La habitabilidad urbana en el siglo XXI: dinámicas globales, factores determinantes y casos ejemplares

En un mundo cada vez más urbanizado, la calidad de vida en las ciudades se ha convertido en un indicador crucial del desarrollo social y económico. La habitabilidad urbana refleja no solo el acceso a servicios esenciales, sino también la capacidad de las urbes para ofrecer entornos seguros, sostenibles y equitativos. Analizamos las dinámicas que determinan qué ciudades lideran los rankings globales, qué factores las hacen más habitables y cómo diferentes modelos de gobernanza e innovación urbana contribuyen a este objetivo

La importancia para el desarrollo que tiene el hecho de vivir en una ciudad «vivible» y «habitable» según múltiples factores. Foto: The Australian Prevention Partnership Centre

En junio de 2025, la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU, por sus siglas en inglés) dio a conocer su más reciente Índice Global de Habitabilidad, revelando que la ciudad de Copenhague, capital de Dinamarca, había alcanzado el primer puesto mundial, desplazando a Viena, que ostentaba el liderazgo desde hacía tres años consecutivos. Este ascenso responde a una combinación de factores estructurales y coyunturales que colocaron a la ciudad escandinava como referente internacional en calidad de vida. La EIU otorgó a Copenhague una puntuación perfecta de 100 sobre 100 en los pilares de estabilidad, educación e infraestructura, lo cual refleja no solo políticas públicas eficientes, sino también una visión urbana coherente con los desafíos contemporáneos de sostenibilidad, inclusión social y eficiencia administrativa.

El ranking de la EIU incluye un conjunto de ciudades que destacan por ofrecer entornos urbanos altamente funcionales, seguros, saludables y culturalmente ricos. En el top 10 se hallan tres ciudades australianas —Melbourne (4º), Sídney (6º) y Adelaida (9º)—, lo que subraya el éxito sostenido del modelo urbano australiano, caracterizado por una planificación territorial rigurosa, un sólido sistema de salud pública y una infraestructura urbana que favorece la conectividad y la calidad ambiental. En contraste, la representación de Asia y Oriente Medio continúa siendo limitada en este listado: solo Osaka (Japón) figura entre las diez primeras, mientras que Auckland (Nueva Zelanda) es la única ciudad no europea fuera de Asia que logra ingresar en dicho grupo. Este desequilibrio geográfico responde tanto a diferencias en el nivel de desarrollo urbano como a factores geopolíticos, culturales y económicos que condicionan el acceso equitativo a servicios urbanos de calidad.

La habitabilidad, entendida como la suma de condiciones que permiten a los habitantes de una ciudad vivir de manera segura, saludable, participativa y con acceso a oportunidades, es un concepto complejo que se ve afectado por múltiples variables estructurales. Estas incluyen la seguridad pública, la accesibilidad al transporte, la calidad del aire y del agua, la estabilidad política, la educación, la salud, el entorno natural, la vivienda y la gobernanza urbana. Las ciudades más habitables son aquellas que logran un equilibrio entre estos factores, incluso frente a desafíos globales como el cambio climático, las migraciones, las crisis económicas y las tensiones sociales.

No obstante, el informe de la EIU también destaca la volatilidad inherente al concepto de habitabilidad. Numerosas ciudades de Europa occidental, entre ellas Londres, Mánchester y Edimburgo, descendieron en el ranking de 2025, en gran parte debido a fenómenos sociales como disturbios civiles y el incremento de personas sin hogar, fenómenos que reflejan fracturas sociales y políticas. De igual manera, varias ciudades canadienses, incluyendo Toronto y Calgary, perdieron posiciones debido a una disminución en sus puntuaciones en el área de atención médica, lo que refleja los retos de sostenibilidad del sistema de salud en contextos de rápido crecimiento demográfico y presión sobre los servicios públicos. Aun así, es importante subrayar que todas las 21 ciudades norteamericanas evaluadas por la EIU mantienen altos niveles de habitabilidad, lo que habla de una resiliencia institucional significativa.

Un fenómeno relevante en el análisis de las ciudades más habitables es la capacidad de adaptación de las urbes a cambios en sus entornos políticos, económicos y sociales. En ese sentido, el informe resalta el notable avance de ciudades de Medio Oriente y el norte de África, particularmente aquellas situadas en Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que han mejorado sus índices de habitabilidad gracias a inversiones sustanciales en educación y salud, así como a políticas de modernización urbana y diversificación económica. Este progreso se enmarca en una estrategia regional orientada a reducir la dependencia del petróleo, fortalecer el capital humano y proyectar una imagen internacional moderna y eficiente.

Históricamente, Melbourne fue considerada la ciudad más habitable del mundo durante siete años consecutivos. Aunque descendió al octavo lugar en 2021 y al décimo en 2022, ha logrado mantenerse en el top 5 global durante los últimos tres años, lo que evidencia la consolidación de un modelo urbano integral. En el ranking actual, Sídney conserva una puntuación general de 96.6, ligeramente inferior al 97 de Melbourne. Ambas ciudades alcanzaron puntuaciones perfectas en educación y salud (100), y registraron valores elevados en estabilidad (95) e infraestructura (96.4). Melbourne se destacó por encima de Sídney en la categoría de cultura y medio ambiente (95.8 frente a 94.4), lo que puede atribuirse a su vibrante escena artística, sus espacios públicos verdes y una sólida política medioambiental.

