Cultivar la resiliencia: cómo las mujeres están transformando los campos de refugiados en Chad

Cultivar la resiliencia: cómo las mujeres están transformando los campos de refugiados en Chad

El conflicto armado asola Sudán desde el 15 de abril del año pasado. El vecino Chad ha acogido a unos 630.000 refugiados y retornados. La mayoría de ellos, incluidos mujeres y niños vulnerables, se han asentado en las provincias orientales, exacerbando una situación humanitaria ya precaria. En respuesta, Caritas Chad ha redoblado sus esfuerzos para prestar asistencia crucial y desarrollar las capacidades de estas comunidades, centrándose especialmente en el ingenio y la capacidad de recuperación de las mujeres sudanesas.

Mientras el conflicto asolaba sus hogares en Darfur, mujeres y niños emprendían peligrosos viajes al Chad, a menudo llegando con poco más que la ropa que llevaban puesta. La dificultad de acceso al agua se ha visto agravada por la afluencia de población desplazada, que ha obligado a perforar pozos para extraer agua de los acuíferos subterráneos.

El acceso al agua sigue siendo complicado, sobre todo porque las autoridades chadianas han ubicado a los refugiados en lugares previamente deshabitados que carecían de instalaciones adecuadas.

El campo de refugiados de Metche se ha convertido en una zona estratégica donde coexisten refugiados sudaneses y población de acogida, ambos pertenecientes a la etnia masalit. Los mercados de alimentos se han desarrollado gradualmente en el campo, creando un circuito comercial dinámico en el que el 10-20% de los alimentos suministrados por la ayuda se revenden para comprar otros bienes de primera necesidad. A pesar de estos esfuerzos, la situación sigue siendo difícil y las condiciones de vida pueden ser extremadamente duras.

La gran mayoría de estos refugiados son mujeres, que han demostrado una notable creatividad en su lucha por mantener a sus familias en estas terribles condiciones.

A pesar de las enormes dificultades, estas mujeres han convertido la adversidad en oportunidad.
Armadas con azadas tradicionales, muchas han transformado los fondos de los valles y los lechos de los ríos en huertos productivos. Estas zonas fértiles, enriquecidas por la erosión de la lluvia, se cultivan ahora para producir hortalizas, mejorando sus dietas y generando ingresos para comprar bienes esenciales que no proporciona la ayuda humanitaria.

En enero de 2024, Cáritas observó a grupos de mujeres refugiadas que se dirigían a los valles y decidió investigar lo que estaban haciendo. Descubrieron huertos improvisados creados para cultivar hortalizas. Nacida de la necesidad, esta iniciativa ha contribuido a diversificar la dieta y crear una fuente de ingresos. Estos huertos son fruto de la colaboración y el trabajo duro de las mujeres, que utilizan la tierra fértil depositada por el agua de lluvia y los pozos tradicionales.

Para acceder a las tierras que pertenecen a la población local, los refugiados sudaneses han formado alianzas con las mujeres locales, negociando acuerdos de uso de la tierra con la ayuda de los facilitadores de Cáritas. Estos acuerdos les permiten cultivar la tierra gratuitamente durante cuatro años, a cambio de mejoras como la plantación de árboles y el mantenimiento del terreno.

Trabajando en pequeños grupos de 10 a 15 personas, estas mujeres pueden negociar y gestionar mejor sus huertos comunales, que suelen abarcar media hectárea. Caritas ha apoyado estos esfuerzos suministrando materiales esenciales y aperos de labranza, como regaderas, alambradas para proteger los cultivos, motobombas para el riego, así como semillas adaptadas al clima local y equipos para construir viveros. Este apoyo ha permitido a las mujeres aumentar considerablemente su productividad y proteger sus cultivos de los numerosos rebaños y aves de la región.

El éxito de estas estrategias es innegable.
Las mujeres no sólo han mejorado su dieta doméstica, sino que también han generado ingresos suficientes para cubrir las necesidades de sus familias, reduciendo su dependencia de la ayuda alimentaria de emergencia y adquiriendo otros bienes esenciales como medicinas, jabón y mosquiteras. Esta nueva estabilidad económica les ha permitido centrarse más en el cuidado de la familia y la participación comunitaria, reforzando la estructura social de sus comunidades.

Una encuesta de seguimiento posterior a la distribución reveló que el 97% de los participantes se sintieron seguros durante las distribuciones de ayuda, y el 96% dijo estar satisfecho con los alimentos recibidos y el 93% con los artículos no alimentarios (NFI). La colaboración con los jefes de las aldeas y las autoridades locales fue crucial para garantizar el registro efectivo de los participantes y la distribución de la ayuda.

Sin embargo, siempre se puede mejorar. Mientras Caritas se prepara para la próxima ronda de distribución de ayuda, sigue centrándose en capacitar a las mujeres. Al proporcionarles las herramientas y el apoyo necesarios para las actividades agrícolas, la organización está ayudando a estas mujeres a ser autosuficientes. El objetivo final es reducir la dependencia de la ayuda alimentaria de emergencia que, aunque crucial a corto plazo, no es sostenible a largo plazo.

Otra prioridad es mejorar los procedimientos de suministro para evitar retrasos en la distribución de la ayuda.

Las mujeres constituyen el 60% de la mano de obra agrícola en África, pero muy a menudo no tienen acceso a los recursos esenciales. Los esfuerzos de Caritas pretenden abordar esta disparidad, destacando el papel esencial que desempeñan las mujeres en la capacidad de recuperación de la comunidad y la seguridad alimentaria. Apoyando a estas mujeres, Caritas no sólo está mejorando sus condiciones inmediatas, sino también sentando las bases para un futuro mejor.

La crisis humanitaria en el este del Chad es compleja y polifacética. La resistencia de las refugiadas sudanesas y el apoyo de organizaciones como Caritas ofrecen un rayo de esperanza. Su fuerza, inventiva y determinación son prueba del espíritu perdurable de la humanidad. El apoyo continuo y el aumento de la ayuda son esenciales para ayudar a estas mujeres a construir un futuro de resiliencia y autosuficiencia. Es esencial que la comunidad internacional redoble sus esfuerzos para proporcionar los recursos y la ayuda necesarios para continuar y ampliar su progreso.