Etteln: La aldea que redefine el concepto de ciudad inteligente

En un contexto global donde las ciudades inteligentes suelen asociarse con grandes urbes hipertecnologizadas, el caso de Etteln, una pequeña aldea alemana, redefine profundamente este concepto. Lejos de depender de inversiones masivas o estructuras urbanas complejas, Etteln ha construido su transformación digital desde la acción comunitaria, la sostenibilidad y la participación ciudadana

 

El pueblo de Etteln – Foto: Fiware

En pleno corazón de Renania del Norte-Westfalia, una de las regiones más industrializadas y densamente pobladas de Alemania, se encuentra Etteln, una pequeña aldea de apenas 1.750 habitantes que ha logrado una hazaña aparentemente improbable: ser reconocida internacionalmente como la ciudad más inteligente del mundo. Este galardón, otorgado por el Concurso de Ciudades Inteligentes del IEEE, no recayó en alguna metrópolis tecnológicamente avanzada del sudeste asiático o de Norteamérica, como Singapur, Tokio o Nueva York, sino en una comunidad rural que ha sabido convertir sus limitaciones geográficas y demográficas en catalizadores de innovación, cohesión social y resiliencia tecnológica.

La historia de Etteln no es un simple relato de digitalización, sino un testimonio del poder transformador de la participación ciudadana, la gobernanza local proactiva y la solidaridad comunitaria. A diferencia de las iniciativas de ciudades inteligentes impulsadas desde grandes centros de poder económico, financiero o político, donde las infraestructuras tecnológicas son frecuentemente el resultado de inversiones masivas de empresas privadas o gobiernos centrales, el caso de Etteln representa un modelo ascendente y orgánico de transformación digital. Su evolución tecnológica no ha sido fruto del capital, sino de la voluntad colectiva.

El punto de inflexión ocurrió en 2012, cuando la escuela primaria del pueblo fue amenazada con el cierre debido a la baja matrícula. Para muchas comunidades rurales en Europa, este tipo de cierres suele marcar el inicio del declive irreversible: pérdida de familias jóvenes, envejecimiento demográfico, reducción de servicios públicos y marginación socioeconómica. Sin embargo, en Etteln, la amenaza se convirtió en una chispa de movilización. Nació así Etteln Aktiv, una asociación ciudadana que no solo logró mantener abierta la escuela, sino que sentó las bases de un nuevo ethos de participación cívica, del que surgirían sucesivos proyectos de innovación con un fuerte componente social.

Este espíritu de autogestión alcanzó una de sus manifestaciones más notables durante la pandemia de COVID-19. Mientras se desplegaba la red de fibra óptica en la región, se excluyeron 55 hogares periféricos por consideraciones presupuestarias. Aunque el 90 % de la inversión podía haber sido cubierta por fondos federales, el municipio no asumió el restante 10 %, dejando a esas familias al margen de la conectividad digital. Ante ello, los propios vecinos organizaron un proyecto de instalación comunitaria. 65 voluntarios —entre ellos agricultores, clubes sociales y miembros de la iglesia local— participaron en las obras de instalación, empleando herramientas propias, tiempo libre y vehículos agrícolas. En total, se invirtieron 3.500 horas de trabajo voluntario y un presupuesto de solo 100.000 euros, reunido mediante donaciones y fondos locales. El resultado fue una red de fibra óptica que cubre la totalidad del territorio, sin exclusiones ni desigualdades, convirtiéndose en un ejemplo paradigmático de justicia digital y equidad en el acceso a la tecnología.

En la actualidad, todos los hogares y explotaciones agrícolas de Etteln disponen de acceso a internet de alta velocidad. Esta infraestructura ha sido la base sobre la cual se han desarrollado otras aplicaciones que han potenciado no solo la conectividad, sino la cohesión social, la sostenibilidad medioambiental y la resiliencia sanitaria. Uno de los pilares de esta transformación ha sido el uso de Crossiety, una aplicación suiza que funciona como un ayuntamiento digital. Lejos de reemplazar los espacios presenciales de interacción, ha servido para complementar y fortalecer los lazos comunitarios, permitiendo una comunicación más ágil, transparente y democrática entre los vecinos y las autoridades locales. A través de esta plataforma, los ciudadanos publican anuncios, organizan eventos, solicitan ayuda o comparten recursos. Es un ejemplo de cómo las tecnologías digitales pueden ser herramientas para revitalizar la vida comunal, no para aislar a los individuos.

