Infraestructura Digital Compartida: Un Camino Estratégico hacia el Desarrollo Tecnológico y la Soberanía Digital en los Países en Desarrollo

La Infraestructura Digital Compartida (IDC) se perfila como una solución estratégica para que los países en desarrollo superen las barreras tecnológicas y energéticas que limitan su integración en la economía digital global. Mediante la cooperación regional y el uso de energías renovables, la IDC permite construir centros de datos sostenibles y accesibles, fortaleciendo la soberanía digital, la innovación y el crecimiento económico. Analizamos casos en Asia, África y el Caribe, y reflexiona sobre el impacto futuro de esta transformación en la sociedad.

 

La era digital ha inaugurado una nueva etapa en la evolución social y económica de la humanidad, caracterizada por la creciente interdependencia entre tecnología, información y desarrollo sostenible. Las transformaciones asociadas a la inteligencia artificial, el comercio electrónico, la automatización y la economía digital en general están redefiniendo los paradigmas de producción, gobernanza, educación y relaciones sociales. En este contexto, el acceso equitativo a la infraestructura digital se convierte en un factor determinante para la inclusión y competitividad de los países, especialmente para aquellos en vías de desarrollo que, pese a su potencial, enfrentan importantes limitaciones estructurales.

Las naciones en desarrollo se encuentran con obstáculos significativos a la hora de materializar sus ambiciones digitales. Las deficiencias en la infraestructura energética, el alto coste de la electricidad, la baja confiabilidad de las redes y la escasez de capital para invertir en centros de datos dificultan seriamente su integración en la economía digital global. Esta exclusión tecnológica no solo ralentiza su crecimiento económico, sino que profundiza brechas estructurales, compromete la soberanía de los datos y limita las capacidades de innovación y modernización institucional.

Ante este escenario, surge como solución estratégica el concepto de Infraestructura Digital Compartida (IDC), una propuesta basada en la cooperación regional y la eficiencia en el uso de recursos, que plantea la creación de centros de datos, servicios en la nube e instalaciones digitales que sirvan a múltiples países de forma conjunta. Este modelo tiene el potencial de transformar restricciones en oportunidades, favoreciendo la inclusión digital y la integración tecnológica desde una lógica sostenible, descentralizada y soberana.

El potencial transformador de la economía digital y la necesidad de infraestructura

La economía digital representa ya un componente fundamental del Producto Interno Bruto global. Según la OCDE y el Foro Económico Mundial, las industrias digitales, incluyendo el comercio electrónico, la inteligencia artificial y las tecnologías financieras, son responsables de un porcentaje creciente del crecimiento económico en todos los continentes. El núcleo de esta transformación son los centros de datos, que actúan como la infraestructura básica para los servicios digitales, la inteligencia artificial y la computación en la nube.

No obstante, en muchas regiones del sur global, estos centros son escasos o inexistentes, lo que obliga a depender de servicios alojados en jurisdicciones extranjeras. Esta dependencia implica múltiples riesgos, entre ellos, la pérdida de control sobre los datos (soberanía digital), la vulnerabilidad ante ciberamenazas, mayores costos de latencia y transmisión de datos, y una limitada capacidad de adaptación tecnológica. En consecuencia, la ausencia de infraestructura digital robusta limita la adopción de políticas de gobierno electrónico, frena el emprendimiento tecnológico y debilita la competitividad global de estos países.

Cooperación regional como solución: ASEAN, África y el Caribe

La propuesta de IDC se ha materializado de manera incipiente en distintas regiones a través de estrategias multilaterales que promueven el desarrollo tecnológico compartido.

1. ASEAN: hacia un ecosistema digital regional resiliente

La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a través de su Plan Maestro Digital 2025, ha comenzado a diseñar un marco para la integración digital regional, cuyo objetivo es facilitar el acceso a servicios digitales inclusivos y sostenibles. Este plan contempla la creación de centros de datos regionales y servicios en la nube compartidos, pensados para servir a los sectores públicos y privados de los países miembros.

