La agricultura en azoteas como vía para la resiliencia urbana en Dhaka

En un contexto de urbanización acelerada y crisis climática, las ciudades del sur global enfrentan desafíos crecientes en materia de sostenibilidad, seguridad alimentaria y habitabilidad. Dhaka, capital de Bangladés, ilustra con claridad esta tensión: densamente poblada y carente de espacios verdes, la ciudad encuentra en sus azoteas una posibilidad desaprovechada para cultivar alimentos, enfriar el entorno urbano y mejorar la calidad de vida. Analizamos el potencial de la agricultura en azoteas como estrategia de resiliencia urbana y las barreras legales que impiden su consolidación como política pública efectiva

Jardines y plantaciones de terraza en Dhaka. Foto: bdnews24

En el contexto de un mundo cada vez más urbanizado y expuesto a múltiples crisis simultáneas —climática, alimentaria, ecológica y social— las ciudades se ven obligadas a repensar sus modelos de desarrollo y a reconfigurar su relación con la naturaleza. En este escenario, la agricultura urbana ha adquirido un papel estratégico como herramienta de adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático, además de contribuir a la seguridad alimentaria y al bienestar urbano. En Dhaka, capital de Bangladés y una de las ciudades más densamente pobladas del planeta, la agricultura en azoteas ha emergido como una alternativa viable, resiliente y multifuncional. No obstante, su potencial sigue siendo dramáticamente desaprovechado debido a la falta de integración dentro del marco normativo y legal del país.

En una metrópoli que enfrenta graves limitaciones de espacio, infraestructura verde escasa y una población que sobrepasa los 23 millones de habitantes en su área metropolitana, las azoteas representan uno de los últimos espacios disponibles para intervenir el paisaje urbano. Con más del 70 % del suelo urbano ocupado por edificaciones, los techos planos de hormigón se han convertido en el recurso espacial más subutilizado y, al mismo tiempo, el más prometedor. En muchas viviendas, estos espacios ya han sido informalmente transformados en pequeños huertos urbanos, donde se cultivan hortalizas, frutas, hierbas medicinales e incluso flores, todo sin la utilización de pesticidas ni productos químicos. Más allá de una actividad de subsistencia o recreativa, la agricultura en azoteas ofrece beneficios múltiples: mejora la calidad del aire, regula las temperaturas mediante la mitigación de las islas de calor urbanas, contribuye a la gestión del agua de lluvia y fomenta el bienestar psicosocial de los ciudadanos.

Este fenómeno ha recibido cierto reconocimiento por parte del Estado. La Política Nacional de Agricultura de 2018 incluye explícitamente la agricultura en azoteas dentro de la categoría de “Agricultura Especializada”, alentando a los ciudadanos a utilizar sus techos para la producción agrícola y recomendando incentivos para la investigación y el desarrollo en esta área. Algunas autoridades locales, como la Corporación de la Ciudad de Dhaka Norte (DNCC), han implementado incentivos económicos concretos, como una rebaja del 10 % en los impuestos municipales para quienes mantengan jardines productivos en sus techos. Sin embargo, estas iniciativas aisladas carecen de un marco jurídico sólido que garantice su viabilidad, escalabilidad y sostenibilidad a largo plazo.

El problema principal radica en la ausencia de regulación dentro de los instrumentos jurídicos clave del país. El Código Nacional de Edificación de Bangladés (BNBC 2020), que establece las directrices para el diseño, planificación y construcción de edificaciones en el país, omite toda mención a la infraestructura verde, a la agricultura urbana o a la necesidad de incorporar espacios ecológicos en los nuevos desarrollos urbanos. A diferencia de ciudades como París, donde las normativas locales obligan a instalar techos verdes o paneles solares en nuevas edificaciones, o de Singapur, cuyo sistema de bonificación del Índice de Parcela Verde (Green Plot Ratio) ha incentivado masivamente la incorporación de vegetación en altura, Bangladés no cuenta con mecanismos normativos que vinculen la agricultura en azoteas a las políticas de uso del suelo ni a la planificación urbana sostenible.

