Inteligencia Artificial y Futuro de Mongolia: Claves para un Desarrollo Humano Soberano en la Nueva Era Geotecnológica

En un mundo marcado por transformaciones tecnológicas vertiginosas, la Inteligencia Artificial (IA) se posiciona como un factor decisivo en la redefinición del desarrollo humano y el equilibrio de poder global. Mongolia, ubicada en una encrucijada geopolítica estratégica, enfrenta el desafío de integrar esta tecnología no solo como herramienta de modernización, sino como motor de inclusión, resiliencia y soberanía

¿Podrá aprovechar Mongolia el potencial de la IA para su desarrollo como país?. Foto: Maciej Htadki

La historia de la humanidad ha estado marcada por hitos tecnológicos que han redefinido el progreso, desde la invención de la rueda hasta la expansión global de internet. Hoy, la humanidad se encuentra al umbral de una nueva revolución que, por su velocidad, complejidad y capacidad de transformación, supera ampliamente cualquier otro cambio tecnológico anterior: la era de la Inteligencia Artificial (IA). Esta tecnología disruptiva no solo redefine la manera en que trabajamos, aprendemos y nos relacionamos, sino que también está alterando las bases estructurales de las economías, las sociedades y los equilibrios de poder globales. No obstante, este proceso, lejos de ser un camino predeterminado, constituye una encrucijada crítica donde las decisiones políticas, éticas y estratégicas determinarán si la IA será una fuerza que amplíe las brechas existentes o una palanca para un desarrollo más justo y sostenible.

El Informe sobre Desarrollo Humano 2025 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), titulado Una cuestión de elección: las personas y las posibilidades en la era de la IA, hace un llamado urgente frente al estancamiento del desarrollo humano global. Según el informe, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ha registrado el menor crecimiento de los últimos 35 años. Al mismo tiempo, las desigualdades estructurales entre países ricos y pobres se amplifican, poniendo en riesgo décadas de avances en derechos sociales, bienestar, salud y educación. A tan solo cinco años de la meta trazada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, el informe advierte que sin una acción decidida e innovadora, el mundo corre el riesgo de retroceder en vez de avanzar.

En este panorama desafiante, la IA emerge como una herramienta ambivalente: puede convertirse en un multiplicador de capacidades humanas y un catalizador de bienestar colectivo, pero también puede consolidar modelos de desarrollo excluyentes, concentrar el poder económico en pocas manos y generar nuevas formas de dependencia tecnológica. El verdadero desafío, por tanto, radica en cómo las sociedades, especialmente las que aún se encuentran en proceso de consolidación institucional y económica, como Mongolia, logran articular un uso estratégico de la IA que esté orientado a las necesidades humanas, y no exclusivamente al beneficio del mercado.

Mongolia y el reto del desarrollo en la era de la inteligencia artificial

Mongolia, una nación caracterizada por su vasto territorio, su tradición nómada y su creciente integración al sistema económico global, se encuentra en una coyuntura decisiva para definir su rumbo en el siglo XXI. Desde 1990, el país ha registrado un aumento del 26 % en su IDH, lo que lo posiciona entre los países de desarrollo humano alto. Sin embargo, este crecimiento es insuficiente en comparación con otras regiones del Asia-Pacífico, donde las economías han crecido entre un 50 % y un 70 % en el mismo período. Mongolia aún no ha logrado situarse en la categoría de desarrollo humano muy alto, y su estructura productiva sigue dependiendo en gran medida de la extracción de recursos minerales, un sector volátil y vulnerable a las fluctuaciones de los mercados internacionales.

La incorporación de la IA en los procesos de planificación nacional, políticas públicas e iniciativas educativas y sanitarias podría representar un punto de inflexión para Mongolia. La implementación de programas como Digital Nation y el Plan Conjunto para el Fortalecimiento de Competencias Digitales Universales, así como el desarrollo en curso de una estrategia nacional de IA y Big Data, reflejan una creciente conciencia gubernamental sobre la necesidad de alinear el desarrollo digital con las metas sociales. A través de un diagnóstico elaborado con el apoyo del PNUD —la Evaluación del Panorama de la IA y el Ejercicio de Prospectiva— Mongolia ha sido clasificada en una etapa de “sistematización” con un puntaje de preparación de 3.0 sobre 5. Esto indica que las bases institucionales para una economía digital están en proceso de construcción, pero aún son frágiles y requieren consolidación.

