El auge de la infraestructura inteligente en la región MENA: Un análisis del impulso hacia el desarrollo urbano sostenible y tecnológico

En las últimas décadas, la región de Medio Oriente y el Norte de África (MENA) ha comenzado una transformación profunda en sus modelos urbanos, energéticos y tecnológicos, impulsada por la necesidad de diversificación económica y adaptación climática. Analizamos cómo el auge de la infraestructura inteligente, especialmente en países como Kuwait, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Marruecos, está redefiniendo la planificación urbana y el desarrollo sostenible en un contexto geopolítico complejo. A través de proyectos emblemáticos como NEOM, Masdar City o la Ciudad Verde Mohammed VI, se perfilan nuevos paradigmas de ciudad que combinan innovación tecnológica, eficiencia energética e inclusión social. Esta evolución plantea tanto oportunidades como desafíos en la búsqueda de un futuro más resiliente para la región

Projecto de Al Mutlaa City. Foto: Al-Shaheen Consultants |

En el marco de los acelerados procesos de transformación urbana y energética que caracterizan al siglo XXI, la región de Medio Oriente y el Norte de África (MENA, por sus siglas en inglés) se encuentra inmersa en una dinámica de reconfiguración estructural profunda, impulsada tanto por las presiones internacionales en torno a la crisis climática como por la necesidad interna de diversificar economías históricamente ancladas en la explotación de hidrocarburos. En este contexto, Kuwait emerge como un caso paradigmático que refleja, por un lado, las tensiones derivadas de la transición hacia modelos sostenibles, y por otro, las posibilidades de reconversión tecnológica a través de la implementación de infraestructuras urbanas inteligentes.

Uno de los ejemplos más recientes y significativos de esta transformación es el proyecto de alumbrado público inteligente con energía renovable implementado en la zona sur de Abdullah Al-Mubarak. Esta iniciativa, promovida por la Autoridad de Proyectos de Asociación de Kuwait, no solo representa un avance en materia de eficiencia energética, sino que constituye un componente central de una visión estratégica más amplia orientada a transformar el modelo económico kuwaití, caracterizado por su dependencia casi absoluta del petróleo, hacia una estructura más diversificada, resiliente y alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promovidos por la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

Históricamente, Kuwait ha basado más del 70% de sus ingresos públicos en la exportación de petróleo crudo, ocupando el noveno lugar a nivel mundial entre los productores de hidrocarburos. Esta dependencia, aunque ha permitido un alto nivel de vida y un desarrollo estatal significativo durante décadas, ha revelado sus límites ante los nuevos escenarios geoeconómicos y ambientales globales. La creciente presión internacional para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sumada a la volatilidad de los mercados energéticos y a la emergencia climática, ha obligado a Kuwait —al igual que a otros países del Golfo— a replantear su modelo de desarrollo.

En respuesta, el país ha asumido el compromiso de generar al menos un 15% de su energía a partir de fuentes renovables para el año 2030. Esta meta ha sido acompañada por importantes inversiones en proyectos estratégicos, como la creación de un fondo estatal de 165 mil millones de dólares destinado a financiar ciudades inteligentes, sistemas de transporte sostenible e infraestructuras basadas en energías limpias. Particularmente destacables son los megaproyectos solares de Al-Dibdibah y Al-Shagaya, que suman una capacidad de generación conjunta de 500 megavatios, y que se perfilan como catalizadores del cambio hacia una matriz energética más sostenible.

Asimismo, estos avances están enmarcados en una visión urbana integral que tuvo su primer hito en 2018 con el anuncio de la Ciudad Saad Al-Abdullah, concebida como la primera ciudad inteligente completamente integrada del país. En ella, el desarrollo urbano incorpora tecnologías avanzadas de gestión de recursos, automatización de servicios, movilidad eléctrica y planificación espacial basada en datos. En este sentido, el alumbrado inteligente instalado en South Abdullah Al-Mubarak no solo contribuye a la reducción de emisiones de carbono, sino que también mejora la seguridad ciudadana, disminuye los costos municipales de energía y promueve la eficiencia operativa del entorno urbano, a través de la incorporación de sensores, sistemas fotovoltaicos y tecnologías de monitoreo remoto.

No obstante, el impulso hacia la infraestructura inteligente no es exclusivo de Kuwait. A lo largo de toda la región MENA se observa un fenómeno convergente, donde múltiples países están implementando proyectos de gran escala orientados a la sostenibilidad y la transformación digital del espacio urbano. Este proceso responde a una combinación de factores: la necesidad de adaptar las ciudades al crecimiento poblacional acelerado, las condiciones climáticas extremas que afectan la habitabilidad urbana, el agotamiento progresivo de los recursos fósiles y la voluntad de posicionarse como polos tecnológicos en el escenario internacional.