La ASEAN también se encuentra en una posición estratégica para implementar infraestructura digital alimentada por energías renovables. Laos, por ejemplo, posee vastas reservas hidroeléctricas, mientras que Indonesia cuenta con importantes recursos geotérmicos. Integrar estas fuentes al funcionamiento de los centros de datos permitiría reducir la huella de carbono, mejorar la resiliencia energética y fortalecer la seguridad de los servicios digitales.

2. África: superando barreras con cooperación e innovación

En África, el avance hacia una economía digital se ve dificultado por la baja conectividad y los frecuentes cortes eléctricos. La Unión Africana, en su Estrategia de Transformación Digital 2020–2030, destaca la necesidad de infraestructura digital robusta y llama a una acción conjunta para establecer centros de datos a nivel regional.

Los recursos energéticos renovables del continente, como la energía solar en Marruecos, la hidroeléctrica en Etiopía (Gran Presa del Renacimiento) y la eólica en Sudáfrica, ofrecen un camino viable para alimentar estas instalaciones. Asimismo, la construcción de centros de datos en lugares como la República Democrática del Congo, con el ambicioso proyecto hidroeléctrico Grand Inga, podría posicionar a África como un actor relevante en la provisión de servicios digitales sostenibles.

La IDC en África también podría catalizar el desarrollo del ecosistema fintech, facilitar el comercio intraafricano bajo el AfCFTA y mejorar la gestión pública mediante la digitalización de servicios.

3. CARICOM: digitalización y resiliencia climática

Los países del Caribe, agrupados en CARICOM, enfrentan una doble vulnerabilidad: por un lado, el riesgo climático extremo; por otro, la limitada escala de sus economías. La IDC aparece aquí como una solución que permitiría a los pequeños estados insulares acceder a servicios digitales avanzados sin tener que invertir individualmente en costosos centros de datos.

Un enfoque distribuido, que comparta almacenamiento y procesamiento de datos entre varios países, no solo reduce costos, sino que mejora la resiliencia ante catástrofes naturales, como huracanes o terremotos. Además, contribuye a una mayor integración regional en términos de TIC, fortaleciendo la autonomía tecnológica de la región.

Energías renovables como motor de la transformación digital

El funcionamiento de los centros de datos requiere un suministro energético continuo y de gran volumen, lo que ha llevado a una creciente integración con fuentes de energía renovable. Esta convergencia entre digitalización y sostenibilidad energética es clave para lograr una transformación digital con bajo impacto ambiental.

Ejemplos emblemáticos son la represa de Itaipú, que provee energía limpia y estable a Brasil y Paraguay; el embalse de Toktogul en Kirguistán; o el Parque Híbrido de Energías Renovables de Gujarat en India. Estas iniciativas pueden servir como modelos para otros países en desarrollo, demostrando que es posible construir una infraestructura digital resiliente, ecológica y económicamente viable.

Implicaciones futuras: evolución y desafíos para la sociedad global

La expansión de la IDC no solo tendrá efectos en la economía, sino también en la estructura social, política y cultural de los países en desarrollo. A medida que estas infraestructuras digitales se consoliden, se espera una transformación profunda en la educación, el acceso a la información, la participación ciudadana y la calidad de los servicios públicos.

Sin embargo, también surgen desafíos significativos. La gobernanza digital compartida exigirá nuevos marcos normativos y acuerdos internacionales que regulen el uso, protección y acceso a los datos. Asimismo, será necesario formar talento humano capacitado en TIC, promover la alfabetización digital y garantizar que estas tecnologías no reproduzcan desigualdades preexistentes.

A largo plazo, el éxito de la IDC dependerá de la capacidad de los países para cooperar más allá de intereses individuales, apostando por una visión común de desarrollo digital equitativo. Las organizaciones regionales como ASEAN, la UA y CARICOM están llamadas a liderar esta transformación, articulando inversiones, políticas y estrategias que aseguren que ninguna nación quede atrás en la revolución digital.

 

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Por Instituto IDHUS

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