Entre los principales desafíos se identifican la falta de capacidades técnicas entre los funcionarios públicos, las brechas de acceso a infraestructura en áreas rurales —donde vive casi un tercio de la población— y la ausencia de marcos regulatorios claros que garanticen un uso ético, seguro y transparente de la IA. Estas limitaciones no solo restringen la posibilidad de aprovechar plenamente los beneficios de la tecnología, sino que también exponen al país a los riesgos de una adopción no regulada, que podría replicar o incluso agravar las desigualdades existentes.

La IA como herramienta de transformación estructural

Más allá de los desafíos internos, Mongolia debe situar su estrategia de IA en un contexto más amplio de transformaciones geoeconómicas y geopolíticas. La irrupción de la IA está reconfigurando los patrones tradicionales de poder, producción y comercio. Mientras las economías avanzadas, como Estados Unidos, China y la Unión Europea, invierten miles de millones en investigación y control de infraestructura crítica (como semiconductores, redes 5G y centros de datos), los países de ingresos medios y bajos enfrentan el riesgo de quedar atrapados en una nueva forma de dependencia tecnológica. La concentración de talento, propiedad intelectual y plataformas digitales en un puñado de actores globales puede reforzar una asimetría estructural similar a la que existía en la era colonial con respecto a los recursos naturales.

En este sentido, Mongolia debe evitar quedar relegada a una posición de consumidor pasivo de tecnologías extranjeras y trabajar activamente por construir capacidades propias, fomentando la formación de especialistas en ciencia de datos, ingeniería de sistemas y ética tecnológica. Para ello, resulta indispensable modernizar el sistema educativo, incluyendo contenidos de IA y alfabetización digital desde la educación secundaria, como ya lo ha comenzado a hacer Vietnam, que ha integrado la IA en su currículo nacional.

Del mismo modo, Mongolia debe diversificar su matriz energética para hacer frente al incremento en la demanda eléctrica asociado al uso intensivo de IA. Se estima que el consumo energético global de los centros de datos crecerá un 160 % para 2030, lo cual representa un desafío especialmente urgente en un país que todavía depende en gran parte del carbón y no ha explotado plenamente su potencial en energías renovables como la solar y la eólica.

La IA y las nuevas dinámicas del poder global

Cualquier análisis sobre el futuro de la IA debe incorporar su dimensión geopolítica. La competencia entre potencias tecnológicas por el control de los estándares, las infraestructuras críticas y las cadenas de suministro de IA —como el litio, los microchips o los modelos de lenguaje— está configurando una nueva geopolítica de la inteligencia artificial. En este nuevo tablero, Mongolia puede desempeñar un papel estratégico, no solo como proveedor de materias primas críticas, sino como país bisagra entre Asia Central, Rusia y China. Su ubicación geográfica le otorga un valor geoeconómico que debe ser gestionado con visión soberana y estratégica.

El desafío, por tanto, no es meramente tecnológico, sino político y civilizatorio. Se trata de definir qué tipo de sociedad queremos construir y cómo utilizamos la IA para avanzar hacia esa visión. Como advierte el PNUD, el futuro no está escrito en código. Está determinado por las decisiones éticas, las estructuras institucionales y los liderazgos que lo impulsan.

En síntesis, Mongolia tiene la oportunidad de dar forma a un modelo de desarrollo que combine su herencia cultural con las posibilidades de la tecnología. Para lograrlo, deberá ejercer una gobernanza visionaria, participativa y orientada al bienestar de su población. La IA no es un destino, es una herramienta. Y como toda herramienta, su valor dependerá del uso que se le dé. Elegir bien es, en última instancia, la decisión más trascendental.

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