India reconfigura su flanco oriental: El corredor Shillong-Sittwe como eje estratégico frente a la inestabilidad regional

La India está redibujando su mapa estratégico en silencio pero con determinación. En el corazón de esta transformación se encuentra el ambicioso corredor Shillong-Silchar-Sittwe-Kolkata, una infraestructura clave que busca integrar el Noreste del país con rutas marítimas hacia el Sudeste Asiático. Este proyecto no solo promete dinamizar una región históricamente marginada, sino que también responde a los crecientes desafíos geopolíticos en su vecindario inmediato. En un contexto de tensiones regionales e inestabilidad política en Bangladés y Myanmar, Nueva Delhi apuesta por una nueva arquitectura de conectividad como instrumento de soberanía, desarrollo y proyección global

Corredor Shillong-Silchar-Sittwe-Kolkata. Foto: Ne Now News

En los últimos años, la política exterior de la India ha experimentado una transformación significativa bajo el liderazgo del primer ministro Narendra Modi. Esta transformación ha estado caracterizada por una combinación de afirmación estratégica, diversificación de alianzas y un enfoque particular en el fortalecimiento del flanco oriental del país. Dentro de este marco, la región del Noreste indio —históricamente marginada, geográficamente aislada y políticamente sensible— ha adquirido un papel cada vez más relevante en la visión geoeconómica de la India del siglo XXI. Uno de los proyectos más emblemáticos de esta estrategia es el corredor Shillong-Silchar-Sittwe-Kolkata, una ambiciosa infraestructura de transporte multimodal que aspira a redefinir no solo la conectividad interna de la India, sino su posición estratégica en el sur y sureste de Asia. Este proyecto, aún en desarrollo, encierra implicaciones profundas en términos de soberanía, seguridad nacional, relaciones vecinales y posicionamiento internacional.

La región del Noreste, compuesta por ocho estados con una superficie conjunta de aproximadamente 262.000 km² y una población cercana a los 50 millones de habitantes, ha sido durante décadas un territorio periférico tanto en términos económicos como políticos. Su conectividad con el resto del país se ha basado casi exclusivamente en el estrecho Corredor de Siliguri —el llamado “Cuello de Pollo” de apenas 22 kilómetros de ancho que conecta al Noreste con el resto de la India continental— lo cual representa una vulnerabilidad geoestratégica crítica. Este cuello de botella ha sido reiteradamente identificado por analistas militares y geopolíticos como un punto débil que podría ser fácilmente bloqueado en caso de conflicto, especialmente ante la creciente presencia militar de China en la región del Tíbet y su proyección estratégica hacia el sur de Asia.

En este contexto, la necesidad de diversificar rutas de acceso y fortalecer las conexiones internas y externas del Noreste se vuelve apremiante. El corredor Shillong-Silchar-Sittwe-Kolkata es una de las respuestas más concretas a este desafío. Se trata de un eje vial y marítimo que conectará las tierras altas de Meghalaya con el Valle de Barak en Assam, para luego proyectarse hacia el puerto de Sittwe, en el estado de Rakhine en Myanmar, y finalmente enlazarse con la ciudad portuaria de Kolkata, en el este de la India. Esta infraestructura permitirá reducir la dependencia del corredor de Siliguri, al mismo tiempo que abrirá una salida al mar para estados como Mizoram, Tripura y Nagaland, históricamente encerrados por la geografía.

La importancia de esta iniciativa se magnifica cuando se inscribe dentro de una visión más amplia de reconfiguración geoeconómica. El Noreste indio, a pesar de sus limitaciones estructurales, posee un enorme potencial en sectores como la agricultura, la horticultura, la silvicultura, las farmacéuticas y el turismo ecológico. El nuevo corredor podría permitir la creación de centros logísticos en Silchar y otras localidades, facilitando la integración de esta región al comercio regional y global a través de rutas marítimas que enlazan con el Sudeste Asiático y, eventualmente, con el Pacífico. Además, el corredor complementa otros proyectos como el Trilateral Highway India-Myanmar-Tailandia, que busca conectar Nueva Delhi con Bangkok vía Mandalay, y el Proyecto Kaladan, que ya contempla un enlace fluvial y terrestre entre Mizoram y el puerto de Sittwe.

