El Regreso de las Ciudades Inteligentes: Cómo la IA Redefine el Futuro Urbano tras una Década de Fracasos

Analizamos el resurgimiento del concepto de ciudades inteligentes impulsado por la incorporación acelerada de inteligencia artificial en la gestión urbana. Tras una década marcada por promesas incumplidas, fallos técnicos y controversias sobre la privacidad, los gobiernos locales en EE. UU. vuelven a apostar por la tecnología para transformar los servicios públicos. Desde el uso de algoritmos para optimizar el transporte hasta la implementación de chatbots administrativos, la IA plantea tanto oportunidades como desafíos. ¿Será esta nueva ola tecnológica más realista, ética y eficaz que la anterior?

 

¿Ayudarán las aplicaciones de inteligencia artificial a potenciar el desarrollo de las ciudades inteligentes? Gráfico: AlmaWave

En la actualidad, la inteligencia artificial (IA) se está consolidando como una herramienta transversal en prácticamente todos los ámbitos institucionales de los Estados Unidos, desde el sector educativo y sanitario hasta la administración pública local. En este contexto, varias ciudades estadounidenses han comenzado a experimentar una transformación significativa impulsada por la adopción de soluciones basadas en IA. Esta tendencia está generando un nuevo auge en el concepto de “ciudades inteligentes” en los EE.UU, una idea que, aunque no es nueva, ha recobrado fuerza bajo una nueva perspectiva tecnológica.

Diversos municipios, grandes y pequeños, están integrando tecnologías de IA en sus servicios y operaciones cotidianas. Un ejemplo de ello es la ciudad de Los Ángeles, que ha implementado un programa piloto de zonificación automatizada mediante IA para facilitar la reconstrucción de viviendas destruidas por los incendios forestales en la región de Palisades. Raleigh, en Carolina del Norte, ha optado por probar contenedores de basura inteligentes, equipados con algoritmos que identifican y clasifican residuos según su potencial de reciclaje. Estos proyectos reflejan una voluntad renovada de las autoridades locales por utilizar la inteligencia artificial no solo como un mecanismo de eficiencia, sino también como un instrumento para la sostenibilidad urbana.

Sin embargo, este nuevo impulso tecnológico recuerda inevitablemente a la oleada anterior de entusiasmo en torno a las “ciudades inteligentes” entre los años 2015 y 2020. En aquella etapa, se proyectaban visiones casi utópicas: calles calefaccionadas, vehículos autónomos, recogida automatizada de residuos y aplicaciones móviles capaces de gestionar con precisión los recursos urbanos. Este enfoque, profundamente influenciado por el discurso tecnológico de Silicon Valley, se fundaba en la creencia de que las tecnologías emergentes por sí solas bastarían para reconfigurar la gobernanza urbana.

No obstante, muchas de esas ambiciones se vieron frustradas. Un caso paradigmático fue el de Sidewalk Labs, filial de Alphabet (empresa matriz de Google), que lanzó un ambicioso proyecto de 900 millones de dólares para transformar un barrio de Toronto en un modelo de ciudad inteligente. El proyecto fue objeto de críticas intensas por parte de la ciudadanía y expertos, principalmente debido a preocupaciones relacionadas con la privacidad de los datos personales. Aunque la empresa declaró que el cierre del proyecto en 2020 se debió a la pandemia de COVID-19, lo cierto es que ocurrió apenas dos semanas antes de que las autoridades municipales votaran su posible cancelación. Otro ejemplo ilustrativo es Columbus, Ohio, que también puso fin a su iniciativa de ciudad inteligente, valorada en 50 millones de dólares, citando razones vinculadas a la pandemia, aunque enfrentaba igualmente obstáculos políticos y resistencias institucionales.

Es importante señalar que el concepto original de “ciudad inteligente” abarcaba un conjunto más amplio de tecnologías, incluyendo sensores, internet de las cosas (IoT), big data y plataformas urbanas integradas. Sin embargo, lo que caracteriza esta nueva etapa es el protagonismo exclusivo que está asumiendo la IA como motor del cambio urbano. En lugar de enfocarse únicamente en la infraestructura tecnológica, los nuevos enfoques parecen estar más orientados hacia el análisis predictivo, la automatización de decisiones administrativas y la personalización de servicios públicos.

El retorno de este entusiasmo plantea una pregunta fundamental: ¿será esta vez diferente? Ben Green, profesor de política pública en la Universidad de Michigan y autor del libro The Smart Enough City, ha advertido que las promesas actuales sobre IA en las ciudades recuerdan peligrosamente a las de mediados de la década pasada. Según Green, uno de los principales errores históricos fue priorizar la tecnología sobre las necesidades reales de la ciudadanía. En sus palabras, “hay muchas lecciones que debemos aprender”.

En esta nueva fase, algunas iniciativas muestran signos de una mayor madurez institucional. La organización Bloomberg Philanthropies, por ejemplo, ha ampliado su programa City Data Alliance, lanzado en 2022 con una inversión inicial de 60 millones de dólares. Este programa tiene como objetivo ofrecer apoyo técnico y capacitación a gobiernos locales interesados en aplicar la IA en la gestión pública. En su más reciente expansión, la alianza ha incorporado a 15 nuevos municipios y ha promovido el intercambio de experiencias entre alcaldes.

