Ciudades Sostenibles desde el Comportamiento: El Poder de las Decisiones Cotidianas en la Transformación Urbana

En el contexto actual de crisis climática y rápida urbanización, las ciudades enfrentan el enorme reto de volverse sostenibles sin dejar a nadie atrás. A pesar de los avances en infraestructura verde y políticas ambientales, el comportamiento cotidiano de los ciudadanos sigue siendo un factor crítico, pero subestimado, en la transformación urbana. Analizamos cómo el enfoque de Comportamiento Urbano Sostenible (SUB) ofrece una vía innovadora y necesaria para cerrar la brecha entre intención política y acción comunitaria. Este enfoque sitúa al ser humano —y sus decisiones diarias— en el centro del cambio sistémico hacia ciudades más resilientes, inclusivas y regenerativas.

Las ciudades contemporáneas constituyen el epicentro de la civilización moderna, concentrando más del 55% de la población mundial, una cifra que se estima alcanzará el 68% para el año 2050. Esta expansión urbana sin precedentes ha sido acompañada por importantes avances tecnológicos, inversiones considerables en infraestructura verde, y la formulación de políticas climáticas ambiciosas. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, las ciudades continúan generando aproximadamente el 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y enfrentan enormes dificultades para involucrar a sus habitantes en comportamientos sostenibles y respetuosos con el entorno. Esta aparente contradicción revela una falla sistémica: el énfasis excesivo en soluciones tecnológicas y estructurales, en detrimento de una atención profunda al factor humano, particularmente al comportamiento cotidiano de las personas que habitan los entornos urbanos.

Esta desconexión entre política pública y acción individual pone de relieve una dimensión crítica pero subestimada de la sostenibilidad urbana: el comportamiento humano. Si bien las políticas gubernamentales pueden establecer marcos regulatorios y normativos, y las infraestructuras pueden ofrecer opciones más sostenibles, el impacto real de dichas medidas depende en última instancia de las decisiones diarias de millones de personas. Desde elegir caminar o usar transporte público, hasta reducir el consumo energético, reciclar adecuadamente o participar activamente en el cuidado de espacios verdes, cada acción individual tiene un efecto acumulativo en los sistemas urbanos. No obstante, la mayoría de las estrategias de sostenibilidad continúan tratando el comportamiento como una variable marginal, una consecuencia deseada más que un punto de partida fundamental.

En este contexto, surge el marco de Comportamiento Urbano Sostenible (SUB, por sus siglas en inglés) como una herramienta analítica y práctica que busca reconfigurar esta relación. SUB propone una reconceptualización profunda de la sostenibilidad urbana al ubicar el comportamiento humano como elemento central del cambio sistémico. Este enfoque, que integra hallazgos de la economía conductual, la psicología ambiental y el pensamiento sistémico, sostiene que las elecciones sostenibles no deben depender exclusivamente de la fuerza de voluntad individual o de un sentido moral abstracto, sino que deben facilitarse desde el diseño estructural, social y cultural de la ciudad.

Una de las premisas clave del enfoque SUB es que los seres humanos son “ahorradores cognitivos” (cognitive misers): tienden a elegir rutas de acción que minimizan el esfuerzo, la incertidumbre y la fricción. Este rasgo, lejos de ser un obstáculo, puede ser aprovechado inteligentemente por los diseñadores urbanos y responsables de políticas públicas. SUB parte de la idea de que cuando los entornos urbanos están diseñados para que la opción sostenible sea también la más fácil, accesible, cómoda y socialmente reconocida, las personas tienden a adoptar dichos comportamientos de manera natural y persistente. Así, el cambio no ocurre mediante imposición o coacción, sino por alineación entre el diseño urbano y las motivaciones humanas.

La implementación efectiva de SUB permite reducir la tradicional brecha comportamental entre intención y acción, evidenciada cuando existen infraestructuras sostenibles (como carriles bici o sistemas de reciclaje) que, sin embargo, no se utilizan o se usan de forma ineficiente. La explicación de este fenómeno no radica en la falta de recursos, sino en la ausencia de estrategias comportamentales que acompañen la transformación física de las ciudades. En otras palabras, la infraestructura por sí sola no transforma conductas: es necesario considerar el entorno psicológico, social y cultural que configura la experiencia urbana.

Casos paradigmáticos de ciudades que han logrado integrar exitosamente estos principios refuerzan la validez empírica del enfoque SUB. Un ejemplo destacado es Ámsterdam, cuya elevada participación en el uso de la bicicleta no es fruto únicamente de su topografía favorable ni de la existencia de ciclovías, sino de un esfuerzo sistémico y persistente a lo largo de décadas. Las autoridades locales combinaron inversiones en infraestructura con políticas de restricción del automóvil, campañas educativas, intervenciones urbanas centradas en la seguridad vial y una revalorización cultural del ciclismo como símbolo de bienestar, eficiencia y responsabilidad colectiva. Este cambio profundo solo fue posible mediante la alineación de múltiples dimensiones del entorno urbano con una nueva narrativa social.

