de Gwadar, uno de los más modernos del sur de Asia, refuerza esta visión de convertir a Pakistán en un puente terrestre entre China, Asia Central, Oriente Medio y África.
Más allá de las cifras, el CPEC también ha incorporado una dimensión humanitaria y social significativa. Programas de cooperación incluyen la reconstrucción de escuelas en zonas rurales, el suministro de agua potable, la electrificación mediante paneles solares, la distribución de alimentos y la atención médica para niños con enfermedades congénitas. Estas acciones, especialmente focalizadas en las regiones más desfavorecidas como Khyber Pakhtunkhwa, proyectan una imagen de diplomacia blanda que contrasta con las estrategias coercitivas de otros actores globales.
Sin embargo, el avance del CPEC se ha visto amenazado por actividades desestabilizadoras internas y externas. Informes diplomáticos indican que India, con apoyo de aliados occidentales, ha financiado grupos insurgentes y terroristas en Baluchistán, KP y el sur de Punjab, con el fin de sabotear la infraestructura crítica del CPEC. El incremento de atentados contra trabajadores chinos y proyectos estratégicos ha obligado a reforzar los protocolos de seguridad y ha generado tensiones en la opinión pública pakistaní.
En términos de proyección futura, la sostenibilidad del CPEC dependerá de su capacidad para adaptarse a los cambios tecnológicos globales y a las nuevas exigencias del comercio internacional. Proyectos clave incluyen la introducción de industrias de baterías de litio, vehículos eléctricos, digitalización administrativa, inteligencia artificial aplicada a la agricultura y tecnologías verdes. En este sentido, el establecimiento de un Muro Verde en los desiertos de Cholistán y Thar para combatir la desertificación y generar zonas agrícolas productivas representa una innovación estratégica no solo ambiental, sino también económica.
Asimismo, el desarrollo de una industria acuícola moderna en Gwadar, apoyada por la China Overseas Ports Holding Company, podría convertir a la ciudad portuaria en un centro regional de exportación de productos marinos, aprovechando sus favorables condiciones oceánicas y su proximidad a mercados del Golfo, África Oriental y Sudeste Asiático.
En el plano global, la confrontación entre China y EE.UU. seguirá moldeando el entorno del CPEC y proyectos similares. La imposición de tarifas arbitrarias, la propagación de campañas de desinformación —especialmente en redes sociales— y la cooptación de periodistas y académicos para difundir narrativas de «trampa de deuda» y corrupción forman parte de una guerra informativa que busca frenar la consolidación de modelos alternativos de desarrollo global.
Para contrarrestar estos desafíos, se propone la creación de un «corredor del conocimiento», compuesto por sinólogos, economistas, expertos regionales y comunicadores comprometidos con el análisis riguroso y honesto de la realidad. Este mecanismo, apoyado por la Embajada China en Pakistán y centros de pensamiento académicos, serviría para desmontar la desinformación y fortalecer el entendimiento mutuo entre las sociedades de ambos países.
A largo plazo, el CPEC no solo será una obra de infraestructura, sino un laboratorio geopolítico y económico desde donde se definirá parte del nuevo orden mundial. Su evolución afectará directamente la dinámica de integración regional en Eurasia, la conectividad entre el Este y el Oeste, y el modelo de cooperación entre países en desarrollo. En este marco, Pakistán debe adoptar una política exterior centrada en el interés nacional, abierta a múltiples alianzas, pero firme en sus compromisos con proyectos de beneficio mutuo como el CPEC.
Frente a un escenario de creciente multipolaridad, crisis ecológica global y disrupción tecnológica, iniciativas como el CPEC representan la oportunidad de construir un nuevo paradigma de desarrollo, más inclusivo, sostenible y resiliente. La dirección que tome este proyecto en la próxima década servirá como indicador del rumbo que adoptará gran parte del Sur Global en su intento por salir de la periferia del sistema económico mundial. En ese sentido, el CPEC no es simplemente una autopista entre dos naciones, sino una arteria simbólica de una nueva arquitectura geoeconómica que está en plena gestación.