Los débiles Estados de la región del Sahel afrontan grandes retos a la hora de hacer frente a la peligrosa mezcla de violencia yihadista, conflictos entre comunidades y grupos contrabandistas
Jacobo Salvador Micó Faus
Criminólogo y Analista en Terrorismo.
Atalayar
El 20 de octubre de este 2020 comenzó una escalada de tensión entre el gobierno marroquí y el Frente Polisario. En este conflicto participan por un lado el Ejército de Marruecos, que desde que España abandonó la zona ha aprovechado para instalarse y explotar los recursos naturales que posee la zona, entre ellas, las minas de fosfatos más grandes del mundo, un enorme banco pesquero, reservas de petróleo, gas, hierro, cobre y uranio, etc. En el otro bando se encuentra el Frente Popular por la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro, conocido como Frente Polisario, que encabeza el Gobierno de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, la cual, a pesar de carecer de reconocimiento internacional lleva desde 1976 intentando hacerse un hueco en la geopolítica internacional1.
El origen del conflicto se remonta a 1476 cuando un castellano edificó un fuerte en la zona, desde entonces las idas y venidas del Imperio Español en el Sáhara eran constantes, aunque siempre fue considerada una mera zona de paso. En 1885, en plena carrera colonial España reclamó el Sáhara Occidental, el cual no ocuparía de forma total hasta 1934. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial y su posterior fase de descolonización Francia y España dieron la independencia a su protectorado de Marruecos. Una vez independizados estos reclamaron el Sáhara junto con Mauritania, independizado a su vez recientemente de Francia.
En 1960 la ONU aconsejó la descolonización del Sáhara, pero el general Franco no accedió. A finales de los 60 nació un movimiento saharaui que no aceptó las pretensiones marroquíes y luchó por su independencia, creando así El Movimiento de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro. Ante esta ola nacionalista el Gobierno franquista tendió la mano al pueblo saharaui considerándolo una provincia española más; de este modo, el pueblo saharaui adquirió la nacionalidad española. Esto no calmó las tensiones y se originó un levantamiento que acabó con 40 muertos. Tales hechos sembraron algo más grande que surgiría en 1973, el Frente Polisario2. Con ello, la ONU apoyó que se celebrará un referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental.
En los 70 saltó la crisis del petróleo, siendo el Sáhara un territorio rico en petróleo y con el rey de Marruecos sumido en una profunda crisis, estos se opusieron energéticamente a que se realizara tal referéndum. En 1976, con la ‘Marcha Verde’3 y llegada del rey Juan Carlos, España abandonó el territorio dejando Marruecos y Mauritania en la práctica totalidad del Sáhara Occidental, tres años más tarde Mauritania lo cedería a Marruecos.
Desde entonces, Marruecos ha ocupado las zonas más ricas Sáhara Occidental, mientras tanto las zonas más pobres han sido controladas por el Frente Polisario, que a su vez fundaría la República Árabe Saharaui Democrática. Sin embargo, la ONU no reconoce que ese territorio sea de Marruecos ni el Sáhara Occidental como país independiente. El Sáhara Occidental es un territorio pendiente de descolonización con una autoridad administrativa. La autoridad que debería administrar el Sáhara Occidental para la ONU es España, que ni está ni se le espera.
Pasados 45 años el referéndum se ha ido aplazando y Marruecos ha ido enviado cada vez más población al Sáhara Occidental. En la actualidad los únicos aliados de los saharauis son los argelinos, también Rusia muestra simpatía junto otros países sudamericanos y la Unión Africana. La ONU reclama paz en la zona manteniéndose neutral, al igual que la Unión Europea e Israel, quienes no reconocen al Gobierno saharaui. Estados Unidos tampoco reconoce al Ejecutivo saharaui, pero tampoco la Administración marroquí (a quienes apoyarían en todo caso). En el otro lado la Liga Árabe apoya a Marruecos.
A pesar de que a priori el conflicto no tenga la suficiente relevancia internacional en realidad sí la tiene; por lo menos en lo que a materia terrorista se refiere. Al parecer existe un actor internacional, como son las organizaciones terroristas que operan en el territorio, que se está beneficiando de esta guerra y podría en el futuro suponer una amenaza tanto para Marruecos, España, Europa y la Comunidad Internacional.
En los últimos años el Sahel ha experimentado un gran crecimiento de la actividad terrorista que preocupa tanto a nivel nacional como internacional. Hace 10 años el terrorismo en el Sahel era un desenfreno del fenómeno terrorista en Argelia, los líderes eran argelinos y el fenómeno se extendía por tribus árabes y algunas tuaregs.
