Somalilandia, una región autodeclarada independiente desde 1991, ha emergido como un actor clave en el cambiante panorama geopolítico del Cuerno de África y Oriente Medio. A pesar de no contar con reconocimiento internacional, ha consolidado instituciones funcionales, estabilidad y alianzas estratégicas con potencias como Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Israel. Su ubicación estratégica y el interés creciente de actores globales la posicionan como un cuasi-Estado con creciente influencia.
La región del Cuerno de África se encuentra en una fase de profunda transformación geopolítica, marcada por el entrecruzamiento de intereses estratégicos, económicos y militares de actores regionales y globales. En este contexto, Somalilandia —una región autodeclarada independiente en 1991, tras el colapso del Estado somalí— emerge como un caso paradigmático de cuasi-Estado que, pese a su falta de reconocimiento internacional, ha consolidado estructuras institucionales, estabilidad interna y una creciente relevancia en la política internacional.
I. De las fronteras coloniales al mapa post-westfaliano: el origen del conflicto
La configuración política actual de África responde en gran medida a las fronteras impuestas durante el reparto colonial europeo en los siglos XIX y XX. Potencias como Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Portugal establecieron límites territoriales que ignoraron deliberadamente las realidades étnicas, lingüísticas y culturales de las poblaciones locales. El pueblo somalí, homogéneo en términos de idioma, religión e identidad étnica, fue uno de los más afectados por esta fragmentación: quedó dividido entre Somalia, Yibuti, Etiopía y Kenia.
Con la descolonización, Somalia emergió como una rara excepción en África por su homogeneidad étnico-religiosa, fusionando los antiguos territorios coloniales británico e italiano. No obstante, tras un breve período democrático bajo el presidente Aden Abdulla Osman Daar, el golpe de Estado de Siad Barre en 1969 instauró una dictadura militar. Aunque inicialmente promovió reformas de inspiración socialista, la guerra de Ogaden contra Etiopía en 1977 marcó el inicio del colapso del Estado somalí, desencadenando conflictos internos basados en clanes, pobreza extrema y fragmentación territorial.
En 1991, mientras Somalia se sumía en el caos, la región norte de Somalilandia declaró unilateralmente su independencia. Desde entonces, ha funcionado como un cuasi-Estado con instituciones democráticas, elecciones periódicas, fuerzas de seguridad eficaces y un sistema legal funcional, logrando un grado de estabilidad inédito en la región. Con una superficie de 177.000 km² y una población de más de 4 millones de habitantes, con Hargeisa como capital, Somalilandia ha logrado mantener la paz interna y construir una identidad política diferenciada.
II. El estatus de cuasi-Estado: entre legitimidad funcional y ausencia de reconocimiento
La figura del cuasi-Estado se refiere a entidades políticas que poseen estructuras gubernamentales, ejército, ciudadanía y control territorial efectivo, pero que no gozan de reconocimiento internacional como Estado soberano. Somalilandia comparte esta condición con otros ejemplos contemporáneos como el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) en Irak o la República Turca del Norte de Chipre. Este estatus liminal —ni plenamente reconocido ni ignorado— les permite operar con cierto margen de maniobra geopolítica, especialmente cuando atraen el interés de potencias externas.
Somalilandia, pese a la falta de reconocimiento por parte de la comunidad internacional y de organismos como la Unión Africana y Naciones Unidas, ha establecido relaciones informales con múltiples actores estatales y no estatales. Organizaciones internacionales operan en su territorio, mantiene relaciones diplomáticas de facto con países como Etiopía, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y, más recientemente, Israel, y su estructura institucional ha sido elogiada por observadores como International Crisis Group y el think tank Chatham House.
III. Una pieza estratégica en el tablero geopolítico regional
La ubicación geográfica de Somalilandia, a lo largo del estratégico Golfo de Adén —una de las rutas marítimas más transitadas del mundo— le confiere un valor geoestratégico considerable. El puerto de Berbera, modernizado en cooperación con la multinacional DP World de Emiratos Árabes Unidos, ha sido objeto de inversiones superiores a los 442 millones de dólares. Este puerto no solo sirve como nodo logístico para el comercio marítimo, sino que también permite la proyección militar de actores como EAU, que ha establecido instalaciones militares en la zona.
