Proteccionismo y Desaceleración Global: El BERD Advierte sobre un Nuevo Riesgo Sistémico para las Economías Emergentes

El entorno económico internacional atraviesa una etapa de profunda transformación marcada por el resurgimiento del proteccionismo, la desaceleración de potencias clave como Alemania y China, y un aumento generalizado de la incertidumbre geopolítica. En este contexto, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) ha recortado nuevamente sus previsiones de crecimiento para 2025, reflejando el impacto de estas tensiones sobre las economías emergentes. La combinación de nuevos aranceles, debilitamiento del comercio internacional y vulnerabilidades estructurales plantea riesgos significativos para la estabilidad económica global

El Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) es una institución financiera internacional fundada en 1991 con el objetivo de apoyar la transición a economías de mercado en países de Europa Central y del Este, Asia Central, Mongolia, y la región del Mediterráneo sur y oriental. Foto: BERD

El Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) ha emitido una nueva advertencia sobre el deterioro de las condiciones económicas globales al recortar por cuarta vez consecutiva sus previsiones de crecimiento para las economías emergentes bajo su cobertura. Esta última revisión, correspondiente al año 2025, reduce las expectativas de crecimiento en 0,2 puntos porcentuales, situando la media en un modesto 3%. Esta disminución se atribuye, principalmente, a tres factores interrelacionados: el aumento de la incertidumbre en las políticas económicas globales, la debilidad en la demanda externa —particularmente en economías clave como Alemania y China— y las consecuencias directas e indirectas derivadas del anuncio de nuevos aranceles a las importaciones, especialmente por parte de los Estados Unidos.

Desde su fundación en 1991, el BERD ha expandido su ámbito de actuación desde los países del antiguo bloque soviético hasta abarcar regiones estratégicas en África, Oriente Medio y Asia Central. Su función ha sido esencial para facilitar la transición hacia economías de mercado, fomentar el desarrollo del sector privado y canalizar inversiones productivas. No obstante, el entorno actual se presenta particularmente desafiante, ya que las tensiones comerciales, la fragmentación de las cadenas de suministro globales y la polarización geopolítica están erosionando las condiciones necesarias para el crecimiento económico sostenido y equitativo en estas regiones.

Uno de los elementos más perturbadores en este panorama es el resurgimiento del proteccionismo comercial. En abril de 2025, la administración estadounidense implementó una política arancelaria que ha sido calificada por diversos analistas como la más agresiva desde los años 1930. Este paquete incluyó un arancel “base” del 10% aplicable a prácticamente todos los socios comerciales de Estados Unidos, así como tarifas específicas del 25% sobre sectores estratégicos como la automoción, el acero y el aluminio. Estas medidas, lejos de ser meramente bilaterales, tienen un efecto multiplicador sobre las cadenas de valor globales, afectando a múltiples países cuya economía está integrada verticalmente a través de la producción de bienes intermedios y componentes industriales.

En este contexto, economías como Hungría y Eslovaquia, altamente dependientes de la industria automotriz y profundamente integradas en las cadenas de valor europeas —particularmente a través de Alemania— pueden verse severamente afectadas. La previsión de crecimiento para ambos países ha sido recortada en 0,5 puntos porcentuales, una señal clara de su vulnerabilidad estructural frente a los cambios en la política comercial de actores globales. Alemania, socio comercial dominante para al menos diez países de la órbita del BERD, representa un vector esencial para el dinamismo económico regional. Las exportaciones hacia el país germano conforman aproximadamente una cuarta parte del PIB de Chequia, y en torno al 20% del de Eslovaquia, Hungría y Macedonia del Norte.

El debilitamiento de la economía alemana, que apenas ha mostrado signos de recuperación tras dos años de recesión, y la persistente desaceleración de China, cuyo modelo económico enfrenta tensiones estructurales y geopolíticas, han generado un entorno de demanda internacional deprimida. En consecuencia, las economías emergentes —especialmente aquellas exportadoras de bienes manufacturados o recursos naturales— se enfrentan a una doble presión: por un lado, la pérdida de mercados clave; por otro, la reconfiguración de los flujos comerciales y financieros globales en un mundo cada vez más multipolar y fragmentado.