Complementando este panorama, la marca internacional Monocle publicó poco después su propia encuesta anual de calidad de vida, que, aunque basada en criterios distintos a los de la EIU, ofrece una perspectiva relevante y complementaria. En su edición de 2025, París encabezó el ranking, impulsada por las inversiones relacionadas con los Juegos Olímpicos de 2024. Estas inversiones incluyeron mejoras sustanciales en vivienda, transporte, seguridad e infraestructura urbana. La gestión de la alcaldesa Anne Hidalgo fue ampliamente elogiada por su enfoque en una ciudad más limpia, verde y segura, sin renunciar a su identidad histórica y arquitectónica. Particularmente destacable es el desarrollo de una red de ciclovías que duplicó el número de ciclistas en solo un año, así como la creación de un sistema ferroviario rápido entre el aeropuerto de Orly y el distrito de Saint-Denis. La ciudad también ha comprometido la plantación de 170.000 árboles antes de 2026, como parte de su plan de bosque urbano.

Otro aspecto destacable de París es su política de vivienda social, orientada a preservar la mixité sociale, o mezcla social y económica, lo que permite a personas de bajos ingresos residir en zonas céntricas, favoreciendo la inclusión urbana y evitando procesos de gentrificación excluyentes. Esta visión contrasta con modelos urbanos donde el encarecimiento del suelo obliga a las clases trabajadoras a vivir en la periferia, generando desigualdades en el acceso a oportunidades y servicios.

En segunda posición en el ranking de Monocle se ubicó Madrid, ciudad que, además de contar con la esperanza de vida más alta de Europa (86.1 años), dispone de un sistema de salud público sólido y tecnológicamente avanzado. La Comunidad de Madrid combina una fuerte infraestructura pública con una alta cobertura de seguros privados (37.5 %), lo que ha permitido crear sinergias eficaces entre ambos sectores. La ciudad cuenta con once facultades de medicina, centros de investigación de vanguardia y servicios de atención primaria y emergencias altamente desarrollados, lo que la convierte en un modelo a seguir en términos de salud urbana.

El ranking de Monocle también reconoció a otras ciudades por sus cualidades específicas: Atenas por su vida nocturna, Barcelona por su ecologización urbana, Viena por su política de vivienda, Zúrich por su movilidad, Ciudad de México por su capacidad de convivencia social, Lisboa por la seguridad de sus calles, Tokio por su limpieza, y Tallin, la capital de Estonia, por su ecosistema de innovación y apoyo a start-ups.

Frente a estos ejemplos, las ciudades australianas tienen la oportunidad de aprender y adaptar políticas exitosas que les permitan mejorar aún más sus niveles de habitabilidad. En Lisboa, por ejemplo, la policía comunitaria ha demostrado ser una herramienta eficaz de prevención, al fomentar relaciones duraderas entre los agentes y los barrios, facilitando intervenciones tempranas en problemáticas como el consumo de drogas o la falta de vivienda mediante enfoques multidisciplinarios que combinan salud, servicios sociales y participación ciudadana.

Tokio, por su parte, se ha destacado por su obsesiva limpieza urbana, financiada por un presupuesto millonario en gestión de residuos, pese a carecer de papeleras públicas. La metrópolis japonesa demuestra cómo la responsabilidad cívica, la inversión pública y una sólida cultura del orden pueden hacer de la limpieza un rasgo identitario de una ciudad global.

En el contexto australiano, el borrador de la Política Urbana Nacional, publicado en mayo de 2024, describe una situación ambivalente. Si bien las principales ciudades experimentaron crecimiento demográfico, también enfrentan desafíos serios: cerca del 35 % de los hogares en alquiler dedican más del 30 % de sus ingresos al pago del alquiler, y existe una creciente brecha entre los servicios disponibles para quienes viven en zonas céntricas frente a los habitantes de las periferias urbanas. A través del presupuesto 2023–24, el gobierno federal comprometió recursos significativos para abordar estos retos, incluyendo $11.9 millones para establecer una Unidad de Ciudades y Suburbios, $150 millones para un Programa de Distritos Urbanos, y $200 millones para un Programa de Suburbios Prósperos. Estas iniciativas buscan apoyar la planificación urbana integrada, la inversión en infraestructura comunitaria y la elaboración de políticas basadas en datos y evidencias.

Un obstáculo persistente en la gobernanza urbana australiana es la fragmentación institucional. La estructura de gobierno de tres niveles (federal, estatal y local) dificulta la coordinación eficiente de proyectos urbanos, generando conflictos sobre financiación, competencias y prioridades. En respuesta, se han desarrollado modelos innovadores como el Growth Infrastructure Compact de Nueva Gales del Sur, que propone una visión compartida entre niveles de gobierno, definiendo líneas base de infraestructura y escenarios de crecimiento, con compromisos presupuestarios comunes.

Finalmente, un componente emergente en la mejora de la habitabilidad urbana australiana es el desarrollo de economías nocturnas (NTEs). Iniciativas que promueven la vida urbana más allá del horario laboral, como la flexibilización de licencias de alcohol, el apoyo a la música en vivo, la mejora del alumbrado público, el transporte nocturno, y la creación de mapas digitales urbanos, contribuyen a una ciudad más dinámica, segura y culturalmente rica. La clave está en equilibrar la vitalidad nocturna con el respeto por las zonas residenciales, la sostenibilidad ambiental y el bienestar colectivo, mediante un diálogo constante entre autoridades, ciudadanía y actores económicos.

En suma, la habitabilidad urbana es el resultado de un entramado complejo de políticas, inversiones, valores sociales y decisiones estratégicas. Las ciudades que lideran los rankings internacionales son aquellas que han sabido conjugar eficiencia administrativa, innovación social y sostenibilidad ecológica en beneficio de su población, enfrentando con audacia y responsabilidad los desafíos del presente y del futuro urbano.

Por David González

Ingeniero de telecomunicaciones, ha cursado un master en tecnologías para Smart Cities y es diplomado en administración de empresas. Actualmente dirige el Instituto IDHUS y coordina todos sus proyectos y actividades.

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