La adhesión formal de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta marca un punto de inflexión en la relación entre América Latina y China. Este acuerdo no solo abre nuevas vías de cooperación en infraestructura, energía y tecnología, sino que también refleja un cambio en la estrategia geopolítica colombiana. En un contexto global de reconfiguración de alianzas, el acercamiento a China plantea oportunidades clave para el desarrollo económico y la transformación estructural del país

La reciente adhesión formal de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) marca un hito geopolítico y económico en la consolidación de los lazos entre China y América Latina. Este acontecimiento no solo simboliza una intensificación del interés mutuo entre ambas partes, sino que refleja también el avance de un modelo de cooperación Sur-Sur centrado en la infraestructura, la tecnología, la energía renovable y el desarrollo económico sostenible. La visita oficial del presidente colombiano Gustavo Petro a China a mediados de mayo de 2025, durante la cual se suscribió el plan bilateral de cooperación en el marco de la BRI, representa una redefinición de la estrategia internacional de Colombia, en sintonía con las nuevas dinámicas globales de poder y desarrollo.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta, lanzada por el gobierno chino en 2013, ha evolucionado desde su concepción inicial como un corredor comercial entre Asia y Europa hacia un macroproyecto global que busca integrar países de África, Oceanía, Europa Oriental y, en años recientes, América Latina. El objetivo es fomentar la interconectividad mediante inversiones en infraestructura, cooperación energética, transferencia tecnológica y financiamiento para el desarrollo. A más de una década de su creación, más de 150 países se han sumado a la iniciativa, incluidos más de 20 en América Latina y el Caribe. La incorporación de Colombia no es un gesto aislado, sino parte de un proceso creciente de acercamiento entre el país sudamericano y el gigante asiático, cuyas relaciones comerciales, diplomáticas y tecnológicas se han venido intensificando de forma sostenida.
Colombia, una de las economías más grandes y estratégicas de América del Sur, representa para China una plataforma ideal para expandir su presencia en la región andina y el Caribe. En este contexto, la firma del acuerdo de cooperación BRI entre ambos países no solo posibilita el acceso de Colombia a financiación, tecnología y experiencia técnica de empresas chinas, sino que consolida a China como un actor clave en el desarrollo de infraestructura crítica en el país. Según declaraciones del ministro de Minas y Energía de Colombia, Edwin Palma, la participación en la BRI abrirá nuevas oportunidades para impulsar sectores prioritarios como el transporte, la conectividad, las energías limpias y la economía del conocimiento. Esto se alinea con la visión del gobierno colombiano de construir una economía sostenible, diversificada y basada en la innovación.
Uno de los ejemplos más notables de esta cooperación es el Proyecto Hidroeléctrico de Ituango, desarrollado por Power Construction Corporation of China (PowerChina), con una capacidad instalada de 2.400 megavatios y una generación anual proyectada de 13.900 GWh. Se espera que este proyecto cubra aproximadamente el 9 % de la demanda eléctrica nacional, lo que lo convierte en una pieza estratégica para la transición energética del país. PowerChina también lidera otros 15 proyectos en sectores como la gestión hídrica, vivienda y energías renovables, empleando a más de 2.000 trabajadores locales. Asimismo, la Corporación China de las Tres Gargantas ha conectado recientemente a la red su primera planta solar en Colombia, ubicada en Atlántico, consolidando la apuesta de China por la diversificación energética del país.
La cooperación bilateral no se limita al ámbito de la energía. Durante su visita, el presidente Petro subrayó la necesidad de fortalecer la colaboración en áreas emergentes como la inteligencia artificial, la infraestructura digital y la transferencia de conocimiento, sectores clave para lo que ha denominado la “economía del futuro”. En este sentido, China no solo actúa como socio comercial, sino como un potencial vector de transformación estructural para Colombia, proporcionando alternativas tecnológicas y financieras frente a las limitaciones históricas impuestas por otros modelos de cooperación más tradicionales.