Un caso emblemático de esta tendencia es Masdar City, en Abu Dabi, concebida como un laboratorio viviente de urbanismo sostenible. Esta ciudad modelo, impulsada por la empresa Masdar (Abu Dhabi Future Energy Company), combina diseño bioclimático, arquitectura de baja emisión y un sistema energético basado casi exclusivamente en fuentes limpias. Actualmente, más del 90% de los edificios de Masdar City están construidos con materiales de bajo impacto ambiental, y se emplean técnicas avanzadas de construcción pasiva. La ciudad cuenta con una planta solar de 10 MW y múltiples instalaciones fotovoltaicas en techos, que producen un total de 17.5 GWh de electricidad limpia al año, evitando así la emisión de aproximadamente 15,000 toneladas de CO₂ anualmente. No obstante, su implementación también ha mostrado los desafíos inherentes a estos modelos: a pesar de haber sido planificada para albergar a 50,000 personas, la población actual no supera los 6,000 residentes, lo que revela tensiones entre la planificación utópica y las dinámicas socioeconómicas reales.

En un nivel aún más ambicioso se sitúa el megaproyecto NEOM en Arabia Saudita, cuya inversión inicial supera los 500 mil millones de dólares. NEOM ha sido diseñada desde cero como una ciudad del futuro que no emite carbono, alimentada íntegramente por fuentes renovables como la energía solar, eólica e hidrógeno verde. Su estructura contempla un modelo de urbanismo lineal denominado «The Line», que propone una ciudad de 170 kilómetros de largo, sin coches ni calles, donde los desplazamientos se realizarán a través de un sistema de trenes de alta velocidad completamente automatizados. Esta visión apunta a reducir drásticamente el impacto ambiental del transporte urbano y a maximizar la eficiencia del uso del suelo, aunque plantea también interrogantes en términos de viabilidad técnica, inclusión social y adaptabilidad cultural.

En el Magreb, Marruecos se destaca como líder regional en la adopción de tecnologías urbanas sostenibles. Proyectos como la Ciudad Verde Mohammed VI en Benguerir y el frente costero inteligente de Casablanca, con una inversión de 500 millones de dólares, evidencian la integración de big data, inteligencia artificial y gestión ambiental. La colaboración entre entidades estatales y empresas globales como IBM ha permitido el desarrollo de plataformas digitales para la administración pública, la planificación urbana y la movilidad sostenible. En el caso de Benguerir, se trata además de una ciudad universitaria que articula investigación académica y políticas públicas, configurando un ecosistema de innovación urbana basado en la sostenibilidad.

Sin embargo, este proceso de transformación enfrenta múltiples desafíos estructurales y culturales. Uno de los principales obstáculos es la persistencia de una matriz energética dominada por los combustibles fósiles: en Kuwait, por ejemplo, el 99% de la energía proviene aún de fuentes no renovables. Además, el activismo ambiental sigue siendo incipiente en muchos países de la región, y los patrones de consumo no se alinean fácilmente con los principios de sostenibilidad. A esto se suman problemas como la segregación socioeconómica, que tiende a reproducirse en los nuevos desarrollos urbanos, como se evidencia en el perfil demográfico de ciudades como Masdar o NEOM, mayoritariamente habitadas por expatriados o sectores de altos ingresos.

Asimismo, la integración de tecnologías inteligentes en espacios urbanos plantea retos técnicos, éticos y financieros: el alto costo de implementación, la necesidad de sistemas robustos de gestión de datos, la protección de la privacidad de los ciudadanos y la garantía de accesibilidad equitativa a los beneficios de la digitalización urbana son cuestiones aún no resueltas. La experiencia de parques urbanos dotados con sensores, riego automatizado y sistemas de purificación del aire muestra el potencial de estos desarrollos, pero también sus limitaciones cuando no van acompañados de una gobernanza inclusiva y una planificación estratégica de largo plazo.

En suma, el camino hacia una infraestructura urbana inteligente y sostenible en la región MENA se configura como un proceso multidimensional, que combina aspiraciones tecnológicas de vanguardia con la urgencia de resolver profundas contradicciones estructurales. El caso de Kuwait, en particular, representa un modelo que, si bien enfrenta desafíos considerables, muestra una notable capacidad de adaptación estratégica, con inversiones significativas, voluntad política y visión a largo plazo.

No obstante, el éxito de esta transición no dependerá exclusivamente del capital invertido ni de la sofisticación de las tecnologías desplegadas, sino de la capacidad de articular estos procesos con las realidades sociales, culturales y económicas de cada país. Será indispensable promover mecanismos de participación ciudadana, transparencia en la gestión pública, formación técnica especializada y cooperación internacional, para asegurar que el desarrollo de ciudades inteligentes no reproduzca desigualdades preexistentes, sino que constituya una oportunidad real de transformación inclusiva y resiliente. En última instancia, las luces inteligentes que hoy iluminan las calles del Golfo podrían convertirse en símbolos de un nuevo paradigma urbano global, siempre que se logre mantener el compromiso, superar las barreras estructurales y construir modelos de ciudad que integren equidad, sostenibilidad y tecnología en una sola visión coherente.

Por Instituto IDHUS

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