No obstante, el impulso de esta iniciativa no puede comprenderse únicamente desde una lógica de desarrollo interno. La política exterior de la India bajo Modi ha apostado firmemente por una estrategia de “primero los vecinos” (Neighbourhood First), que combina diplomacia económica, infraestructuras estratégicas y presencia militar discreta. Desde 2014, Modi ha priorizado la integración del Noreste con sus vecinos inmediatos, en particular Bangladés y Myanmar, como un modo de insertar a la India más profundamente en las dinámicas del Indo-Pacífico. Sin embargo, los recientes cambios políticos en Bangladés han alterado esta estrategia. La salida del poder de Sheikh Hasina, históricamente aliada de la India, y la llegada de un gobierno interino liderado por Muhammad Yunus —cercano a intereses chinos y respaldado por coaliciones islamistas— ha generado una considerable incertidumbre en Nueva Delhi. La suspensión de los acuerdos de tránsito bilaterales con India y el aumento de la presencia paramilitar en las fronteras norteñas de Bangladés han sido interpretados como gestos hostiles, acompañados por informes de cooperación entre Pekín y Daca en materia de vigilancia fronteriza y logística dual.

En este escenario, el corredor Shillong-Silchar-Sittwe-Kolkata funciona como un “desvío soberano”, una alternativa estratégica que le permite a India reducir su dependencia de Bangladés y fortalecer su autonomía operativa. Myanmar, a pesar de su propia inestabilidad interna tras el golpe militar de 2021, se ha convertido en un punto de apoyo esencial en la proyección oriental de la India. La implicación india en proyectos como el puerto de Sittwe no debe verse como simple inversión en infraestructura, sino como una apuesta geopolítica de largo plazo. A diferencia de la estrategia agresiva y financieramente expansiva de China, que ha promovido iniciativas como el Corredor Económico China-Myanmar y la expansión del puerto de Kyaukpyu como extensión del Cinturón y Ruta de la Seda, la India ha adoptado un enfoque más discreto pero igualmente estratégico. Según declaraciones del exsecretario de exteriores Harsh Vardhan Shringla, estas inversiones deben entenderse como “depósitos de confianza estratégica”, orientados a crear interdependencias positivas con los países del vecindario.

Paralelamente, el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha reconfigurado nuevamente el tablero regional. La relación Trump-Modi se caracteriza por una visión compartida de contención del expansionismo chino y una preferencia por relaciones bilaterales transaccionales. Bajo este nuevo alineamiento, Washington ha ofrecido un respaldo tácito a las estrategias de la India en el Noreste y ha manifestado su interés en apoyar la infraestructura marítima del corredor vía marcos como el QUAD y el Indo-Pacific Economic Framework for Prosperity (IPEF). El interés estadounidense en fortalecer su presencia en la Bahía de Bengala —una zona hasta hace poco considerada marginal en el esquema Indo-Pacífico— se ha intensificado, incluyendo propuestas para reactivar una Carta de la Bahía de Bengala liderada por India.

Sin embargo, el éxito de esta iniciativa dependerá en gran medida de factores internos. La ejecución técnica y financiera del corredor se enfrenta a múltiples desafíos: la lentitud en los procesos de adquisición de tierras, los delicados equilibrios ecológicos de la región, la falta de zonas industriales, la escasa infraestructura financiera y la ausencia de una fuerza laboral capacitada. Además, los riesgos de seguridad no son menores. Muchas zonas del trayecto están afectadas por insurgencias étnicas, presencia de grupos armados y frecuentes deslizamientos de tierra durante el monzón. La construcción y mantenimiento del corredor exigirá no solo inversiones materiales, sino también un ecosistema de gobernanza sofisticado, con vigilancia permanente, infraestructura digital y capacidad de respuesta rápida a emergencias.

En definitiva, el corredor Shillong-Silchar-Sittwe-Kolkata representa mucho más que un proyecto de infraestructura: es una manifestación concreta del cambio de paradigma geoestratégico de la India. Es el intento de transformar una región periférica en un eje logístico regional, de convertir la vulnerabilidad en fortaleza, y de proyectar una imagen de autosuficiencia estratégica en un entorno vecinal volátil. Si bien su éxito está lejos de estar garantizado, el simple hecho de su concepción y ejecución incipiente señala una maduración en la manera en que India concibe su rol en Asia. Es también una advertencia clara a sus vecinos y competidores: la India no esperará cooperación pasiva, sino que está dispuesta a construir alternativas propias, tanto por tierra como por mar. Esta lógica de “autosuficiencia conectada”, orientada al Noreste y al Indo-Pacífico, podría redefinir las dinámicas geopolíticas y económicas del sur de Asia en las próximas décadas.

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