Además, se han instalado pantallas táctiles públicas para garantizar el acceso a la información a quienes no utilizan dispositivos móviles. Una de estas iniciativas, el “Mitfahrbank” o “banco de viaje compartido”, permite coordinar viajes entre vecinos de forma eficiente. En paralelo, se creó el EttCar, un vehículo eléctrico compartido que puede reservarse gratuitamente mediante una aplicación. Este coche, que ha sido utilizado más de 2.000 veces y ha recorrido más de 100.000 kilómetros, es propiedad del municipio pero gestionado por los propios ciudadanos, quienes se registran con nombre e identificación, garantizando así un uso responsable del recurso. Se trata de una aproximación innovadora a la movilidad sostenible y colaborativa en entornos rurales, tradicionalmente desatendidos en políticas de transporte público.

En el ámbito de la gobernanza de datos y la planificación urbana inteligente, Etteln ha desarrollado un gemelo digital tridimensional del pueblo, alimentado por una red de sensores conectados mediante tecnología LoRaWAN. Este modelo digital proporciona información ambiental en tiempo real —como niveles de lluvia, temperatura o saturación de contenedores de reciclaje— y permite visualizar el tránsito peatonal y ciclista, todo ello sin vulnerar la privacidad individual. Gracias a esta herramienta, Etteln ha implementado sistemas avanzados de prevención y gestión de riesgos climáticos, como el proyecto Waterverse, basado en herramientas de código abierto proporcionadas por la Fundación FIWARE, cofundada por el propio Ahle, actual administrador municipal del pueblo y figura clave en su transformación.

El modelo 3D ha demostrado ser una herramienta predictiva de gran valor, como lo demuestra su uso en la planificación territorial. En un caso concreto, el modelo reveló que cinco nuevos terrenos destinados a vivienda quedarían dos metros bajo el agua en un escenario de inundación extrema. Esta información permitió al municipio detener el desarrollo urbanístico en una zona de alto riesgo, aplicando el principio de precaución basado en evidencia científica, algo pocas veces accesible a pequeñas comunidades rurales.

Asimismo, el municipio ha apostado por soluciones de telemedicina comunitaria, dotando a ciudadanos capacitados con dispositivos para realizar pruebas médicas básicas —como medición de la presión arterial o la saturación de oxígeno— en los propios hogares de pacientes. Estos datos son transmitidos en tiempo real a los médicos de cabecera, que realizan diagnósticos mediante videollamadas. Este enfoque híbrido ha mejorado significativamente el acceso a la atención sanitaria en zonas rurales, donde la escasez de profesionales médicos es una problemática creciente.

No menos significativa ha sido la gestión del cambio social ante proyectos potencialmente conflictivos. La instalación de 26 aerogeneradores en las cercanías del pueblo alteró drásticamente el paisaje, generando debate entre los residentes. Sin embargo, el conflicto fue abordado mediante una estrategia de integración social: se ofreció una tarifa eléctrica un 30 % más barata a los residentes de Etteln. Además, el hecho de que la energía eólica formara parte del entorno desde 1995 y de que las nuevas generaciones hayan crecido viéndola como parte natural del paisaje, contribuyó a una aceptación progresiva del cambio. Se trata de un ejemplo de cómo la transición energética puede gestionarse democráticamente, siempre que exista transparencia, inclusión y beneficios compartidos.

El motor de esta transformación ha sido Ulrich Ahle, ingeniero de formación, alto ejecutivo en el sector digital alemán y, sobre todo, ciudadano comprometido con su comunidad. Ahle no solo ha liderado desde el conocimiento técnico, sino que ha promovido un liderazgo horizontal y participativo, organizando talleres ciudadanos desde 2017 para co-crear la visión futura del pueblo. Bajo su dirección voluntaria, Etteln ha pasado de ser considerada “demasiado lejos de la ciudad” a ser un referente global de innovación rural.

Hoy, más de 500 ciudades en el mundo han adoptado tecnologías desarrolladas por la Fundación FIWARE, siguiendo el ejemplo de Etteln. El modelo es replicable: infraestructura mínima, gobernanza abierta, inclusión digital y capital social fuerte. Esta pequeña aldea alemana ha demostrado que una ciudad inteligente no se define por el número de habitantes ni por la magnitud de su presupuesto, sino por su capacidad de pensar en colectivo, actuar con visión y construir futuro desde la base.

Desde la periferia rural de Europa, Etteln ofrece una nueva matriz conceptual para la ciudad inteligente del siglo XXI: una que no se centra únicamente en la conectividad digital, sino en la conexión humana, la resiliencia comunitaria y la sostenibilidad real. En un contexto global marcado por crisis climáticas, desigualdades tecnológicas y desconfianza institucional, Etteln no solo es un caso de éxito, sino un faro de posibilidades.


Por Instituto IDHUS

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