Marruecos ante la reconfiguración del comercio global: desafíos, oportunidades y su ascenso como nuevo eje estratégico

En un contexto internacional marcado por tensiones comerciales, rivalidades geopolíticas y la reconfiguración de las cadenas de valor, Marruecos emerge como un actor estratégico en plena transición. Su posición geográfica, estabilidad política y desarrollo logístico lo sitúan en el radar de empresas e inversores que buscan alternativas resilientes a las rutas tradicionales. Sin embargo, esta oportunidad viene acompañada de desafíos estructurales que el país debe afrontar para consolidar su papel en el nuevo orden económico global

La plaza de Yamaa el Fna, en Marrakech – Wikipedia

En un escenario global marcado por una profunda transformación de los equilibrios geoeconómicos, la emergencia de nuevas lógicas de poder y una creciente fragmentación de las relaciones comerciales internacionales, Marruecos se encuentra ante una coyuntura crítica que le obliga a redefinir su papel dentro del sistema económico global. Esta reflexión fue articulada de manera detallada por Lluis Dalmau Taules, economista para África y Medio Oriente de Allianz Trade, durante una conferencia de prensa en Casablanca, en la que abordó las implicaciones de la actual guerra comercial y el reposicionamiento de los flujos logísticos y productivos a nivel mundial.

En los últimos años, la economía global ha entrado en una fase de incertidumbre estructural derivada del resurgimiento de políticas proteccionistas, la ruptura de consensos multilaterales y la creciente rivalidad entre las grandes potencias, especialmente entre Estados Unidos y China. Esta confrontación, que va mucho más allá de los aranceles, se traduce en una pugna por la supremacía tecnológica, el control de las cadenas de suministro estratégicas y el acceso preferencial a los mercados. Según una encuesta de Allianz Trade realizada a 4.500 empresas en nueve economías líderes, el 60 % anticipa consecuencias negativas derivadas de esta guerra comercial, mientras que un 45 % prevé una reducción directa en sus ingresos por exportaciones. Este diagnóstico ilustra el impacto profundo y sistémico que la geopolítica tiene sobre la economía real, alterando decisiones de inversión, configuraciones productivas y la arquitectura misma del comercio internacional.

En este contexto, las empresas globales están reestructurando sus cadenas de valor. Se observa un movimiento claro hacia la diversificación geográfica de proveedores, el acoplamiento selectivo con socios confiables (“friendshoring”), y la relocalización parcial de actividades industriales. El resultado es una fragmentación funcional del comercio global que da lugar a nuevos polos logísticos y productivos. En este marco, el norte de África —y particularmente Marruecos— empieza a posicionarse como una alternativa estratégica viable para la recepción de flujos desviados de las rutas tradicionales, tanto desde Asia como desde Europa. Este reposicionamiento se ve favorecido por factores como la estabilidad política, la cercanía geográfica con Europa, el desarrollo de infraestructuras logísticas avanzadas y una política industrial orientada a la integración regional.

Si bien el impacto directo de la guerra comercial entre China y Estados Unidos sobre Marruecos es limitado —solo el 6 % de las exportaciones marroquíes tienen como destino el mercado estadounidense—, la exposición indirecta, especialmente a través de Europa, es considerable. La Unión Europea representa el primer socio comercial del Reino, y cualquier medida proteccionista que afecte a su economía podría generar efectos colaterales negativos para Marruecos, en particular en sectores como el automotriz, el agroalimentario y el textil, altamente integrados en las cadenas de suministro europeas. Es crucial tener en cuenta que estas industrias, que representan una parte significativa del PIB industrial del país, dependen en gran medida de la estabilidad de la demanda europea y de la fluidez de los acuerdos comerciales.

