En un contexto de urbanización acelerada y crisis ecológica global, las ciudades enfrentan el desafío de reconciliar el desarrollo urbano con la conservación de la biodiversidad. La planificación tradicional ha marginado históricamente a la naturaleza, limitando su presencia a espacios verdes decorativos de bajo valor ecológico. Sin embargo, emergen nuevas estrategias que buscan integrar la biodiversidad como elemento estructural de la ciudad.

La creciente urbanización a nivel global plantea desafíos sin precedentes en términos de sostenibilidad ambiental, salud pública y calidad de vida. Uno de los aspectos más críticos en este contexto es el papel que desempeña la biodiversidad urbana en la configuración de entornos más resilientes, habitables y ecológicamente sostenibles. La biodiversidad urbana se define como la variedad de formas de vida —flora, fauna y microorganismos— que habitan en las ciudades, incluyendo tanto especies autóctonas como aquellas adaptadas al medio urbano. Esta biodiversidad no es solo un componente estético o simbólico del paisaje urbano; constituye una infraestructura ecológica esencial que sostiene numerosos servicios ecosistémicos fundamentales, como la regulación del clima, la polinización, la purificación del aire y del agua, el control de plagas y enfermedades, y el bienestar psicológico y emocional de los ciudadanos.
Sin embargo, pese a su relevancia, la planificación y gestión urbana históricamente han prestado escasa atención a la biodiversidad. El diseño urbano dominante en muchas ciudades europeas se ha caracterizado por una visión funcionalista y ornamental de la naturaleza, promoviendo espacios verdes intensamente gestionados, céspedes homogéneos, especies ornamentales exóticas y una estética de «orden» que minimiza la complejidad ecológica en favor de una imagen visualmente controlada. Este enfoque ha resultado en paisajes urbanos empobrecidos desde el punto de vista ecológico, con escasa diversidad de hábitats y limitada capacidad para sustentar especies autóctonas.
En respuesta a esta situación, la Estrategia de Biodiversidad de la Unión Europea para 2030 plantea objetivos ambiciosos que incluyen la restauración activa de ecosistemas urbanos, la expansión de infraestructuras verdes y azules, y la implementación generalizada de soluciones basadas en la naturaleza. En este marco se inscribe el proyecto urbanLIFEcircles, una iniciativa financiada por el programa LIFE de la UE, coordinada por la ciudad de Tartu (Estonia) junto con Aarhus (Dinamarca) y Riga (Letonia). Este proyecto representa una intervención integral, innovadora y multidisciplinaria orientada a transformar la relación entre urbanismo y biodiversidad, integrando los principios ecológicos directamente en los procesos de planificación, diseño, gestión y participación ciudadana.
El objetivo central de urbanLIFEcircles es la creación de una red ecológica urbana coherente que mejore la calidad, cantidad y conectividad de los espacios verdes. Para lograrlo, el proyecto propone una serie de líneas de acción que incluyen la mejora de la conectividad ecológica entre fragmentos de hábitat urbano; el desarrollo de una gobernanza urbana sensible a la biodiversidad, con enfoque multisectorial; la implicación activa de ciudadanos y propietarios privados en la creación y mantenimiento de hábitats; y la incorporación sistemática de criterios ecológicos en los instrumentos estratégicos de planificación urbana, tales como planes de uso del suelo, contratos de mantenimiento y presupuestos municipales.
En la práctica, estas directrices se han traducido en acciones concretas y adaptadas a los contextos locales. En la ciudad de Tartu, por ejemplo, se han implementado innovadoras prácticas de gestión ecológica en parques, márgenes de carreteras, patios de viviendas y zonas residenciales. Estas incluyen la transición de un régimen de siega frecuente a esquemas de siega en mosaico o zonas sin cortar, lo cual favorece la floración de especies nativas y crea microhábitats diversos. También se ha sustituido el césped ornamental por praderas floridas autóctonas, se han introducido especies perennes y vegetación estructuralmente diversa, y se han establecido corredores ecológicos mediante arboledas, praderas urbanas y cauces restaurados. Asimismo, se han instalado elementos como montones de madera muerta y cajas nido para aves e insectos polinizadores, replicando condiciones naturales críticas para la fauna urbana.