Otro ejemplo emblemático es Singapur, donde el proyecto de construir una “Ciudad Jardín” no se limitó a la planificación y ejecución de espacios verdes, sino que implicó una estrategia comprehensiva de participación comunitaria. A través de programas de educación ambiental, horticultura urbana y voluntariado ecológico, se buscó empoderar a la ciudadanía para que pasara de ser una receptora pasiva de políticas públicas a convertirse en agente activo del cuidado de la biodiversidad urbana. Esta inclusión deliberada del componente comportamental ha sido clave no solo para la sostenibilidad de las intervenciones ecológicas, sino también para fortalecer la cohesión social y la identidad urbana.

Igualmente revelador es el caso de Medellín, en Colombia, cuya transformación urbana es una referencia mundial de innovación social. La ciudad pasó de ser uno de los centros urbanos más violentos del planeta a convertirse en un laboratorio de integración comunitaria, recuperación de espacio público y movilidad sostenible. Lo distintivo de Medellín ha sido su enfoque de co-creación, donde las comunidades locales han tenido voz y agencia en el diseño y gestión de los proyectos urbanos, generando así un sentido de pertenencia y compromiso que trasciende lo técnico y lo estético.

El enfoque SUB también se alinea de manera estratégica con iniciativas internacionales como BiodiverCiudades para 2030, promovida por el Foro Económico Mundial, cuyo objetivo es transformar las ciudades en ecosistemas regenerativos donde la naturaleza y el bienestar humano coexistan en equilibrio. Este paradigma exige mucho más que plantar árboles o establecer zonas verdes: implica rediseñar la relación entre los ciudadanos y su entorno natural urbano. SUB aporta el fundamento conductual para esta transición, asegurando que las personas interactúen con la biodiversidad de manera cotidiana, significativa y emocionalmente resonante.

La clave aquí está en reconfigurar los espacios urbanos para que fomenten experiencias sensoriales positivas, accesibles y compartidas con la naturaleza, fortaleciendo así una ética del cuidado ambiental que no depende exclusivamente de discursos racionales o imperativos legales. Esto es especialmente importante si consideramos que los enfoques centrados exclusivamente en la educación ambiental o la legislación tienden a tener efectos limitados si no se acompañan de entornos que faciliten y recompensen las prácticas sostenibles.

Desde el punto de vista económico, el marco SUB también ofrece ventajas significativas. En un contexto de creciente presión sobre los presupuestos municipales y necesidades urgentes de infraestructura, las intervenciones basadas en el comportamiento resultan altamente costo-efectivas. Al influir sobre las decisiones individuales y colectivas, se pueden optimizar los recursos existentes, reducir el desperdicio, mejorar la eficiencia energética y acelerar la adopción de nuevas tecnologías. Por ejemplo, pequeñas intervenciones conductuales como modificar el diseño de los espacios para favorecer el transporte activo, utilizar señalización emocionalmente persuasiva o facilitar la separación de residuos con incentivos sociales, pueden generar cambios sustanciales a gran escala sin requerir inversiones monumentales.

Asimismo, SUB responde al llamado de la Nueva Agenda Urbana de ONU-Hábitat, que aboga por un desarrollo urbano inclusivo, participativo y resiliente. La sostenibilidad no debe ser una fuerza de desplazamiento o exclusión, sino una oportunidad para reforzar las comunidades existentes, redistribuir beneficios ambientales y fortalecer las capacidades locales. La implementación de SUB permite diseñar procesos de transición justa, donde los grupos vulnerables no solo no queden atrás, sino que ocupen un lugar central como protagonistas de la transformación urbana.

En definitiva, la sostenibilidad urbana del siglo XXI no puede lograrse únicamente mediante políticas ambiciosas ni infraestructuras sofisticadas. Requiere una transformación profunda de los hábitos, percepciones y aspiraciones de quienes habitan las ciudades. El marco SUB ofrece una vía pragmática y científicamente informada para lograr ese cambio, trabajando con la naturaleza humana en lugar de intentar modificarla desde el conflicto o la imposición.

El futuro de nuestras ciudades dependerá, en última instancia, no solo de las decisiones que tomen los gobiernos o los planificadores urbanos, sino de las elecciones cotidianas de millones de personas. Comprender, diseñar y facilitar estas elecciones debe convertirse en una prioridad estratégica para cualquier ciudad que aspire a ser resiliente, inclusiva y regenerativa. En esta tarea, el comportamiento urbano sostenible deja de ser una dimensión periférica para erigirse en el núcleo operativo de la sostenibilidad urbana.

Por Instituto IDHUS

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