Los orígenes coloniales de la Operación Barkhane

Los orígenes coloniales de la Operación Barkhane

Rémi Carayol 

Dejémoslo claro desde el principio para evitar cualquier malentendido: la guerra que Francia libra en la franja sahelo-sahariana desde hace nueve años no es una guerra de colonización. Para Francia, no se trata de reconquistar un territorio que antaño fue una de las joyas de la corona de su Imperio (y motivo de orgullo para su ejército), ni de imponer su yugo a las poblaciones, ni de saquear los recursos naturales que allí se encuentran -aunque esta cuestión, que afecta esencialmente a las reservas de uranio de Níger, no debe pasarse por alto-.

También es difícil compararla con las numerosas intervenciones militares neocoloniales llevadas a cabo después de la independencia en África Occidental, África Central y el Océano Índico, cuyo objetivo solía ser desestabilizar un régimen considerado demasiado independiente o, por el contrario, apoyar a un presidente «amigo». Es cierto que esta guerra forma parte del enfoque intervencionista de Francia en su antiguo «territorio pre-soberano», que es una de las señas de identidad de su política post-colonial. En los últimos años, el ejército francés ha tenido que intervenir para ayudar a aliados, como en Burkina Faso en 2014 (para exfiltrar a Blaise Compaoré y permitirle así escapar de la justicia en su propio país) y Chad en 2019 (cuando bombardeó una columna de rebeldes que se dirigía a Yamena, desviando los recursos movilizados bajo el mandato de la operación Barkhane).

La diplomacia francesa también ha desempeñado un papel clave en este despliegue militar en los últimos años, no dudando a veces en interferir en los asuntos internos, como en Malí para impedir cualquier discusión con los grupos yihadistas, o en Chad para apoyar la toma del poder del bando de Déby tras la muerte de Idriss Déby Itno. Pero el objetivo último de esta operación militar no es instalar o perpetuar a un hombre esclavizado por París. El objetivo oficial es combatir el «terrorismo internacional» y la emergencia de una ideología considerada una amenaza por los dirigentes franceses: el yihadismo.

Sin embargo, la intervención francesa que comenzó en enero de 2013 con la operación Serval, entonces confinada al territorio de Malí, y continuó a partir de agosto de 2014 con la operación Barkhane, extendida a otros cuatro países (Burkina Faso, Mauritania, Níger y Chad), huele a Tercera República. Ha vuelto a despertar viejas fantasías que se creían enterradas desde el final de la época colonial. El ejército (y en particular las tropas navales), que forjó parte de su leyenda en esta árida franja a finales del siglo XIX y principios del XX, ha revivido sus viejas glorias, desempolvado sus viejos mapas y reciclado algunos de sus métodos del pasado.

Mientras los oficiales sobre el terreno, adormecidos durante su juventud por las «hazañas» de la conquista colonial, seguían con orgullo los pasos de sus mayores, en París el Estado Mayor revivía viejos mitos y actualizaba la estrategia de contrainsurgencia ensayada por algunos famosos colonialistas. Aunque la operación Barkhane no es una guerra colonial, se inspira en esa época. Y esa es quizá una de las razones de su fracaso.