La mayor ciudad de madera de Europa: un paradigma de innovación arquitectónica y sostenibilidad urbana

Analizamos el ambicioso proyecto urbanístico que está transformando el distrito de Sickla, en Estocolmo, en la mayor ciudad de madera del mundo. Con una inversión superior a los mil millones de dólares y el uso extensivo de madera contralaminada, Suecia busca liderar la transición hacia modelos constructivos sostenibles. Esta iniciativa no solo replantea la forma de edificar en gran escala, sino que integra tradición, innovación y compromiso medioambiental en un mismo plan maestro

 

Suecia está planificando un nuevo barrio con edificios con estructura de madera en el centro de Sickla, en el municipio de Nacka. Ilustración: Henning Larsen

En el marco de las transformaciones urbanísticas que buscan responder a los desafíos medioambientales del siglo XXI, Suecia se encuentra a la vanguardia con un ambicioso proyecto que pretende redefinir los límites de la construcción sostenible. En Estocolmo, la capital del país, se está erigiendo lo que se anuncia como el mayor proyecto de edificación en madera del mundo, un complejo urbano que se aparta radicalmente de la dependencia histórica del hormigón y el acero para apostar por la madera como material estructural predominante.

La iniciativa, liderada por la promotora Atrium Ljungberg, supone una inversión de aproximadamente 12.000 millones de coronas suecas (unos 1.250 millones de dólares) y se emplaza en Sickla, un antiguo polo industrial situado al sur del núcleo histórico de Estocolmo. En su día, Sickla fue un centro destacado de producción de motores diésel y otras manufacturas pesadas, pero hoy está inmerso en un proceso de reconversión que refleja la transición de Suecia hacia un modelo urbano más resiliente, bajo en emisiones y centrado en la calidad de vida.

El desarrollo se basa en el uso extensivo de madera contralaminada o CLT (Cross-Laminated Timber), un material de ingeniería que combina resistencia estructural, ligereza y propiedades térmicas favorables, y que en las últimas décadas se ha consolidado como una alternativa viable a los materiales convencionales. Este compuesto se utilizará en elementos clave de la edificación —núcleos portantes, suelos y muros—, lo que permitirá no solo una drástica reducción de la huella de carbono, sino también un ahorro considerable en los tiempos de construcción.

En total, la nueva área urbana ocupará unos 250.000 metros cuadrados, lo que equivale a 2,7 millones de pies cuadrados, y combinará usos residenciales, comerciales, culturales y educativos. Las edificaciones de nueva planta se integrarán con estructuras preexistentes rehabilitadas, como antiguos almacenes reconvertidos en bibliotecas o cines, generando así una textura urbana que conjuga memoria industrial y vanguardia arquitectónica.

La dimensión medioambiental es central en este proyecto. El sector de la construcción, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, es responsable de alrededor del 37% de las emisiones globales de carbono, una cifra que lo convierte en el principal emisor de gases de efecto invernadero a escala mundial. Ante este panorama, la elección de la madera como material base no es meramente estética o simbólica: diversos estudios, entre ellos una investigación de 2024 realizada por el Servicio Forestal del USDA, demuestran que los edificios construidos con madera maciza presentan un potencial de calentamiento global al menos un 81% menor que los de hormigón, y un 76% menor que los de acero.

Suecia posee un contexto privilegiado para liderar esta transición, pues casi el 70% de su territorio está cubierto por bosques y su tradición constructiva con madera se remonta a siglos atrás. Esta herencia cultural se traduce en una conexión identitaria con el material: para muchos suecos, el bosque es tanto un espacio de recreación y bienestar personal como un pilar económico clave, no solo para la edificación, sino también para sectores como la energía, la producción de pasta de papel y los productos biobasados.

Sin embargo, el desafío de Sickla radica en la escala. Hasta ahora, la mayor parte de la edificación en madera en Suecia se ha limitado a viviendas unifamiliares o edificios de pequeña altura, mientras que aquí se plantea la construcción de un distrito entero, con estructuras de uso mixto que podrán adaptarse a lo largo de su ciclo de vida. Esta flexibilidad funcional, que permite reconvertir viviendas en oficinas o viceversa, es un elemento esencial de sostenibilidad a largo plazo, pues prolonga la utilidad de los inmuebles y reduce la necesidad de nuevas intervenciones constructivas.

El equipo de diseño cuenta con la participación de White Arkitekter, una de las firmas de arquitectura más prestigiosas de Escandinavia, cuyo arquitecto principal, Oskar Norelius, ya ha demostrado el potencial de la madera en proyectos de gran escala, como el Sara Kulturhus, un edificio de 20 plantas en el norte de Suecia que alberga un centro cultural multifuncional y un hotel de 200 habitaciones. Este precedente ha contribuido a desmontar prejuicios sobre la madera como material supuestamente limitado por riesgos de incendio o restricciones normativas, demostrando que, con la ingeniería adecuada, puede competir en altura, resistencia y durabilidad con el hormigón y el acero.

El plan maestro contempla una ejecución por fases. La primera, conocida como Kvarter 7, incluirá 80 apartamentos y está prevista para finales de 2025. Posteriormente, se desarrollarán bloques de oficinas y aproximadamente 2.000 viviendas adicionales antes de 2027. La visibilidad de la estructura —incluyendo elementos como columnas, conductos y sistemas de ventilación— no solo permitirá a los usuarios apreciar la materialidad de la madera, sino que fomentará un vínculo emocional con el espacio. Experiencias previas, como las observadas en el Sara Kulturhus, sugieren que la calidez táctil y visual de este material genera una interacción afectiva por parte de los visitantes, llegando incluso a gestos espontáneos como abrazar columnas.

El contexto económico añade una capa de complejidad. Suecia, como buena parte de Europa, atravesó una fuerte crisis inmobiliaria en 2023, causada en gran medida por el alza de los tipos de interés. No obstante, la localización estratégica de Sickla, dotada de conexiones ferroviarias, tranviarias y con una futura extensión del metro, refuerza el optimismo de sus promotores respecto a su viabilidad a largo plazo. Si bien el coste inicial de una losa de hormigón puede ser un 20% inferior al de una de madera, la mayor velocidad de montaje de esta última permite anticipar la disponibilidad de espacios para el alquiler, acelerando el retorno de la inversión.

En última instancia, la construcción de la nueva Sickla no es únicamente un ejercicio de arquitectura innovadora, sino una declaración de intenciones sobre el futuro de las ciudades europeas. Representa la convergencia entre tradición material, ingeniería avanzada, responsabilidad climática y planificación urbana inteligente, sentando un precedente que podría inspirar transformaciones similares en otras capitales del continente.


Por Instituto IDHUS

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