El Sahel: la nueva base territorial del terrorismo mundial

El Sahel: la nueva base territorial del terrorismo mundial

Como demostró la muerte de los soldados franceses, el Sahel es una zona activa para el terrorismo global. Con sus grupos étnicos entrelazados y sus intereses divergentes, las soluciones a los problemas de la región sólo pueden encontrarse a escala internacional.

Roudani Cherkaoui

La franja sahelo-sahariana es una de las regiones del mundo que sigue experimentando convulsiones sin precedentes en materia de seguridad. Es una región estratégica para el futuro del mundo y para su seguridad y estabilidad. Esta región, plagada de yihadistas, se ha convertido desde entonces en un fértil caldo de cultivo cuya implosión no perdona a ningún país ni a las zonas geopolíticas vecinas. El Presidente de Níger, Mohammed Issouffou, lo dejó claro cuando anunció públicamente que si el Sahel cede, la amenaza llegará a Occidente.

De hecho, lo que está ocurriendo en el Sahel supone un gran desafío para la seguridad mundial y regional. Los atentados de Mali, Níger y Burkina Faso son signos premonitorios del comienzo de un desastre de seguridad que podría repercutir en la seguridad a varias escalas. En pleno apogeo de la seguridad en el Golfo de Guinea con el ejercicio naval Grand African Nemo, que reunió a la marina francesa y a 14 países africanos ribereños del Golfo para aumentar la cooperación en materia de defensa y seguridad, los piratas atacaron cargueros en aguas de Togo, Benín y Nigeria.

El desafío libio

Las dificultades estructurales en las que están sumidas la región y la subregión, sobre todo con la ecuación libia sin resolver, plantean grandes interrogantes sobre los planteamientos que se están poniendo en marcha para combatir el auge de la violencia y el yihadismo en la región. Libia se está convirtiendo en una base de retaguardia para los grupos terroristas que operan en el Sahel. En este sentido, la intervención militar francesa a través de las fuerzas Barkhane el 3 de febrero de 2019 neutralizando, en la región de Ennedi, al este del país, a combatientes de la etnia Zaghawa de la Unión de Fuerzas de la Resistencia, grupo armado estacionado en Libia, es sintomática de una realidad geopolítica amenazante.

En un momento en que la guerra en Libia se ha convertido en una gangrena que se extiende, una serie de iniciativas destinadas a mantener y equilibrar la balanza geopolítica se esfuerzan por poner en práctica una especie de bricolaje de la seguridad. La iniciativa franco-alemana P3S, anunciada públicamente en Dakar, no es más que la continuación del pacto para la seguridad del Sahel acordado en la cumbre del G7 de Biarritz.

El carácter híbrido del sistema violencia-terrorismo-etnicismo, intrínsecamente impregnado por la ausencia del Estado y de sus servicios de gobernanza económica y política, podría ser característico del fracaso total de todo un concepto carente de resolución global. Una cosa es cierta: en la región de Liptako-Gourma, sin una visión de la implicación de los habitantes en un proyecto de desarrollo global, los jóvenes se unirán a grupos terroristas.

La metástasis terrorista no puede curarse sin un diagnóstico adecuado de las causas de la aparición de la enfermedad. La matriz sociológica de los países del Sahel no es monolítica. La región se ha convertido en un atractivo para los narcotraficantes y un refugio seguro para los traficantes de armas. Tras la caída del régimen de Gadafi, las milicias armadas de Libia se aprovecharon de las existencias libremente disponibles. El informe del Instituto Flamenco de la Paz sobre la circulación de armas ilegales en el norte de África dio la voz de alarma. La ciudad de Sebha, en Fezzan, así como varias ciudades del sur se han convertido en centros neurálgicos del tráfico de armas. La conexión entre los Toubous y los Zagahwa de Chad y las milicias armadas del norte de Malí no es extraña para nadie en el sur de Libia, ni siquiera en los bosques de Foulsare y Serma.

Un enorme flujo de armas

Sin una autonomía estratégica de África Occidental en materia de seguridad y desarrollo, el futuro de la región se encamina hacia una balcanización violenta. Con más de 465 atentados mortales en 2018 y millones de desplazados, la situación es sombría y sugiere el peor de los escenarios. El colapso del Estado en la región es una posibilidad planteada por el ministro de Asuntos Exteriores de Burkina Faso, Alpha Barry.

La capacidad de ataque de estos grupos y el peligro de sus acciones asimétricas contra las fuerzas armadas de los países de la región ilustran un fallo general en la gestión de la cuestión de la seguridad en estos países. En los últimos cuatro años, el Sahel ha visto cómo varios grupos y movimientos terroristas echaban raíces a través de sus fronteras. Desde Al Qaeda en el Magreb Islámico y el Frente Macina de Amadou Koufa hasta el grupo «Apoyo al Islam y a los Musulmanes» de Iyad Ag Ghali y el Estado Islámico en el Gran Sahara de Abu Walid Sahraoui, pasando por Boko Haram y el Estado Islámico de África Occidental, estos grupos han formado una red operativa y una capacidad de ataque que ningún ejército puede igualar. Los últimos atentados perpetrados en Mandoro, Boulekessy e Indalamina, en el eje Liptako Gourma, y en el norte de Burkina Faso, en las provincias de Nassoumbou, Koutougou y Djibo, demuestran que la eficacia en combate o la superioridad material de un ejército no garantizan por sí solas la victoria contra grupos que dominan el terreno, lo que les confiere una ventaja táctica de rendimiento.

El ejemplo de Boko Haram, que reivindica constantemente la administración del norte de Nigeria, quedó patente cuando se hizo con el control total del estado de Borno. En una estrategia de desterritorialización de sus ataques, a partir de 2014 el grupo extendió sus acciones a otros países ribereños del lago Chad, en Níger, el norte de Camerún y Chad. En Nigeria, entre 2009 y 2019, Boko Haram fue responsable de más de 26.49 atentados, con un balance de más de 23.000 muertos, según estimaciones de la Fundación para la Innovación Política.

La idea errónea de que el terrorismo en el Sahel solo dará lugar a un conflicto limitado en el espacio y en el tiempo es estratégica. Los problemas socioeconómicos que van de la mano de la ceguera política de los actores regionales e internacionales son factores que no facilitan una percepción optimista del futuro de la región. Entre la incapacidad del Minusam para implicarse más en la lucha antiterrorista, debido a su no inscripción en el Capítulo VI de la ONU, y la falta de medios para la operatividad efectiva de las fuerzas conjuntas del G5 Sahel, la hidra yihadista no perdonará a ninguna región del continente africano y de las zonas geopolíticas vecinas.