No obstante, también existen oportunidades derivadas del reposicionamiento europeo, especialmente en ámbitos como la transición energética, la autonomía estratégica en sectores clave (semiconductores, defensa, infraestructuras) y la búsqueda de proveedores cercanos y confiables. Marruecos podría beneficiarse, por ejemplo, de los planes europeos de relocalización industrial (“reshoring”) y de inversiones en infraestructuras resilientes, si logra consolidarse como una plataforma regional de producción y exportación. Las proyecciones apuntan a un crecimiento del 3,5 % en 2025 y del 3,6 % en 2026, un desempeño notable en comparación con otras economías de la región MENA. Este crecimiento estaría impulsado por la recuperación del sector agrícola, la expansión del sector servicios y el fortalecimiento del tejido industrial, especialmente en la industria del automóvil y los componentes electrónicos.

Un sector que merece especial atención es el turístico, cuya recuperación tras la pandemia ha generado efectos indirectos relevantes sobre la demanda interna, especialmente en el sector automotriz. El auge del alquiler de vehículos vinculado al turismo ha dinamizado la producción y el consumo local, ilustrando la interdependencia de las distintas ramas económicas. Sin embargo, este crecimiento no está exento de fragilidades. El triple choque que afectó a la economía marroquí en 2023 —reducción de la inversión pública, alza de los tipos de interés y caída de la inversión extranjera directa— sigue teniendo consecuencias sobre la liquidez y el acceso al crédito. Los tipos de interés se mantendrán altos en el corto plazo, afectando directamente la tesorería de las empresas, muchas de las cuales enfrentan dificultades estructurales. De hecho, en 2024 se ha registrado un aumento del 10 % en las quiebras empresariales, y se prevé un nuevo incremento del 7 % para 2025, reflejando la persistente vulnerabilidad del tejido empresarial.

Uno de los elementos más prometedores de la reconfiguración económica de Marruecos es su creciente protagonismo logístico. La congestión recurrente del Canal de Suez y los riesgos geopolíticos asociados a esta vía estratégica han generado un reposicionamiento de los flujos marítimos, beneficiando al puerto de Casablanca, que comienza a consolidarse como un nodo clave en los intercambios transcontinentales. Según una evaluación interna de Allianz Trade, Marruecos lidera el ranking de los “Next Generation Trade Hubs”, es decir, los futuros centros neurálgicos del comercio internacional. Este reconocimiento no es anecdótico: refleja la confluencia de inversiones en infraestructuras portuarias, eficiencia aduanera y conectividad multimodal, factores esenciales para atraer nuevas inversiones en manufactura y ensamblaje.

Paralelamente, la transformación de la geografía comercial de Marruecos queda reflejada en el hecho de que China ha superado recientemente a Francia como segundo proveedor del país. Este cambio estructural no solo ilustra el creciente peso de Asia en el comercio global, sino también la voluntad marroquí de diversificar sus alianzas estratégicas. La intensificación de las relaciones sino-marroquíes podría desembocar en un modelo industrial basado en el ensamblaje local de componentes chinos para su reexportación a Europa, generando así valor añadido en el territorio marroquí. Sin embargo, este modelo requiere inversiones sostenidas en formación técnica, innovación industrial y mejoras en la productividad.

En este escenario, el reto para Marruecos no reside únicamente en captar oportunidades coyunturales, sino en estructurar una estrategia de desarrollo económico de largo plazo que permita convertir su posición geográfica y su estabilidad política en verdaderas ventajas competitivas sostenibles. Como señala Dalmau, no se trata de oportunidades automáticas ni garantizadas: el entorno internacional es volátil, y solo los países que logren adaptarse con rapidez, garantizar un entorno de inversión atractivo y sostener reformas estructurales profundas podrán capitalizar los beneficios del nuevo orden económico emergente.

El futuro del comercio internacional será cada vez más regionalizado, digitalizado y condicionado por variables geopolíticas. Marruecos, como país puente entre África y Europa, está en condiciones de desempeñar un rol destacado si logra consolidar su infraestructura logística, elevar el nivel de complejidad de su aparato productivo, y articular políticas públicas que favorezcan la resiliencia empresarial, la seguridad jurídica y la innovación tecnológica. La ventana de oportunidad está abierta, pero su aprovechamiento dependerá de la capacidad de adaptación, visión estratégica y cohesión institucional del país.

Por Instituto IDHUS