Azawad, Malí, perspectivas sombrías

Azawad, Malí, perspectivas sombrías

En las últimas semanas parece haberse confirmado la tan temida reanudación de las hostilidades entre los movimientos de Azawad agrupados en el CSP-PSD (Marco Estratégico Permanente para la Paz, la Seguridad y el Desarrollo) y el ejército maliense. Se han registrado varios incidentes en todo el Azawad.

Abdoulahi Attayoub

Esta situación es el resultado previsible de la inercia de la comunidad internacional, que ha permitido que la situación se deteriore durante más de 8 años. La negativa de Malí a aplicar los Acuerdos de Argel (los Acuerdos para la Paz y la Reconciliación en Malí destinados a poner fin a la Guerra de Malí, firmados el 15 de mayo y el 20 de junio de 2015 en Bamako -tras las negociaciones celebradas en Argel- entre la República de Malí y los Movimientos de Azawad) y la prevaricación de la mediación internacional acabaron por anular estos acuerdos y devolver el conflicto al punto de partida.

Hoy, en un contexto subregional cada vez más caótico, corresponde más que nunca a las autoridades de Azawad asumir su responsabilidad ante su población, reafirmando al mismo tiempo su disposición a evitar una conflagración de consecuencias imprevisibles.

Las comunidades de Azawad, estigmatizadas por una élite política de Bamako encerrada en un etnocentrismo suicida, deben dotarse de los medios para escapar de la injusticia, la iniquidad y la arbitrariedad que caracterizan el sistema político maliense desde la independencia.

Este sistema, heredado de la colonización, es incapaz y no está dispuesto a sentar las bases de una construcción nacional integradora, única forma de evitar la desintegración del país. El egoísmo y la ceguera etnocéntrica de cierta clase política maliense corren el riesgo de conducir a la separación irreversible de Azawad del resto de Malí. Ciertas comunidades de Azawad nunca han conocido la paz y la tranquilidad en sus territorios tradicionales. Al contrario, desde los años sesenta, estas comunidades no han conocido más que la estigmatización, la relegación, las masacres y la vida en campos de refugiados.

La comunidad internacional se ha mostrado incapaz de moderar a las autoridades de Bamako. Ha hecho la vista gorda y durante los últimos ocho años se ha contentado con la retórica tranquilizadora de las autoridades, que puede considerarse legítimamente que sólo sirve para ganar tiempo para preparar la guerra. Este es también el contexto en el que la junta gobernante de Malí ha rechazado cualquier presencia internacional, en particular de la Minusma.

Una vez más, queda claro que Malí, a través de todos los regímenes que le han sucedido desde su independencia, no ha mostrado ningún deseo sincero de resolver la cuestión de Azawad mediante el diálogo.

La ilusión de poder insidiosamente propagada en la opinión pública tras las tensiones con Francia y la llegada del grupo Wagner no bastará para vencer la determinación de los jóvenes de Azawad. Estos jóvenes aspiran a disfrutar algún día de una ciudadanía efectiva. Abrumados por el hastío, la desesperación y la amargura, ¿Qué tienen que perder? Tras el evidente fracaso del «Pacto Nacional» y ahora el de los «Acuerdos de Argel», la credibilidad de la comunidad internacional a la hora de imponer una solución política ha quedado seriamente dañada. De hecho, Bamako parece preferir el uso de la fuerza para imponer su enfoque del conflicto con Azawad. Cada vez que el ejército maliense se ve en apuros, existe un gran riesgo de que resurjan las masacres de ciertas poblaciones para halagar al ultranacionalismo y hacer pasar convenientemente estos crímenes por actos de guerra antiterrorista.

En estas circunstancias, la comunidad internacional no puede seguir eludiendo indefinidamente sus responsabilidades y consintiendo los pogromos con el pretexto de respetar la soberanía de Malí. Los miles de civiles masacrados por Malí en los últimos años en el Azawad nunca han tenido derecho a la justicia.

En general. La Organización de la Diáspora Tuareg en Europa (ODTE) pide a los beligerantes que perdonen a la población civil y respeten las normas elementales de respeto de los derechos humanos. La comunidad internacional debe acudir en ayuda de la población civil y cambiar de estrategia para encontrar una solución adecuada que ponga fin a este conflicto, que dura ya varias décadas.