En un contexto de creciente reconfiguración geopolítica y económica global, Rusia ha intensificado su proyección en África mediante ambiciosas inversiones en infraestructura ferroviaria. A través de acuerdos estratégicos con países clave como Burkina Faso, Ghana, Sudáfrica y Libia, Moscú busca no solo fortalecer los lazos comerciales, sino también posicionarse como un actor relevante en la transformación logística del continente. Esta expansión forma parte de una visión más amplia que apunta a integrar África en nuevas rutas comerciales euroasiáticas, desafiando la hegemonía tradicional de Occidente

En el marco de su progresiva reorientación geopolítica y económica hacia el Sur Global, Rusia ha intensificado significativamente su presencia en el continente africano, con un nuevo foco en el desarrollo de infraestructuras estratégicas. Entre estas iniciativas, la expansión ferroviaria representa una de las apuestas más ambiciosas del Kremlin para consolidar su influencia en África, mejorar las conexiones comerciales y establecer corredores logísticos que refuercen su autonomía frente a los tradicionales centros de poder occidentales. En este contexto, los Ferrocarriles Rusos (RZD), la empresa estatal encargada del transporte ferroviario del país, han anunciado planes para desarrollar y modernizar infraestructuras ferroviarias en cuatro naciones africanas clave: Burkina Faso, Ghana, Sudáfrica y Libia.
Esta iniciativa se inscribe en un proceso más amplio de reposicionamiento estratégico ruso que busca contrarrestar el aislamiento promovido por Occidente a raíz de la guerra en Ucrania. Moscú ha apostado por fortalecer alianzas con países africanos, ofreciendo cooperación en sectores críticos como energía, defensa, agricultura, educación e infraestructura. El desarrollo ferroviario, en particular, cumple una función doble: por un lado, contribuye al crecimiento económico y a la integración regional de los países africanos mediante la mejora de la conectividad interna y transfronteriza; por otro, posiciona a Rusia como un socio técnico e industrial clave, desafiando la histórica dependencia de África respecto a potencias como Francia, Estados Unidos y China.
En palabras del primer subdirector general de RZD, Serguéi Pavlov, la cooperación con África en materia ferroviaria representa una oportunidad no solo para mejorar el transporte de mercancías y personas, sino también para conectar al continente con el Corredor Internacional de Transporte Norte–Sur (INSTC, por sus siglas en inglés), una ruta multimodal que une Rusia, el mar Caspio, Irán y la India. La extensión de este corredor hacia África permitiría crear una infraestructura logística alternativa a los tradicionales canales dominados por Occidente, como el Canal de Suez o las rutas atlánticas. Además, esto abriría nuevas posibilidades para el comercio eurasiático-africano, especialmente mediante el uso de puertos del Golfo Pérsico conectados con el norte y este del continente africano.
La elección de Burkina Faso, Ghana, Sudáfrica y Libia como socios prioritarios no es casual. Estos países ocupan posiciones geográficas y estratégicas fundamentales dentro del entramado africano. Sudáfrica, por ejemplo, es miembro del grupo BRICS y posee una economía más diversificada, además de contar con una infraestructura relativamente avanzada. Ghana y Burkina Faso, situados en África Occidental, se encuentran en una región rica en minerales y con alto potencial para convertirse en un nodo logístico si se invierte en infraestructura. Libia, aunque todavía inestable políticamente, ofrece un punto de entrada clave al norte de África y al Mediterráneo.
Rusia no es la única potencia interesada en el potencial ferroviario de África. China, a través de su iniciativa de la Franja y la Ruta, ha financiado múltiples proyectos ferroviarios, como la línea Addis Abeba–Yibuti o el ferrocarril Mombasa–Naivasha en Kenia. Sin embargo, la entrada de Rusia puede diversificar la oferta de cooperación técnica, evitando que el continente se convierta en rehén de una nueva dependencia unilateral. A su vez, el aumento de la competencia entre actores externos podría ofrecer condiciones más ventajosas a los países africanos, siempre y cuando mantengan un equilibrio estratégico en sus alianzas.
Desde una perspectiva geoeconómica, la modernización de las redes ferroviarias africanas es esencial para permitir la industrialización, reducir los costes de transporte, facilitar la integración de mercados internos y aumentar el valor agregado de las exportaciones. Actualmente, muchas economías africanas exportan materias primas sin procesar debido, en parte, a la falta de infraestructura que permita procesarlas localmente y transportarlas de manera eficiente. El desarrollo ferroviario permitiría transportar grandes volúmenes de productos como minerales, petróleo, gas y productos agrícolas a menor coste y de forma más sostenible, lo que podría catalizar procesos de transformación estructural en varias regiones del continente.
Desde el punto de vista geopolítico, la expansión rusa en África a través de los ferrocarriles tiene implicaciones importantes. Refuerza la multipolaridad global al erosionar la hegemonía occidental en África, fortalece la posición de Moscú en foros multilaterales como la ONU y los BRICS, y le permite construir una red de aliados que podrían servir de apoyo diplomático frente a sanciones internacionales. Además, al vincular las redes ferroviarias africanas con corredores comerciales alternativos, Rusia contribuye a la creación de una arquitectura global de comercio y transporte más descentralizada.
Por otra parte, el éxito de estas iniciativas dependerá en gran medida de la estabilidad política de los países involucrados, de la capacidad institucional para gestionar proyectos de gran escala, y de la coordinación regional entre los Estados africanos. La historia reciente muestra que muchos proyectos ferroviarios en África han fracasado por falta de financiación sostenible, corrupción o conflictos armados. Por ello, la propuesta rusa deberá ir acompañada de mecanismos de gobernanza sólidos, transferencia tecnológica y programas de formación de capital humano local para garantizar su viabilidad a largo plazo.
En definitiva, el impulso ferroviario de Rusia en África no debe entenderse como una simple operación comercial, sino como parte de una estrategia geoeconómica más amplia que busca reconfigurar las alianzas globales, diversificar rutas comerciales y consolidar nuevas esferas de influencia en un mundo cada vez más multipolar. Si se implementa de manera efectiva, esta iniciativa no solo reforzará la presencia de Moscú en el continente africano, sino que también podría contribuir al desarrollo económico sostenible y a la integración regional de África, al tiempo que modifica las dinámicas tradicionales de poder en el sistema internacional.