Esta omisión tiene consecuencias directas en la operacionalización de la agricultura urbana. Al no existir normas de zonificación específicas, ni exigencias mínimas de incorporación de infraestructura agrícola o ecológica en edificios, las azoteas continúan siendo tratadas como espacios residuales, desprovistos de valor funcional. Más aún, no existe regulación que defina criterios de seguridad estructural, uso del agua o gestión de residuos para actividades agrícolas en altura, lo que limita su expansión a gran escala y pone en riesgo su aceptación institucional.

Además, la Ley de Seguridad Alimentaria de 2013, diseñada con un enfoque centrado en la agroindustria y la producción masiva, no contempla la producción agrícola urbana como una categoría diferenciada. Los productos cultivados en azoteas no cuentan con ningún estatus legal específico, y por tanto no pueden ser comercializados formalmente ni integrados a cadenas de distribución oficiales, aunque ofrezcan alimentos frescos, libres de agroquímicos y producidos localmente. Esta desconexión entre las políticas agrícolas y las leyes alimentarias impide que se reconozcan los beneficios diferenciados de los cultivos urbanos y obstaculiza la consolidación de microeconomías circulares basadas en el consumo de proximidad.

La paradoja se profundiza al observar el contraste con los avances en materia de agricultura digital en el país. Bangladés ha desarrollado herramientas innovadoras como Krishoker Janala y Balainashok Shohayika, plataformas digitales que ofrecen información en tiempo real sobre enfermedades agrícolas, prácticas sostenibles y pronósticos meteorológicos, destinadas principalmente a agricultores rurales. Sin embargo, estas iniciativas no han sido adaptadas a las realidades urbanas. La Política Nacional de TIC de 2018 omite cualquier referencia a la agricultura en azoteas, y no existen plataformas de e-commerce ni servicios de extensión agrícola orientados a este sector. Esta exclusión de los agricultores urbanos del ecosistema digital refuerza su marginalidad institucional y limita las posibilidades de innovación y escalamiento.

Por otro lado, el valor ecológico de la agricultura urbana tampoco ha sido reconocido jurídicamente. La Ley de Conservación del Medio Ambiente (1995) y sus Reglamentos actualizados de 2023, a pesar de ser las herramientas fundamentales de gobernanza ambiental del país, no incluyen disposición alguna que reconozca a la agricultura en azoteas como una práctica sostenible o “actividad verde”. Esto implica que quienes cultivan en azoteas pueden verse sujetos a requerimientos desproporcionados, como la obtención de Certificados de Autorización Ambiental (ECC), que no consideran el bajo impacto de esta forma de cultivo. Sin un reconocimiento normativo claro, tampoco es posible asignar incentivos, subsidios ni programas de promoción ambiental a esta práctica, lo que contrasta con políticas de otras ciudades del mundo como Nueva York, donde el Programa de Deducción Fiscal para Techos Verdes recompensa a los propietarios que convierten sus tejados en jardines ecológicos.

A pesar de la fragmentación institucional, Bangladés ya posee varios elementos que podrían constituir los cimientos de un marco visionario de desarrollo urbano sostenible. Lo que se requiere con urgencia es una reforma legal articulada y transversal, que permita convertir la visión en realidad. El Código Nacional de Edificación debe ser enmendado para incluir requisitos de diseño verde y contemplar espacios de cultivo en las azoteas. La Ley de Seguridad Alimentaria debe crear un sistema escalonado de registro, certificación e inspección que permita a los agricultores urbanos comercializar sus productos con garantías legales. Las políticas de TIC deben incluir a los agricultores urbanos como usuarios legítimos de tecnología agrícola, creando herramientas adaptadas a su contexto urbano. Y, sobre todo, las Reglas de Conservación Ambiental deben identificar explícitamente la agricultura en azoteas como una práctica ecológica reconocida y protegida.

La agricultura en azoteas no debe verse como una moda o solución temporal, sino como una estrategia estructural de adaptación urbana. En ciudades densas, vulnerables y expuestas como Dhaka, donde el espacio es escaso y los desafíos ambientales son acuciantes, cada metro cuadrado de azotea representa una oportunidad para sembrar sostenibilidad, justicia alimentaria y resiliencia climática. La producción agrícola en las alturas redefine los límites entre lo urbano y lo rural, lo público y lo privado, lo productivo y lo estético. Pero para que esta visión se materialice, es imprescindible que el marco legal deje de ser un freno y se convierta en un motor de transformación.


Por Instituto IDHUS

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