Entre los líderes que han mostrado una comprensión más crítica del papel de la tecnología se encuentra el alcalde Phillip Jones de Newport News, Virginia. Jones ha manifestado su interés en emplear la IA para analizar patrones de colisiones de vehículos con fauna silvestre, con el fin de ubicar estratégicamente señalización preventiva. Por su parte, el alcalde Matt Mahan de San José, California, ha descrito a su ciudad como un “centro neurálgico para la aplicación de la IA en gobiernos locales”, señalando proyectos pilotos que optimizan rutas de transporte público a través de datos recogidos por sensores en autobuses y semáforos.

A su vez, Quinton Lucas, alcalde de Kansas City, Misuri, ha ofrecido una mirada crítica al legado del movimiento de ciudades inteligentes, reconociendo que muchos de los sistemas instalados —como los quioscos digitales urbanos desplegados en 2016— han caído en desuso o están actualmente inoperativos. En este sentido, Lucas advierte contra el riesgo de enamorarse de la tecnología por sí misma, sin considerar su utilidad real ni su sostenibilidad a largo plazo.

En la misma línea, James Anderson, director del programa de Innovación Gubernamental de Bloomberg, ha señalado que la clave del éxito en esta nueva ola tecnológica reside en una inversión más racional y centrada en necesidades concretas. Según Anderson, la gran lección de las ciudades inteligentes fue que se priorizó la tecnología por encima de las personas, un error que ahora debe evitarse a toda costa.

Los ejemplos del pasado también revelan que la introducción de tecnologías urbanas puede generar consecuencias no previstas. En 2017, San Diego instaló farolas inteligentes con sensores capaces de monitorear el flujo de tráfico. Sin embargo, tras denuncias ciudadanas sobre vigilancia no autorizada, el sistema fue desactivado, aunque nunca desmantelado. En 2023, fue reactivado, pero esta vez con fines de vigilancia policial, generando un nuevo debate sobre los límites éticos del uso público de tecnologías con capacidad de seguimiento.

Además, la sobreventa de capacidades tecnológicas por parte de empresas proveedoras sigue siendo un problema vigente. Green advierte que muchas de estas soluciones, especialmente aquellas impulsadas por grandes corporaciones tecnológicas, son promovidas con promesas exageradas. Un ejemplo reciente lo constituye el chatbot de IA lanzado en Nueva York, desarrollado en colaboración con Microsoft, que terminó brindando recomendaciones legales incorrectas, como permitir a empleadores quedarse con las propinas de los trabajadores o sugerir discriminación en función de los ingresos de los inquilinos, revelando así los riesgos de aplicar tecnologías inmaduras sin una supervisión adecuada.

Un factor estructural que agrava estos riesgos es la alta rotación de personal en las administraciones municipales. Como indica Green, muchas de las personas que adquirieron experiencia valiosa en la etapa anterior ya no ocupan cargos públicos, lo que reduce la capacidad institucional para aprender del pasado.

No obstante, algunos alcaldes que han expresado su opinión al respecto muestran mayor conciencia sobre la necesidad de salvaguardar la privacidad de los ciudadanos y de aplicar principios éticos en el uso de datos. Se están implementando medidas como la anonimización de información y protocolos de gobernanza algorítmica. El alcalde Tim Kelly, de Chattanooga, Tennessee, ha planteado la posibilidad de utilizar modelos de lenguaje de gran escala (LLM) para simplificar y hacer comprensibles ordenanzas municipales complejas, sin perder de vista el objetivo mayor de restaurar la confianza pública en las instituciones democráticas.

En paralelo a estos esfuerzos urbanos, también se está desarrollando una infraestructura más amplia para sostener el crecimiento exponencial de la IA. OpenAI, una de las principales empresas del sector, anunció recientemente la construcción de Stargate Norway, su primer centro de infraestructura de IA en Europa, ubicado en la ciudad noruega de Narvik. Con una capacidad inicial de 230 megavatios y planes de expansión para alcanzar los 520 MW, este centro aprovechará la energía hidroeléctrica y el clima frío de la región para alimentar hasta 100,000 chips Nvidia para finales del próximo año. Este movimiento forma parte del programa OpenAI for Countries, que busca habilitar capacidades soberanas de IA en distintos países.

Finalmente, es necesario destacar cómo la IA también está transformando otros sectores estratégicos como el aeroespacial. Empresas tecnológicas de Silicon Valley están ingresando agresivamente en el sector espacial, tanto en su vertiente comercial como en la defensa nacional. Más allá de los gigantes conocidos como SpaceX y Blue Origin, se están formando alianzas híbridas entre nuevos actores tecnológicos y contratistas tradicionales. Rob Geckle, CEO de Airbus U.S. Space & Defense, ha señalado que estas colaboraciones pueden dar lugar a “equipos de ensueño”, en los que la capacidad de escalado industrial se combine con innovaciones en IA y software avanzado. Sin embargo, esta expansión se produce en un contexto de ajuste fiscal, donde agencias como la NASA enfrentan recortes presupuestarios significativos.

En conclusión, la adopción de la inteligencia artificial en los entornos urbanos representa una oportunidad transformadora, pero también conlleva riesgos reales. Las ciudades deben aprender de sus propias historias recientes y construir marcos de implementación tecnológica que prioricen las necesidades humanas, la equidad, la transparencia y la sostenibilidad. Solo así la IA podrá convertirse en un catalizador de progreso democrático, y no en un símbolo más de las promesas incumplidas del tecno-optimismo.

Por Instituto IDHUS

También podría interesarte