Vietnam entre gigantes: ciudades inteligentes y soberanía digital en la era de la rivalidad tecnológica global

En un mundo marcado por la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China, Vietnam emerge como un actor estratégico que busca modernizarse sin perder autonomía. En medio de esta rivalidad global, el país ha adoptado un enfoque singular: construir ciudades inteligentes mientras protege su soberanía digital. Analizamos cómo la "diplomacia del bambú" se transforma en un “cortafuegos de bambú” que le permite absorber tecnología extranjera con control interno. Este equilibrio delicado revela tanto las oportunidades como los desafíos de desarrollar infraestructuras digitales en un entorno geopolíticamente fragmentado

La ciudad de Da Nang en Vietnam, un paradigma de transformación en ciudad inteligente. Foto: RoyalLand.vn

En el marco de una acelerada transformación digital global, marcada por la competencia estratégica entre las dos principales potencias del siglo XXI —Estados Unidos y China—, Vietnam ha emergido como un actor geopolíticamente significativo en el Sudeste Asiático. La creciente confrontación tecnológica entre Washington y Pekín, caracterizada por restricciones a las exportaciones de semiconductores, limitaciones al acceso a mercados digitales y la formación de bloques tecnológicos rivales, ha redefinido las dinámicas de cooperación y dependencia tecnológica a escala global. Este enfrentamiento no solo tiene implicaciones para las economías desarrolladas, sino que también plantea dilemas complejos para países en desarrollo como Vietnam, que buscan modernizar su infraestructura tecnológica, atraer inversiones extranjeras y consolidar su soberanía digital sin alinearse de forma absoluta con ninguno de los dos polos de poder.

Frente a este contexto global volátil, Vietnam ha adoptado una estrategia diplomática y tecnológica basada en principios de flexibilidad, equilibrio y resiliencia. Inspirándose en su histórica “diplomacia del bambú”, que consiste en mantener una postura adaptable pero firme frente a las presiones externas, el país ha trasladado esta lógica a su política tecnológica mediante un enfoque conceptual que puede denominarse como “cortafuegos de bambú”. Esta estrategia se caracteriza por una integración selectiva de tecnologías extranjeras, asegurando al mismo tiempo el control nacional sobre los datos, las infraestructuras críticas y la dirección general del desarrollo digital. Esta dualidad le permite a Vietnam beneficiarse tanto de la inversión estadounidense como del apoyo tecnológico chino, sin comprometer su autonomía estratégica ni exponerse excesivamente a las influencias externas.

Uno de los pilares fundamentales de esta estrategia es el desarrollo de ciudades inteligentes, concebidas como entornos urbanos donde las tecnologías digitales —incluyendo sensores, inteligencia artificial, big data e internet de las cosas (IoT)— son aplicadas para mejorar la eficiencia de los servicios públicos, reducir el impacto ambiental, aumentar la resiliencia frente al cambio climático y fortalecer la gobernanza local. Este modelo urbano no se limita a una mera digitalización, sino que representa una reformulación integral de la infraestructura física, los flujos de información y las dinámicas sociales dentro del tejido urbano.

Ciudades como Da Nang y Ciudad Ho Chi Minh son ejemplos emblemáticos de esta transformación. Da Nang, reconocida internacionalmente como uno de los centros urbanos más avanzados tecnológicamente del país, ha recibido apoyo financiero de Estados Unidos para implementar sistemas de sensores en tiempo real que garantizan la calidad del agua, así como sistemas inteligentes de gestión del tráfico que mejoran la movilidad urbana y reducen la congestión. En paralelo, Ciudad Ho Chi Minh avanza hacia la creación de un centro de datos de tráfico inteligente que, mediante la aplicación de algoritmos predictivos y automatización basada en IA, busca mejorar la planificación urbana y la seguridad vial. Estos proyectos no solo representan avances técnicos, sino que también son el reflejo de la posición estratégica de Vietnam como terreno de competencia para los modelos tecnológicos de las grandes potencias.

A su vez, el gobierno vietnamita ha sido activo en buscar colaboraciones con China, especialmente en el desarrollo de infraestructuras ferroviarias. El proyecto ferroviario Lao Cai–Hanói–Haiphong, financiado a través de préstamos chinos, no solo responde a una necesidad logística y comercial, sino que también ilustra el enfoque estratégico del país: aprovechar las capacidades tecnológicas y financieras de Pekín, pero condicionando estas alianzas a la transferencia de conocimiento y al fortalecimiento de las capacidades locales. Empresas como Viettel, una de las principales firmas tecnológicas del país, se encuentran en el centro de estas sinergias, funcionando como contrapeso nacional a las influencias externas.

En este proceso de transformación urbana, Hanói se proyecta como una metrópoli inteligente para el año 2030. La capital vietnamita ha comenzado a implementar soluciones digitales avanzadas como sistemas de predicción de inundaciones basados en IA, redes eléctricas inteligentes, iniciativas de movilidad sostenible con bajas emisiones, y expansión de espacios verdes urbanos. Estas iniciativas no solo apuntan al desarrollo económico y tecnológico, sino que también responden a desafíos ambientales y sociales apremiantes, como el cambio climático, la urbanización descontrolada y la presión sobre los recursos naturales.

