La magnitud de las bajas sufridas por el grupo Wagner y las fuerzas malienses durante un reciente asalto en la región de Tinzaouaten revela la vulnerabilidad de la postura contrainsurgente de Malí.
Los medios de comunicación se hicieron eco del ataque como la mayor pérdida sufrida por los paramilitares rusos en varios años de operaciones en África.
Aunque hay informes contradictorios, al menos 80 mercenarios rusos y un número indeterminado de soldados malienses murieron en una emboscada tendida por rebeldes tuaregs que operaban junto a Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin, filial de Al Qaeda en el Sahel.
La crisis de Malí tiene cuatro niveles.
Son la prolongada rebelión tuareg en el norte de Malí; el terrorismo de los grupos yihadistas; el conflicto comunal; y la incursión militar en la política, que ha mantenido a algunas partes interesadas fuera de la gobernanza.
La situación no ha mejorado a pesar del golpe militar de 2020. Los golpistas afirmaron que intervinieron para evitar un mayor caos. Explotaron el sentimiento antifrancés para obtener el apoyo de los ciudadanos.
Pero Malí sigue siendo testigo de repetidos ataques terroristas y hay un resurgimiento de la rebelión.
Como especialistas en seguridad y estudios estratégicos, hemos investigado el extremismo violento, el terrorismo, la insurgencia, la gestión de crisis y la fragilidad del Estado en África.
Sostenemos que, a pesar de la retórica populista del gobierno militar maliense y de algunos éxitos recientes, hay al menos tres razones que explican la continua inseguridad.
Una es la incapacidad del gobierno para adaptarse a la dinámica cambiante de las operaciones de contrainsurgencia. La segunda es la incapacidad de apreciar la importancia del terreno y la capacidad aérea. Y por último, está la limitada ayuda militar y la influencia extranjera que socavan las operaciones de contrainsurgencia.
Para invertir la tendencia contra la creciente inseguridad, las fuerzas de contrainsurgencia malienses deben adaptarse y responder eficazmente a estos factores.
Incidentes de ataque
Tras el golpe de Estado, la junta dirigida por Malí rompió los lazos con Francia. También organizó la salida de la misión de la ONU de Malí y reforzó la cooperación en materia de seguridad con Rusia.
También promovió la Carta Liptako-Gourma, que dio origen a la Alianza de Estados del Sahel, establecida con Burkina Faso y Níger.
La aparición de la Alianza de Estados del Sahel provocó la división de los Estados de África Occidental en dos bloques: el grupo prooccidental y democrático liberal, y el grupo prorruso y dirigido por las juntas.
A pesar de su promesa de mejorar la seguridad en la zona, los incidentes de violencia política en Burkina Faso, Malí y Níger han aumentado en conjunto un 5% en 2023 (un 46% más que en 2021).
Según los datos de localización de conflictos armados y sucesos, en 2023 se ha producido un aumento del 38% de la violencia dirigida contra civiles en Malí.
Los principales grupos responsables de estos ataques son Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin e IS Sahel.
La Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin ha llevado a cabo amplios ataques contra instalaciones militares y ha bloqueado ciudades y rutas de transporte clave, como muestra la siguiente figura.
Dinámica cambiante
Las insurgencias suelen evolucionar con el tiempo. Si las fuerzas de contrainsurgencia no consiguen adaptarse o responder eficazmente a estos cambios, pueden perder eficacia.
El conflicto en el norte de Malí se ha intensificado. Se están produciendo combates y atentados en nuevas regiones, como consecuencia de las acciones militares y de la implicación del Grupo Wagner.
La situación ha empeorado por el resurgimiento del enfrentamiento armado con los rebeldes tuareg, que en 2015 habían aceptado el Acuerdo de Argel para poner fin a la guerra de Malí.
Para comprender el fracaso de las operaciones de contrainsurgencia de Malí en su región septentrional, es crucial examinar el contexto geográfico.
Malí se encuentra en el flanco occidental del Sahel, una amplia zona de amortiguación entre el norte y el África subsahariana, tanto geográfica como culturalmente. Esta región de África constituye una importante zona de espacios sin gobierno.
El norte de Mali se encuentra dentro de esta zona, y la ubicación de la reciente emboscada es un área extensa con presencia estatal limitada donde las facciones yihadistas y tuaregs han estado activas durante un largo periodo.
Terreno y capacidad aérea
Malí es un país seco y llano en su mayor parte. La frontera septentrional con Argelia se extiende a lo largo de 2.000 km y es poco segura. La naturaleza de estas fronteras facilita que los insurgentes vean con antelación la aproximación del enemigo.
El ejército maliense no dispone de recursos suficientes ni de medios militares avanzados para reemplazar la arquitectura de seguridad puesta a su disposición por las misiones militares multilaterales y bilaterales desaparecidas.
En ninguna parte es esto más evidente que en las capacidades aéreas del país.
El poder aéreo es fundamental para las operaciones de contrainsurgencia. Aviones de ataque ligeros, helicópteros y drones de combate son clave para proporcionar apoyo aéreo cercano de forma eficaz y oportuna.
También tienen que permanecer presentes en la zona de combate y responder con prontitud a las amenazas emergentes en un campo de batalla fluido e impredecible.
En los últimos años, las fuerzas armadas de Malí han recibido diversos equipos militares, desde vehículos blindados y helicópteros hasta aviones de transporte ligero C295.
En 2022, Bamako recibió algunos aviones de ataque terrestre y helicópteros de ataque rusos.
Malí cuenta con unos 2.000 efectivos en su fuerza aérea, con 20 aviones con capacidad de combate y siete helicópteros de ataque.
Asistencia militar e influencia extranjera limitadas
Con la salida de las misiones internacionales de apoyo militar, cualquier progreso realizado en la última década hacia la mejora de la capacidad militar general del país está ahora en peligro.
Esto se debe a que Malí ha pasado de tener múltiples asociaciones militares a depender únicamente de Rusia. Rusia es actualmente incapaz de proporcionar apoyo a Mali debido a la guerra en Ucrania, que ha obligado al Kremlin a buscar armamento en Irán y Corea del Norte.
Por último, la operación de contrainsurgencia de Malí subestimó el posible papel de los actores extranjeros. Los actores extranjeros pueden provocar fallos estratégicos y operativos en las operaciones militares a través de la guerra por delegación, la interrupción de la cadena de suministro y el fomento de las deserciones, entre otros.
Por ejemplo, la agencia de inteligencia militar de Ucrania ha afirmado que participó en la reciente emboscada de soldados malienses y mercenarios rusos.
El camino a seguir
Mientras Malí, dirigido por la Junta, lucha por defenderse de las amenazas de diversos actores armados no estatales, su enfoque de la contrainsurgencia requiere una revisión.
La atención debe centrarse en la fragilidad del Estado, la porosidad de su frontera, las limitadas capacidades militares y las consecuencias geopolíticas de la crisis entre Rusia y Ucrania.