Una dimensión innovadora del proyecto es la movilización de la ciudadanía a través de un programa de micro-subvenciones para la jardinería ecológica en terrenos privados. Vecinos, asociaciones de vivienda y propietarios fueron invitados a desarrollar características de hábitat como estanques pequeños, setos, parches de pradera y sandarios (espacios arenosos para la nidificación de abejas solitarias), con asesoría técnica de ecólogos y paisajistas. Esta estrategia permitió ampliar la infraestructura ecológica más allá del dominio público, fortaleciendo la conectividad entre hábitats y fomentando una ética cívica de corresponsabilidad ambiental.
En el ámbito de la planificación digital, el proyecto desarrolló herramientas geoespaciales avanzadas como modelos SIG (Sistemas de Información Geográfica) y análisis de conectividad específicamente diseñados para especies sensibles como los anfibios. Estos modelos permiten visualizar y planificar con precisión espacial la distribución de la biodiversidad, las condiciones del hábitat y los corredores ecológicos, integrando así el conocimiento científico en las decisiones urbanísticas. Además, Tartu ha iniciado la elaboración de una Estrategia de Biodiversidad 2050, complementada con un Plan de Vegetación Urbana y la reforma de contratos de mantenimiento que incorporan indicadores ecológicos verificables.
Los resultados preliminares en Tartu son significativos. El monitoreo ecológico ha demostrado un aumento tangible en la diversidad y abundancia de polinizadores, siendo especialmente notorio en mariposas, cuya riqueza de especies se duplicó en áreas de siega reducida en comparación con zonas gestionadas convencionalmente. Estos datos respaldan la eficacia de las intervenciones y reafirman la necesidad de integrar enfoques ecológicos en la gestión urbana cotidiana. A nivel social, el proyecto ha contribuido a modificar percepciones estéticas profundamente arraigadas, promoviendo la aceptación de vegetación “silvestre” como una forma legítima y deseable de paisaje urbano. Campañas educativas, señalización informativa y eventos comunitarios han desempeñado un papel clave en este cambio cultural, consolidando un discurso positivo en torno a la biodiversidad y reforzando el vínculo afectivo de la población con la naturaleza urbana.
Proyectos paralelos en Aarhus y Riga han replicado con éxito el modelo, adaptándolo a sus respectivos contextos urbanos. Esta dimensión transnacional ha facilitado el intercambio de conocimientos, metodologías y prácticas efectivas, ampliando el impacto y la capacidad de replicabilidad del proyecto en otras ciudades europeas. Las lecciones aprendidas destacan tres elementos clave para su adopción generalizada: regímenes de mantenimiento ecológico, activación del suelo privado (incluyendo espacios escolares y comunitarios) y una comunicación pública clara, transparente y participativa.
En definitiva, urbanLIFEcircles representa un paradigma emergente en la gestión urbana, en el cual la biodiversidad no es un accesorio, sino un componente estructural del diseño y funcionamiento de la ciudad. Su enfoque sistémico permite vincular la sostenibilidad ecológica con objetivos sociales y de salud pública, al tiempo que fortalece la resiliencia frente a los impactos del cambio climático. Los retos que persisten —como la competencia entre usos del suelo, la inercia institucional y la dependencia de financiación externa— no deben eclipsar las oportunidades que abre esta nueva visión de ciudad: una ciudad donde lo estructurado y lo espontáneo, lo funcional y lo silvestre, lo humano y lo no humano coexisten en equilibrio dinámico. El camino hacia ciudades ecológicamente inclusivas no es solo deseable, sino urgente y factible, y urbanLIFEcircles ofrece una hoja de ruta concreta para avanzar en esa dirección.