Actualmente los débiles Estados de la región del Sahel afrontan grandes retos a la hora de hacer frente a la peligrosa mezcla de violencia yihadista, conflictos entre comunidades y grupos contrabandistas. De mantenerse las tensiones en el Sáhara Occidental el terrorismo podría beneficiarse de la incertidumbre y malestar.
En estos territorios del Sahel próximos al Sáhara Occidental el mayor peligro lo representa el Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS). El EIGS nació de Al-Murabitún4 (Los Almorávides) que nació en 2013 aunando fuerzas de dos organizaciones que operaban en la zona de Mali. En 2015 una parte del mencionado grupo le declaró lealtad a Daesh y a su líder, Adnane Abou Walid al-Sahraoui5. Tales hechos evidenciaron cómo las organizaciones terroristas estaban reclutando abundantemente en esta cantera que, hasta el momento, a pesar de mostrar una ideología nacionalista, nunca habían manifestado un posicionamiento ideológico islamista o yihadista.
Por otro lado, también es destacable la presencia de Al-Qaeda del Magreb Islámico (AQMI). En 2006, con Ayman al-Zawahiri liderando la organización de Al-Qaeda, se anunció la adhesión del GSPC6 a Al Qaeda, por lo que la banda terrorista cambió su nombre para reflejar la unión. Desde entonces AQMI es considerado como uno de los grupos más peligrosos del norte de África, habiendo protagonizado numerosas acciones terroristas que se extienden desde la frontera entre Mauritania y Argelia hasta Chad.
Tanto Al-Qaeda como Daesh son las dos más importantes organizaciones terroristas que en los últimos años han promovido el auge del terrorismo yihadista en el Sahel. Sus respectivas facciones, JNIM y EIGS, son los principales actores en el territorio y cada uno responde ante un líder distinto y poseen objetivos y perspectivas distintas; aun así, compiten entre ellas para lograr la expansión, llegando incluso a enfrentarse. Con este panorama resulta sorprendente que, salvo en puntuales ocasiones, ni Mauritania ni Marruecos han sido objetivos prioritarios de estas bandas7.
En el caso de Marruecos, que a partir de 2003 empezó a sufrir un mayor número de ataques terroristas, el Gobierno supo detectar los principales focos y contrarrestar el extremismo basándose en políticas de desarrollo humano y económico, endurecimiento de los procedimientos penales y presencia del Estado en el ámbito religioso. Además, Marruecos ha participado de manera proactiva en las diferentes estrategias globales, colaborando con España y siguiendo las recomendaciones de la ONU.
Con respecto a Mauritania, es un Estado con las características perfectas para el aumento del radicalismo violento por sus condiciones sociales de pobreza, represión y corrupción, además de ser un terreno desértico que se encuentra dentro del área de influencia del EIGS y de AQMI. Sin embargo, no ha experimentado desde 2011 ningún atentado. Esto se debe a las diferentes medidas del Gobierno, consistentes en mejorar las condiciones de los soldados con subidas salariales, así como mejorar su formación y entrenamiento. Otros factores que han hecho esto posible fue el incremento de su presupuesto militar y el apoyo de la Unión Europea y la OTAN con lo que se pudieron crear Grupos de Intervención Especial centrados en la reacción rápida ante las acciones de los grupos terroristas. No obstante, siempre ha existido conspiraciones en torno a un pacto de “no agresión” entre el Gobierno mauritano y Al-Qaeda8.
Tanto Marruecos como Mauritania han conseguido con estas estrategias frenar la amenaza terrorista que se extiende por el resto de África, principalmente en el Sahel, donde otros países como Nigeria o Mali no han conseguido tal objetivo9.
Conocido el estado de la cuestión en cuanto a la historia del Sáhara Occidental y con las miradas puesta en la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre los Gobiernos de Marruecos y España – agenciada para el 17 diciembre y que ahora se ha propuesto para el próximo mes de febrero – el Gobierno de España deberá dejar de postergar decisiones que le corresponden desde hace ya más de 40 años de historia. Por otro lado, los acontecimientos de los últimos años en el Magreb y el Sahel ponen de manifiesto que si la decisión con respecto al conflicto debiera tomarse teniendo en consideración una perspectiva preventiva en materia terrorista lo más conveniente sería abogar en favor de Marruecos. Algo que el presidente saliente de Estados Unidos ya ha hecho, por entender que su propuesta de autonomía es «la única base» para una solución «justa y duradera» que garantice «la paz y la prosperidad» en la zona.