Sin embargo, la penetración de fabricantes chinos en sectores críticos como el reconocimiento facial —con compañías como Hikvision y Dahua dominando el mercado regional— ha encendido las alarmas en torno a la seguridad de los datos y el potencial de espionaje digital. En respuesta, Vietnam ha endurecido su Ley de Ciberseguridad y promulgado regulaciones como el Decreto 53, que exige a las empresas tecnológicas extranjeras almacenar datos sensibles de usuarios vietnamitas dentro del país y mantener una presencia física local. Estas medidas de localización de datos refuerzan la capacidad del Estado para supervisar la actividad digital en su territorio, limitando los riesgos de intromisión extranjera y reafirmando su soberanía informacional.

La confrontación entre los modelos tecnológicos de EE.UU. y China pone en evidencia las tensiones estructurales que Vietnam debe gestionar. Mientras el modelo estadounidense, sustentado en principios como la Ley de Datos Abiertos del Gobierno de 2018, promueve la transparencia y la interoperabilidad, el enfoque chino se basa en la centralización, el control estatal de la información y la exportación de sistemas autoritarios de vigilancia. Vietnam se esfuerza por diseñar un régimen de gobernanza de datos propio, que le permita beneficiarse de ambas esferas sin caer prisionero de sus lógicas. No obstante, la implementación de requisitos de localización impone desafíos prácticos a empresas estadounidenses consolidadas, mientras que facilita la entrada de empresas chinas más flexibles y adaptables al entorno regulatorio vietnamita.

Un elemento clave dentro de esta estrategia es la formación de capital humano. El Grupo FPT, en asociación con firmas tecnológicas globales como Nvidia, lidera un ambicioso proyecto para formar a 50.000 ingenieros en inteligencia artificial para 2030. Esta iniciativa tiene un doble objetivo: acelerar la adopción de tecnologías avanzadas y, al mismo tiempo, construir una base de talento nacional capaz de operar, mantener y mejorar los sistemas tecnológicos sin depender de consultores o técnicos extranjeros. Esta apuesta por la capacitación es esencial para garantizar que la integración tecnológica esté acompañada por un control soberano del conocimiento.

Pese a estos avances, Vietnam sigue siendo vulnerable a las dinámicas de interdependencia global. La imposición de aranceles por parte de EE.UU. a productos vietnamitas, que han llegado a alcanzar el 46%, representa un riesgo significativo para sectores clave de la economía manufacturera, sobre todo en industrias que habían prosperado como consecuencia del traslado de fábricas desde China para evitar sanciones estadounidenses. Ser considerado un simple “punto de transbordo” o “puente comercial” puede resultar contraproducente si se materializan medidas punitivas por parte de Washington. Afortunadamente, el sector de los servicios tecnológicos ha mostrado una mayor resiliencia, dado que estos no se ven afectados directamente por los aranceles. Empresas vietnamitas como FPT y Viettel siguen creciendo en el ámbito digital, en parte gracias a su base nacional de operaciones y su enfoque en servicios, en lugar de productos físicos.

Simultáneamente, la influencia de China en el país sigue creciendo. La reciente visita del presidente Xi Jinping a Vietnam resultó en la firma de 45 acuerdos de cooperación en áreas estratégicas como energía, transporte ferroviario y tecnologías de la información. Aunque estas alianzas ofrecen recursos e inversiones vitales, también generan una dependencia potencial que Hanói busca gestionar cuidadosamente. Según declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores, Bui Thanh Son, el objetivo de estas alianzas es fortalecer las capacidades locales mediante transferencia tecnológica y formación de recursos humanos de alta calidad, evitando una dependencia estructural a largo plazo.

Lo que se configura es un complejo equilibrio estratégico: Vietnam necesita capital e innovación extranjeros para sostener su desarrollo urbano y digital, pero se esfuerza por preservar su soberanía y evitar ser subsumido en la órbita de una sola potencia. Las normativas internas, los marcos de gobernanza digital, la inversión en talento y la promoción de una diplomacia tecnológica activa constituyen los instrumentos mediante los cuales el país traza una línea —difusa pero crucial— entre apertura y control. El cortafuegos de bambú no es una barrera infranqueable, sino una arquitectura de defensa flexible, capaz de absorber impactos sin perder cohesión.

No obstante, a medida que las infraestructuras se interconectan más, los datos se convierten en recursos geoestratégicos y las tecnologías se politizan, mantener esa línea será cada vez más difícil. Vietnam, por ahora, continúa diciendo “sí” a ambos gigantes, pero lo hace con una claridad estratégica que busca transformar la vulnerabilidad en oportunidad, y la dependencia en autonomía. La clave de su éxito radicará en cuán lejos puede doblarse el bambú sin romperse.

Por Instituto IDHUS

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