Además del impacto directo sobre las exportaciones, los aranceles estadounidenses y las tensiones comerciales están provocando un efecto paralizante sobre la inversión privada. Como señala la economista jefe del BERD, Beata Javorcik, las empresas han adoptado una postura de cautela, suspendiendo decisiones de inversión en medio de la incertidumbre. Esta ralentización de la inversión —tanto doméstica como extranjera— agrava la fragilidad macroeconómica de muchos países, en especial aquellos con elevados niveles de deuda externa o con dependencia estructural del financiamiento mediante bonos internacionales, como es el caso de Egipto, que ya destina un 13% de su PIB al servicio de su deuda.

El deterioro de la situación fiscal es otra dimensión crítica. Aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta una estabilidad relativa en el nivel medio de deuda pública en las regiones del BERD —alrededor del 52% del PIB entre 2025 y 2029—, el propio BERD considera que estas previsiones pueden ser excesivamente optimistas. La combinación de ingresos fiscales volátiles y nuevas exigencias de gasto —como el incremento en los presupuestos de defensa en respuesta a tensiones geopolíticas— sugiere que los déficits fiscales podrían ser mayores a los proyectados, en ausencia de una reestructuración profunda del gasto público.

En Turquía, una de las principales economías de la región, el BERD revisó a la baja su previsión de crecimiento para 2025, situándola en un 2,8%, medio punto porcentual por debajo de su estimación de febrero. Esta corrección se fundamenta en una demanda interna más débil, políticas monetarias más restrictivas de lo anticipado y una creciente vulnerabilidad frente a las condiciones financieras globales. A pesar de algunos avances en la reducción del déficit por cuenta corriente y el aumento de las exportaciones netas, los flujos de inversión extranjera directa siguen siendo limitados, lo que refleja la percepción de riesgo entre los inversionistas internacionales.

Para Ucrania, el panorama sigue marcado por la guerra. El BERD recortó su previsión de crecimiento para 2025 a un 3,3%, afectada por la debilidad de la demanda de la Unión Europea y los persistentes ataques rusos a la infraestructura energética del país. La resiliencia económica de Ucrania continúa dependiendo en gran medida del apoyo internacional y de la capacidad de recuperación de su aparato productivo en condiciones extremadamente adversas.

Más allá de las cifras puntuales, lo que subyace a este informe del BERD es una advertencia más amplia sobre el orden económico internacional. La multiplicación de barreras comerciales, la reconfiguración de las alianzas geoeconómicas y el debilitamiento de las instituciones multilaterales están conformando una nueva arquitectura global caracterizada por la rivalidad estratégica, la regionalización de los mercados y la competencia por el acceso a recursos y tecnologías clave. En este contexto, las economías emergentes, tradicionalmente posicionadas como eslabones intermedios en las cadenas globales de valor, se ven obligadas a redefinir sus estrategias de desarrollo y su inserción en la economía mundial.

El inicio de la conferencia anual del BERD en Londres, en la que se discutirá el nuevo marco estratégico y de capital para los próximos cinco años, tiene lugar en este contexto convulso. Uno de los aspectos más destacados será la expansión del banco hacia África subsahariana, incorporando a Benín, Costa de Marfil y Nigeria como nuevos países de operación. Esta decisión refleja no solo la necesidad de diversificar el alcance geográfico de las inversiones del BERD, sino también el reconocimiento del papel cada vez más central que África está llamado a desempeñar en la economía global del siglo XXI.

En suma, el informe del BERD no sólo ofrece una instantánea de la evolución económica de un grupo de países, sino que constituye una advertencia sobre los riesgos sistémicos que enfrenta la economía mundial. La fragmentación comercial, la militarización de las relaciones económicas y la erosión de la cooperación multilateral representan desafíos de primer orden para la estabilidad y la prosperidad global. El modo en que se gestionen estos desafíos definirá, en gran medida, el rumbo de la geoeconomía mundial en los próximos años.

Suscríbete a MultiPolaridad – el blog del IDHUS

Recibe en tu email los artículos de nuestro blog, con análisis y las claves acerca de las dinámicas, procesos y tendencias geoeconómicas y geopolíticas que están activas en nuestra sociedad.

Por Instituto IDHUS

También podría interesarte