Uno de los movimientos geopolíticos más significativos se produjo en enero de 2024, cuando Etiopía firmó un memorando de entendimiento con Somalilandia que le concede acceso al mar a través de una franja costera de 20 kilómetros. Este acuerdo contempla el uso del puerto de Berbera durante 50 años, con la posible construcción de una base naval etíope. A cambio, se plantea el eventual reconocimiento diplomático de Somalilandia por parte de Etiopía, lo que sería un hito histórico. Sin embargo, esta medida ha generado tensiones con el Gobierno Federal de Somalia, que considera ilegal cualquier acuerdo firmado por una región que aún reconoce como parte de su soberanía territorial.
IV. Nuevas alianzas: el eje Etiopía–EAU–Israel–Somalilandia

En el marco del conflicto en Gaza desde 2023 y la reconfiguración de las alianzas en Oriente Medio, Israel ha mostrado interés en establecer una base militar en Somalilandia, con la mediación de los Emiratos. Esta posible presencia israelí responde a preocupaciones sobre el control del estrecho de Bab el-Mandeb y la influencia de actores hostiles como los hutíes en Yemen. Según medios israelíes como All Israel News, las negociaciones también incluirían la posible reubicación de refugiados gazatíes en Somalilandia, a cambio de apoyo diplomático y financiero. A esto se suma la posición estratégica de Somalilandia como un aliado potencial en la política de contención de China e Irán en la región del Cuerno de África, lo cual ha generado interés en ciertos sectores políticos de Estados Unidos.
V. El futuro de Somalilandia en la arquitectura internacional
La evolución de Somalilandia plantea una serie de interrogantes de gran relevancia para la teoría y la práctica de las relaciones internacionales: ¿debe el reconocimiento estatal estar vinculado exclusivamente a los criterios tradicionales westfalianos, o puede responder a la legitimidad funcional, institucional y democrática de una entidad? ¿Cómo afecta la existencia de cuasi-estados como Somalilandia al equilibrio geopolítico en regiones sensibles como el Cuerno de África, y qué papel juegan las potencias extranjeras en su consolidación o marginación?
En términos prospectivos, Somalilandia parece encaminada hacia una mayor integración de facto en los circuitos diplomáticos y económicos regionales. Su estabilidad, relativa democracia y posición estratégica le han permitido insertarse en los intereses cruzados de Etiopía, Emiratos, Israel y potencialmente Estados Unidos. La configuración de un «eje Somalilandia–Etiopía–EAU–Israel–EE.UU.» podría dar lugar a un nuevo paradigma en la política regional, con implicaciones directas en las rutas comerciales, la seguridad marítima y la arquitectura de alianzas de Oriente Medio y África Oriental.
No obstante, este desarrollo no está exento de riesgos. Un reconocimiento oficial de Somalilandia podría desencadenar movimientos separatistas en otras regiones del continente, debilitando el principio de integridad territorial que ha sido central para la estabilidad de la Unión Africana. Además, el surgimiento de Somalilandia como plataforma geopolítica de potencias externas puede generar fricciones con otros actores como China, Turquía o Irán, presentes en África Oriental y competidores directos de las potencias occidentales.
Somalilandia representa un caso singular en el debate contemporáneo sobre soberanía, legitimidad y geopolítica. Su evolución desde una región devastada por la guerra hacia un cuasi-Estado funcional y estable no solo desafía las nociones tradicionales de estatalidad, sino que también ilustra cómo los vacíos geopolíticos pueden ser ocupados por actores estratégicamente posicionados. El desarrollo de Somalilandia en las próximas décadas estará determinado por su capacidad para navegar entre sus aspiraciones nacionales y los intereses de actores globales que, en última instancia, podrían definir su destino.