Desde una perspectiva comercial, las relaciones entre China y Colombia muestran una dinámica ascendente. En 2024, el comercio bilateral alcanzó los 149.630 millones de yuanes (equivalentes a 20.800 millones de dólares), lo que representa un crecimiento del 13,1 % con respecto al año anterior. China se ha consolidado como el segundo socio comercial de Colombia, mientras que Colombia ocupa el quinto lugar entre los socios latinoamericanos de China. Esta evolución se refleja también en la creciente presencia de productos y empresas chinas en el mercado colombiano, especialmente en el sector automotriz, donde marcas como BYD han ganado terreno en ciudades como Bogotá y Medellín, posicionando a los vehículos eléctricos como una alternativa viable y asequible en el marco de la movilidad sostenible.
A nivel regional, la entrada de Colombia en la BRI puede tener efectos multiplicadores. Como señaló el ministro Palma, se trata de una decisión que trasciende lo bilateral: “Esto no es un asunto entre dos países, es un plan que involucra a China y a toda América Latina”. Esta afirmación cobra fuerza si se considera que en mayo de 2025 se celebró en Pekín la cuarta reunión ministerial del Foro China-CELAC, en la cual se adoptó una declaración conjunta y un plan de acción para 2025-2027. Este plan incluye compromisos concretos en áreas como innovación tecnológica, finanzas, agricultura, energía, infraestructura y digitalización industrial, consolidando un marco institucional que articula la visión de desarrollo compartido entre China y América Latina.
El interés de China en América Latina responde tanto a razones económicas como geoestratégicas. La región es rica en recursos naturales, posee un enorme déficit de infraestructura —estimado en más de 2,5 billones de dólares según el Banco Interamericano de Desarrollo— y una creciente necesidad de diversificación de socios para el desarrollo. China, por su parte, encuentra en América Latina un socio complementario a sus necesidades internas de consumo, expansión de mercados y consolidación de alianzas políticas con países del Sur Global. Como apunta Zhou Zhiwei, experto del Instituto de Ciencias Sociales de China, tanto China como América Latina comparten intereses comunes como economías emergentes, enfrentan desafíos similares en materia de desarrollo y tienen una visión coincidente sobre la necesidad de una reforma del sistema de gobernanza global.
Desde una perspectiva prospectiva, la adhesión de Colombia a la BRI podría tener implicancias profundas en su inserción internacional. A corto plazo, se prevé una intensificación de los flujos de inversión y un mayor dinamismo en proyectos de infraestructura, conectividad logística y energía renovable. A medio plazo, la cooperación en sectores tecnológicos y educativos podría acelerar el tránsito hacia una economía del conocimiento, especialmente si se articulan políticas públicas que aprovechen la transferencia de capacidades y la inversión en capital humano. A largo plazo, la relación estratégica con China puede contribuir a diversificar la matriz productiva del país y reducir su dependencia de los mercados tradicionales de exportación, al tiempo que posiciona a Colombia como un actor clave en la arquitectura emergente del orden mundial multipolar.
No obstante, estos avances no están exentos de desafíos. La creciente influencia china en la región suscita recelos en otros actores internacionales, especialmente Estados Unidos, tradicional aliado de Colombia. Será crucial que el gobierno colombiano maneje este reequilibrio geopolítico con prudencia, priorizando los intereses nacionales y fomentando una política exterior multilateral y pragmática. Asimismo, será necesario fortalecer los marcos regulatorios y de transparencia para asegurar que las inversiones chinas se traduzcan en beneficios sostenibles, equitativos y respetuosos del medio ambiente y de los derechos laborales.
En suma, la incorporación de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta no es un evento aislado, sino una manifestación concreta de las transformaciones en curso en el orden global. Representa una apuesta por un modelo de desarrollo alternativo, centrado en la conectividad, la infraestructura y la cooperación tecnológica, y abre la puerta a una nueva etapa en la relación entre China y América Latina. Su éxito dependerá de la capacidad de las partes involucradas para construir alianzas basadas en la reciprocidad, la transparencia y la visión compartida de un futuro más justo, sostenible e interconectado.